Traición a la danubiana

• 
  

шаблоны RocketTheme
Форум вебмастеров

Foto: Alejandro Arigón.

La llegada de Ignacio González a Nacional es un nuevo capítulo de la rica historia de hinchas de un equipo que pasan a vestir la casaca de su eterno rival sin que Bonomi haga nada. ¿Por qué nos llama la atención que un tipo que hoy le jura amor eterno a una camiseta llena de sponsors mañana se ponga otra camiseta llena de prácticamente los mismos sponsors? En la mentalidad del futbolista, ¿qué grado de incidencia tiene la camiseta a la que defiende? ¿Rinde menos si no es hincha del club? ¿O será que rinde igual o hasta más, porque lo que quiere es andar bien y pegar el pase para así no tener que lidiar con el peso de portar esa camiseta tan ajena a sus sentimientos? Dudas para las que no creemos tener respuestas válidas. (Publicado en Brecha, 09-08-2013)

Siendo niños y niñas nos hacemos hinchas de un equipo de fútbol, generalmente influidos por nuestros padres o tutores (por adhesión o por oposición). El fanatismo llega a tal punto que es difícil que un botija de bien que sea hincha de Nacional te use una remera negra con vivos amarillos, ni aunque sea del equipo de lacrosse de la universidad de Wisconsin.1 

Un hincha no puede cambiar de equipo. Podrá cambiar de casa, de novia y de trabajo. Hasta de religión, de identidad de género y de partido político. Pero nunca se podrá hacer hincha de otro equipo. Si lo hace, perderá credibilidad dentro de su grupo de pares. Nadie le presta dinero a un tipo que hasta ayer tenía el póster del Tony Pacheco en el cuarto y hoy escucha Pasión Tricolor. Si es capaz de cambiar de cuadro, no es de fiar.

El cambio a la uruguaya. Usted me dirá: “conozco muchos casos de hinchas de cuadro grande que, hartos de las inequidades existentes en nuestro fútbol, terminan haciéndose de un equipo chico”. Pues bien, espere a que el equipo grande del que eran hinchas llegue a la final de la Libertadores, y ahí vuélvales a preguntar. Seguramente alguno responda “en realidad siempre fui manya, pero Liverpool me cae muy simpático”.

Sin embargo, hay una clase de personas a las que no sólo se le permite sino que además se le valora la cualidad de cambiar de filiación deportiva: los futbolistas exitosos.

El caso de Morena es emblemático: de hincha apasionado de Nacional a ídolo máximo de Peñarol. Otro menos conocido es el de Héctor Scarone (para muchos, el mejor jugador uruguayo de todos los tiempos), que cuenta con una tribuna con su nombre en el Gran Parque Central, pero que de chico –se comenta– era más manya que José Carlos.2 El caso es que Morena, Scarone, el Indio Olivera, el Chino Recoba y tantos otros fueron exitosos en el equipo grande que los acogió, y sus hinchas celebraron la “conversión”. Claro que si las primeras pelotas que pateó Morena, en lugar de a la red, se hubieran ido al talud, ningún hincha mirasol hubiera dudado en gritarle “volvé a River, bolso fracasado”, en el mejor de los casos.

Ignacio González no es el primero ni será el último hincha de Peñarol que llega a Nacional. Cuando días atrás le tocó ir hasta la sede a firmar, ponerse la camiseta blanca y recibir el carné de socio, su rostro no demostró alegría alguna. Estaba visiblemente incómodo y no hizo nada por disimularlo. Él mismo se encargó de decir que nunca se había imaginado vistiendo la camiseta que tenía puesta en ese momento. Por su bien, ojalá ande bien en el debut.

Víctor Hugo Morales dijo alguna vez –años antes de sentirse lastimado por la desinformación de Mariano López– que una persona que cambia de opinión está obligada a dar explicaciones. González parece estar de acuerdo, y explicó que optó por Nacional porque le hizo una mejor oferta, pero que su casa es Danubio, y que esto no quita que vaya a terminar su carrera ahí. Claro está, antes tendrá que pasar la prueba de ir a Jardines del Hipódromo y resistir los insultos de la hinchada más rencorosa del fútbol uruguayo, prueba que viejos ídolos danubianos como Ruben Sosa y Recoba no pudieron sortear. 

El gran error de algunos futbolistas radica en que en ciertos escenarios se mueven como profesionales y terminan jugando en el equipo que les paga más dinero, o en el que les ofrece la posibilidad de jugar mejores torneos para poder mostrarse y así acceder a equipos que les pagarán aun más. Pero en otros se dejan llevar por el corazón, y tiran promesas al viento que luego no son capaces de sostener. 

El fanático de Danubio no ve a un profesional que se pone la camiseta rival porque el rival le pagó más, ve a un traidor que jugó con el corazón del hincha, prometiendo fidelidad eterna para luego dejarse convencer por Lembo. ¡Por Lembo! Quien para peor también se dice hincha de Danubio. Otro traidor.

Una reflexión al cierre. Una buena forma de devolverle parte del romanticismo perdido a este fútbol posmoderno cada vez más alienado e insípido sería recuperar la figura del ídolo de cuadro chico. Ese que ama la camiseta, que desprecia ofertas de equipos grandes. Tiendo a pensar que el eternamente alicaído fútbol uruguayo es mejor de lo que podría ser gracias a que jugadores como Nicolás Olivera no jugarían nunca en Peñarol o Nacional. Que los hinchas de los grandes sepan que nunca podrán contar con ese jugador por más presión o plata que pongan sobre la mesa es una forma –modesta, pero forma al fin– de combatir las inequidades. 

Sin embargo, lo que hizo Nacho nos recuerda que estamos yendo a la cancha a alentar a meros funcionarios que hoy trabajan acá y mañana trabajarán allá si allá les pagan más que acá. Lo que no me impedirá gritarle “bien, Nachito, bien, que se calle la gilada” si en su primer clásico le mete un caño a Darío y la clava en el ángulo. 

1.     Deporte muy extendido entre la población estudiantil estadounidense, en el que una veintena de sujetos corren de un lado a otro con un palo en cuyo extremo hay una pequeña red con la que se pasan una pelotita que intentan embocar en un arco. Algo así como una mezcla de hockey sobre césped, tenis y fútbol americano. Es decir, una porquería de deporte.
2.     José Carlos Domínguez, ex dirigente carbonero que tenía un jingle propio en el que afirmaba dar la vida por Peñarol.