Mas barato que el tique de la española.

Un espacio dedicado al cuidado de la salud y por que no decirlo, de la belleza.

Siguiendo la sugerencia de JuanDomingo, y haciendo uso de las habilidades adquiridas en mi pasaje por la facultad de medicina, felizmente coronado con un diplomita con cocarda y todo que, vayaunoasaber donde está después que lo tuve que sacar del marco para hacerle la fotocopia, y aprovechando la feliz y extraña circunstancia de que hace 20 minutos que estoy sin pacientes en la policlínica, me dispongo a escribir algunas líneas de lo que quizá pueda constituirse en una columna, con una periodicidad digamos quincenal, para no defraudar ni pudrir.

El tema elegido para este debut se centra en una de los órganos a los cuales la mayoría de los mortales le asigna constantemente responsabilidad de sus sufrimentos. Si señoras y señores hoy vamos a hablar del número uno, del impar y lateral, del más pesado, si lo adivinó Hoy Hígado!!!!

Si atendemos a las creencias populares, ningún otro órgano de la economía es responsable de tantas calamidades en la salud de la población como el hígado. Quien no ha escuchado expresiones tales como” el ajo me patea el hígado” o” la Elsa no puede tomar anticonceptivos por el hígado” o “yo primero pensé que era el hígado, pero después el doctor me dijo que era estrés”, una vez escuché a uno que contaba que en medio de una maratón se jodío del hígado y abandonó por la cagalera…

Lamento deciros mis amigos que el hígado es bastante más inocente de lo que popularmente se piensa y lo que es peor, es flor de loco, fiel como pocos, que labura todo el día bancándose como un capo, nuestras cotidianas desprolijidades y abusos de su buena fe y disposición.

Del tipo diremos que con sus escasos tres quilos de peso, se encarga de varias cosas a la vez, tan diferentes como almacenar glucosa para las épocas de malaria, bajarnos la alcoholemia para que no nos agarren los cana a la salida del bailable, activar algunos medicamentos para que actúen sobre otros órganos, producir la famosa bilis para digerir la grasita del asado, etc, etc. En fin un mini laboratorio pintado de violeta.

Los que si nos hacen pasar mal, son sus más estrechos colaboradores, a saber: el señor colédoco, un verdadero canalla; el cístico, un asesino silencioso; y la reina de las hijoputas me, estoy refiriendo como el ágil lector lo habrá adivinado, a la vesícula biliar. Estos sí que son malvados, con una fea costumbre de fallar en el momento menos indicado, empeñándose en arruinarnos la mejor de una velada gourmet, atascándose e inflamándose al punto tal de reventarse adentro, solita nomá y de puro capricho. Por que si hay algo que está de más, es la vesícula, es como tener una cocinilla con garrafita de tres quilos si tenés servicio de gas por cañería; Es que el cuerpo humano tiene esos caprichos como el apéndice, o los pelos adentro de la oreja, o la muela del juicio, ¿paqué? Pa jodernos nomá. Y la vesícula lo mismo. Está ahí, que junta bilis, que se vacía de bilis. Una y otra ves, hasta que un día agarra y no conforme con solo tener bilis, empieza a formar piedras, y cuantas más piedras más chicas, y cuanto más chicas peor.

Y tá chau, entonces vos vas a ese asado a la casa de tu cuñado en Marindia, que te tenía prometido hace meses, cuando se arregló con tu hermana , y como te cae bien el tipo, que lo conociste en facultad, le llevaste un botella de Juancito el caminador y la abrieron y mientras hacían el fuego se la bajaron mano a mano, entonces el Ignacio que es tu cuñado dice- creo que tengo más, ¿querés que me fije? - y vos decís que si , y el tipo va padentro y se aparece con una de greison , y a vos no te importa mucho por que la primera ya está en casa, y le dan al greison, y cuando los chinchulines están crocantes, ya no hay mas greison, entonces aparece el padre del Ignacio que se llama Esteban, tiene un caserito que le regalaron unos clientes de la oficina, y va caserito nomá pa empujar los chinchulines, y- no me vas a despreciar esta ensaladita de frutas, querés que le ponga un bola de helado de crema-, dice la suegra de tu hermana, y dale nomá. Y ahí es cuando ella, la inútil sin referencias del espacio supramesocólico, la maligna innombrable, descarga su contenido de bilis y piedras que se impactan de manera definitiva en tu fino e intransitable colédoco. Ya no hay vuelta atrás, te esperan 48 horas de fiebre, dolor y vómitos.

Tu mujer te dice,-mirá Mario yo se que a vos no te gusta, pero dame la llave del auto por que te veo medio descompuesto-, y vos le decís- si me parece que la manzana verde de la ensalada me cagó , la manzana verde siempre me patea el hígado- y te sentás en el asiento del acompañante, pálido, sudoroso, y no te ponés el cinturón por que te aprieta el hígado, que como ya fue dicho no tiene nada que ver. Y te acordás que tenés un frasco de hepamida en la guantera del auto y como podés lo sacás, hechás dos chorros en la tapita de la mamadera de la nena que duerme en el asiento de atrás y definitivamente te sentís horrible y le decis -Elisa, llevame a la española-.