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Como muchas otras creaciones tecnológicas, los videojuegos fueron creados bastante tiempo antes de lo que la gente cree, por el simple hecho de que se masifican mucho tiempo después. Entre 1959 y 1961, varios grupos de estudiantes universitarios yanquis diseñaron los que hoy se consideran los primeros videojuegos de la historia. Por supuesto, no pasaban de formas de colores moviéndose de un lado para el otro, pero sentaron las bases de una industria, que hoy, medio siglo después, genera más ingresos que el cine y la música juntos (Se estima que facturan cerca de U$S 9.5 billones de dólares (sin contar con la piratería y las descargas ilegales, el único método que tenemos los tercermundistas de acceder a muchos juegos).

Durante esos cincuenta años, la tecnología no paró de desarrollarse, y con ello los videojuegos, permitiendo cada vez mayor calidad en los gráficos, en el sonido y también en las historias que se cuentan, un desarrollo que hoy permiten que prácticamente los juegos sean como “películas interactivas”, o que capten nuestros movimientos con gran precisión. Los 70s y los 80s fueron la época de las míticas “maquinitas”, aunque la cosa luego pasó a desarrollarse dentro del hogar, con la aparición de las computadoras personales hacia fines de los 80 y las consolas, mientras que hoy están de moda los juegos a través de las redes sociales, los multijugadores online o los juegos a través de los celulares, lo que hace que uno pueda llevar sus juegos de un lado para otro.

He probado todas estas plataformas: de chiquito pasé varias noches de verano entre los flashes y las musiquitas de los locales de maquinitas de Atlántida, Piriápolis o Punta del Diablo (cuando todavía no era lo que es hoy, o sea que el lugar estaba relativamente vacío, el papel higiénico no se agotaba, y los precios eran los mismos que los de Montevideo); a través de amigos – y de mi hermana menor, que tiene un Wii - he usado diversas consolas (nunca tuve una, sobre todo porque de chico mis padres no me querían comprar el PlayStation que siempre pedí, y hoy prefiero gastar mi plata en otra cosa), y hoy, cuando estoy muy al pedo juego en Facebook (aunque por suerte no caí en el flagelo del Candy Crush). Pero mi punto fuerte es la PC.
Desde los 6 años que tengo una, y el tiempo que le he dedicado a los videojuegos ha crecido año a año, aunque hoy por obvias cuestiones de tiempo no mantengo el mismo ritmo, que me llevó a pasar 10 horitas pegado a la pantalla. Que pajero, dirá usted al leer esto. Y probablemente tenga razón.

No sé cuántos videojuegos he jugado en mi vida. Perdí la cuenta. Pero han pasado de todo tipo y época: desde los viejos juegos de maquinitas de los 80 a las superproducciones actuales. El objetivo de esta columna es, desde mi lugar de fanático (casi enfermo) de los videojuegos, analizar con escaso rigor a esos títulos que marcaron la historia de esta industria, o que generaron algún tipo de impacto cultural, o que simplemente considero que están buenos, o tienen algo que vale la pena. Pero claro, eso depende de ustedes. Tienen la ficha en sus manos: pueden seguir jugando o usarla para el tejo.

Nicotab.

 (Si le gustó, dele poronga. Si no le gustó, dele bueno. Si está a favor de que se vayan todos, dele aceptables).