En los últimos 40 años se han disputado diez ediciones de la Copa del Mundo de la FIFA, pero Uruguay, el país del más o menos, ha participado –como no podía ser de otra manera– en apenas cinco. A continuación, iniciamos un somero resumen de tales enriquecedoras experiencias.
México 70:
El primer mundial albergado por la nación azteca fue, para muchos, el mejor de la historia. Quizás porque encontró al brasileño Pelé en su esplendor, rodeado mejor que nunca por ágiles de la talla de un Rivelino, un Jairzinho, y un Tostao (de lomito, por favor). Además, fue el último mundial sin Argentina, eliminada por Perú en la Bombonera, escenario que desde entonces se considera maldito para los intereses del combinado blanquiceleste.
Nuestra selección era dirigida por el argentino Hohberg, el mismo que 16 años antes, con la celeste en el pecho, había hecho llorar a Solé al anotarle un gol a Hungría. El equipo base: Mazurkiewicz; Ancheta, Matosas; el carilindo Ubiña, el delicado Montero Castillo, Mujica (no el Pepe); Cubilla, Rocha, Espárrago (que aún era centrodelantero), Maneiro y Cascarilla Morales (que ya era viejo). Una constelación de señores panzones que jugaban a lo macho.
Compartimos grupo con el poderoso Israel, Italia y Suecia. La consigna: ganarle a los de Moisés y después a especular. Y dicho y hecho: cruzamos dos veces la mitad de la cancha en toda la primera fase del torneo, suficientes para derrotar al representativo israelí por 2 a 0. Ante Italia se juntaron el hambre y las ganas de comer, derivando en un 0 a 0 perfecto, ya no sin emociones en los arcos, sino sin córners. La derrota 1 a 0 ante Suecia (decretada cerca del final del match) llegó cuando ya sabíamos que aún perdiendo por un gol, estábamos del otro lado.
En cuartos de final (digresión: he ahí una ventaja de los mundiales de 16 participantes: le ganabas a Israel y ya estabas entre los mejores 8; aunque mejor fue en el 50, donde ganarle a Bolivia fue suficiente para meterse en semifinales), nos esperaban los zurditos de la Unión Soviética. Situémonos en 1970, en el apogeo de la guerra fría, con los tupas ya capturados pero con la rosca miliquera a todo trapo (dicho con todo respeto, verdad; ahora son más amigos que Carlín y Pablo Rago), no era un rival cualquiera. Y la forma en que se dio la victoria fue aún más disfrutable para los detractores de la nación del viejo y pelado Lenin: gol de pedo de Espárrago en el segundo alargue, tras centro del pachequista Cubilla, a quien se le había ido el balón fuera de los límites del campo. “Ganarle a los comunistas, en la hora y casi que con la mano, ¡para todo lo demás está Master Card!” comentó el popular Lui, cuando aún no prefería a los jugadores con hambre.
En semifinales tocó Brasil. Que como siempre tuvo peso político en la FIFA, logró hacernos viajar hasta Guadalajara, con todo lo que ello significa (calculo que viajaron en una combi celeste como las de la serie Lost, porque los nuestros apenas si podían mover las patas).
Habían pasado 20 años de Maracaná. Los mismos que han pasado desde el gol de Fonseca a Corea, que para mí que fue ayer. O sea: seguían calentitos los brasuca, y flor de jabón se pegaron cuando en una, Cascarilla pica por izquierda y la tira cruzada y larga para Cubilla, que entraba solo por derecha. Controló la pelota entrando al área, pero no pudo entrarle bien. El clásico pedito de vieja. Pero Félix, el arquero brasileño, tenía un defecto de fábrica, y se quedó viendo cómo la pelota entraba al arco, mansita, dando saltitos inocentes.
Y ahí sí, hermano. “Que la historia se repite otra vez, los volvimos a vencer” (es que antes las hinchadas eran un tanto más ingenuas). Pero justo antes de terminar el primer tiempo empató Jairzinho (que terminó sus días jugando al fútbol en Ritmo de la Noche), y en el complemento nos pasaron por arriba. Fueron 3 y pudieron haber sido muchos más. Hasta el pechofrío de Pelé se dio el gusto de humillar al gran Mazurka, dejando pasar la pelota para irla a buscar él mismo por el otro lado (el sueño de Juan Ramón Carrasco). Y para peor el negro va y lo erra, sin arquero, con Matosas (que ya era un hombre grande) desparramado por el piso. Por eso nunca nos caíste bien, alcahuete del poder, ¡Maradona nomá!
A antes de irnos jugamos con Alemania, por el tercer puesto. Les pegamos flor de paseo, pero perdimos igual, porque a los uruguayos no nos gusta jugar esa clase de partidos. Preferimos jugar desempates con Costa Rica.
(Publicado en Guambia, 20/03/10.)
México 70:
El primer mundial albergado por la nación azteca fue, para muchos, el mejor de la historia. Quizás porque encontró al brasileño Pelé en su esplendor, rodeado mejor que nunca por ágiles de la talla de un Rivelino, un Jairzinho, y un Tostao (de lomito, por favor). Además, fue el último mundial sin Argentina, eliminada por Perú en la Bombonera, escenario que desde entonces se considera maldito para los intereses del combinado blanquiceleste.
Nuestra selección era dirigida por el argentino Hohberg, el mismo que 16 años antes, con la celeste en el pecho, había hecho llorar a Solé al anotarle un gol a Hungría. El equipo base: Mazurkiewicz; Ancheta, Matosas; el carilindo Ubiña, el delicado Montero Castillo, Mujica (no el Pepe); Cubilla, Rocha, Espárrago (que aún era centrodelantero), Maneiro y Cascarilla Morales (que ya era viejo). Una constelación de señores panzones que jugaban a lo macho.
Compartimos grupo con el poderoso Israel, Italia y Suecia. La consigna: ganarle a los de Moisés y después a especular. Y dicho y hecho: cruzamos dos veces la mitad de la cancha en toda la primera fase del torneo, suficientes para derrotar al representativo israelí por 2 a 0. Ante Italia se juntaron el hambre y las ganas de comer, derivando en un 0 a 0 perfecto, ya no sin emociones en los arcos, sino sin córners. La derrota 1 a 0 ante Suecia (decretada cerca del final del match) llegó cuando ya sabíamos que aún perdiendo por un gol, estábamos del otro lado.
En cuartos de final (digresión: he ahí una ventaja de los mundiales de 16 participantes: le ganabas a Israel y ya estabas entre los mejores 8; aunque mejor fue en el 50, donde ganarle a Bolivia fue suficiente para meterse en semifinales), nos esperaban los zurditos de la Unión Soviética. Situémonos en 1970, en el apogeo de la guerra fría, con los tupas ya capturados pero con la rosca miliquera a todo trapo (dicho con todo respeto, verdad; ahora son más amigos que Carlín y Pablo Rago), no era un rival cualquiera. Y la forma en que se dio la victoria fue aún más disfrutable para los detractores de la nación del viejo y pelado Lenin: gol de pedo de Espárrago en el segundo alargue, tras centro del pachequista Cubilla, a quien se le había ido el balón fuera de los límites del campo. “Ganarle a los comunistas, en la hora y casi que con la mano, ¡para todo lo demás está Master Card!” comentó el popular Lui, cuando aún no prefería a los jugadores con hambre.
En semifinales tocó Brasil. Que como siempre tuvo peso político en la FIFA, logró hacernos viajar hasta Guadalajara, con todo lo que ello significa (calculo que viajaron en una combi celeste como las de la serie Lost, porque los nuestros apenas si podían mover las patas).
Habían pasado 20 años de Maracaná. Los mismos que han pasado desde el gol de Fonseca a Corea, que para mí que fue ayer. O sea: seguían calentitos los brasuca, y flor de jabón se pegaron cuando en una, Cascarilla pica por izquierda y la tira cruzada y larga para Cubilla, que entraba solo por derecha. Controló la pelota entrando al área, pero no pudo entrarle bien. El clásico pedito de vieja. Pero Félix, el arquero brasileño, tenía un defecto de fábrica, y se quedó viendo cómo la pelota entraba al arco, mansita, dando saltitos inocentes.
Y ahí sí, hermano. “Que la historia se repite otra vez, los volvimos a vencer” (es que antes las hinchadas eran un tanto más ingenuas). Pero justo antes de terminar el primer tiempo empató Jairzinho (que terminó sus días jugando al fútbol en Ritmo de la Noche), y en el complemento nos pasaron por arriba. Fueron 3 y pudieron haber sido muchos más. Hasta el pechofrío de Pelé se dio el gusto de humillar al gran Mazurka, dejando pasar la pelota para irla a buscar él mismo por el otro lado (el sueño de Juan Ramón Carrasco). Y para peor el negro va y lo erra, sin arquero, con Matosas (que ya era un hombre grande) desparramado por el piso. Por eso nunca nos caíste bien, alcahuete del poder, ¡Maradona nomá!
A antes de irnos jugamos con Alemania, por el tercer puesto. Les pegamos flor de paseo, pero perdimos igual, porque a los uruguayos no nos gusta jugar esa clase de partidos. Preferimos jugar desempates con Costa Rica.
(Publicado en Guambia, 20/03/10.)
11 comentarios:
A excepción de pasar a cuartos después de la fase de grupos, y si se repite? Y si lo cambiamos juntos?
PD: No venía la segunda edición del resumen de los chicos?
En los mundiales de 16, cuantos equipos sudamericanos iban? Era meritorio clasificar eh.
Me puse Gorziniano al pedo, ta, hasta luego.
Excelente Reyes
Doble, te estás poniendo un tanto inconsistente para decir el avatar?
No hay necesidad de andar jodiendo y suprimiendo comentarios por eso, parece medio de histeriquito no?
Che, y después se enloquecen porque apedrean a un golero. Manga de blanditos...
http://www.facebook.com/video/video.php?v=1249838601632&ref=nf
si serás zurdito vos también,hermano,la pelota de Cubilla estaba adentro como 1/2 metro,lo que pasa que ustedes en esa época inventaban cucos donde no había.Después,cuenta la leyenda,el negro cara'e zobaco de Jairzinho jugó el mejor partido de su vida,no fue culpa de Matosas el haberlo acompañado 50 metros
Bo deja vivir Sinca, soy padre ahora loco, prueba-error, prueba-error.
Muy muy bueno Reyes, como siempre.
PD: Yo también esperaba la segunda edición del resumen de los chicos...
Esperen tranquilos. Ya vendrá. Y gracias por los conceptos.
jugadores eran los de antes!! lo dije
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