¿Qué chances reales tenemos de llegar a la
final del Mundial?
La pregunta, que puede
quedar algo fuera de lugar aplicada a un equipo que será –otra vez– el último
de todos en clasificar, no lo es tanto si analizamos la situación con frialdad.
Porque ya se ha dicho hasta el cansancio: “la Eliminatoria es mucho más difícil
que el Mundial”. Del mismo modo que el Metropolitano de Básquetbol es mucho más
difícil (de entender) que la NBA.
Pero mal o bien,
siempre se puede ligar con los grupos y los cruces. Nada te impide que en el
sorteo a realizarse el 6 de diciembre (y que tendrá una audiencia aún mayor a
la de un 5 de oro acumulado) nos toque con Japón (Tabárez vuelve a citar al
Japo Rodríguez que se conversa a sus compatriotas y los quiebra anímicamente al
contarles su testimonio de vida), Bosnia Herzegovina (“no podemos perder con
estos bosnios herzegovinitos”, dirá Juan Ricardo Faccio) y alguna selección
africana de esas que juegan rápido y lindo, que arrasan en los Mundiales
Juveniles pero que en los de mayores no movilizan el intestino encima de nadie,
si se me permite la expresión[i].
Ya en octavos de final te puede tocar enfrentar al sorprendente Irán, en
cuartos con la sensación del torneo (Honduras), y en semifinales ante
Argentina, a la que superaremos con la vieja fórmula: lesión de Messi, gol
uruguayo.
Y listo, habrá
revancha del 2014, porque nadie duda que Brasil vaya a llegar a la final.
Se mira y no se toca
El problema principal
de una virtual reedición de lo sucedido aquel 16 de julio radica en que nunca
conviene meterse con los mitos fundacionales de la identidad de una nación. A
nadie se le ocurriría llamar a un descendiente de Posadas y armar una revancha
de la Batalla de Las Piedras (más que nada, porque de seguro nos ganan y a
nadie le gustaría volver a ser colonia española, mucho menos ahora que el
Olesker español no da abasto). Tampoco convendría armar una nueva Batalla de
Carpintería (más que nada porque terminarían todos a los besos, me acota el
Ñato). Al mito se lo contempla, se lo disfraza, pero nunca se lo cuestiona ni
–mucho menos– repite.
Porque si analizamos
lo sucedido aquella vez, corremos el riesgo de ver que la gesta tuvo
condimentos que la acercan más al azar y los méritos futbolísticos que al
milagro.
Si algo distinguió al
campeón del mundo de 1950 fue la suerte. Pues previo al sorteo, se bajaron 3
selecciones: India (no los dejaron jugar descalzos), Escocia (no los dejaron
jugar en pedo) y Turquía (no sabemos qué miércoles pasó), con tanta fortuna que
dos de ellas terminaron en el grupo uruguayo (por aquel entonces nadie afirmaba
que la FIFA conspiraba contra nuestros intereses). Una goleada por 8 a 0 ante
Bolivia fue suficiente para depositar a los celestes en semifinales. ¡En
semifinales! Lo que en 2010 llevó cinco partidos, 60 años antes se logró en
apenas uno, y ante una Bolivia en la que Platiní Sánchez y el Diablo Etcheverry
eran aún promisorios juveniles.
Y luego están los
méritos futbolísticos: Uruguay por aquel entonces jugaba bien. Tenía buenos
jugadores, y en los enfrentamientos previos ante aquel Brasil había
intercambiado victorias y derrotas en choques de trámite parejo. No es que
Uruguay fuese Jordania y se produjo un hecho paranormal que derivó en el gol de
Ghiggia, no. Los celestes jugaban bien, Brasil se confió cuando pasó a ganar y
se puso nervioso cuando llegó el empate, y Uruguay salió campeón.
Con Obdulio no
No sé si a usted le
pasó, pero yo crecí creyendo que la hazaña de Maracaná fue única e irrepetible,
que Obdulio era Artigas con pantalones cortos, que Ghiggia era más rápido que
Carl Lewis (el Usain Bolt de los años 80), y que les ganamos de atrás porque el
Afrodescendiente Jefe se puso la pelota debajo del brazo, enfrío el partido, metimos
mucho huevo y los brasileños se fueron de cuerpo. No sé si estoy dispuesto a
creer otra cosa.
Si algo tuvo el
Maracaná original fue el permitirnos creer que cuando hay once uruguayos en
cancha apelando a la garra y al “no darla por perdida”, nada es imposible. Pero
si el Nuevo Uruguayo llega a la próxima final lo hará sobre la base de otros
conceptos: orden para ubicarse dentro y fuera de la cancha, humildad a la hora
de respetar al más débil y plantársele al más fuerte, y talento individual.
Cuando nos tocó perder
(como nos había venido tocando durante 60 años), le echamos la culpa a la
ausencia de garra[ii].
Y los que no metían, no lo hacían porque estaban “cómodos”, porque jugaban en
Europa y se cuidaban los piecitos. Entonces decidimos jugar con jugadores
hambrientos. De gloria y hambrientos a secas. Y nos fue muy mal. Así que
volvimos a llamar a los que estaban bien alimentados, pero nos aseguramos de
convencerlos de que había que pegarle a los rivales en el túnel. Y nos fue aún
peor.
No sé usted, pero yo,
ante la duda, creo que preferiría clasificar y volvernos en primera fase. Temo
llegar a la final y ganarla, y en 40 años tener una sociedad en la que el
orden, el respeto ante la diversidad y la exaltación del talento individual
primen por sobre la improvisación, la discriminación y la viveza criolla
Porque le voy a tener
que decir a mis nietos que fue todo gracias a un señor que mordía rivales y
odiaba a los negros, y no me van a creer.
Publicado en Brecha, 15-11-13.
[i] No me vengan con la “innegable evolución del fútbol africano”. ¿De qué
evolución me hablan si nunca se metieron en la semifinal de un Mundial? Es como
la selección de Venezuela, que hace 30 años que “viene evolucionando a pasos
agigantados” pero que al final siempre queda afuera. Claro, en juveniles los
afrodescendientes le pasan por arriba a todos del mismo modo que el equipo
principal de Miramar Misiones derrotaría a la novena división del Real Madrid
(con agónico gol de Pandiani en el minuto 89). En los Mundiales de verdad,
eliminado el factor etario (o vuelto en contra de los africanos, que cuando
culminan el proceso de juveniles rondan los 40 años), se vuelven rivales del
montón. Le invito a recortar este fragmento y enviármelo junto a un póster de
Burkina Faso campeón del mundo 2014.
[ii] El silogismo es lógicamente válido: ganamos porque metimos. Así que si
no ganamos, es porque no metimos. Es eso que Aristóteles llamó
“contrarrecíproco”: “si p, entonces q” implica que “si no q, entonces no p”.
Claro que todos sabemos que en el fútbol no hay lógica, y que Aristóteles nunca
entendió la ley del offside.
35 comentarios:
Excelente,la reputìsima madre que lo recontra mil pariò!!!
Excelente,la reputìsima madre que lo recontra mil pariò!!!
Quedò claro?
Especial Reyes.
Reyes, barrilete cossmico.
Comparto que a los mitos no se los cuestiona! Igual, dudo que alguien no piense por un minuto en un posible cruce Uruguay - Brasil en instancias definitorias (de octavos para adelante). Que divino estaría!
Guau!!!!
Aristóteles y la reconcha negra !!! =)
Tremenda nota Reyes, selente por donde se lo mire. Maracaná es único e irrepetible, además:
-podremos soportar ahora si para siempre que el fantasma de Obdulio sobrevuele cualquier partido con Brasil en lugar de descansar en paz para siempre?
-podremos soportar la condición in-aeternum de aguafiesta escupeasado que tenemos para con los anfitriones, como para que nunca más nadie nos invite ni a inaugurar una cancha de badmington?
-podremos soportar sobre la conciencia el suicidio masivo de miles de brasucas futboleros, dejando novias y viudas -feitas criaturas todas- bañaditas y sin fiestita?
Ah.. yo para mi que capaz que si, porque si hay algo que somos es jodidos...
La recalcada concha del mono.
Gambeta?
Igual si les llegamos a ganar, ya no será tan dramático. Tienen 5 Mundiales, y unos juegos olímpicos a la vuelta de la esquina. Y se sabe que el local en un juego olímpico anda volando, más si es Brasil.
que tipo cra este reyes!!!!Como ha aprendido de la tati!!!!!!!!!
que tipo cra este reyes!!!!Como ha aprendido de la tati!!!!!!!!!
que tipo cra este reyes!!!!Como ha aprendido de la tati!!!!!!!!!
Hasta en eso les ganamos giles!!! Mucho más linda la del video del manya que la otra, y canta mejor, cada día canta mejor, como Gardel, porque Gardel también era Manya, como la gallina inflable, era manya, pero se la hicimos para ustedes, que son bolsos, como la vieja que canta en el video, Bolso como Alonso, el goleador no, el DT, ese era re bolso, y era DT del manya, manya como Damiani, Damiani es Manya como el Tony, y el Tony es como Recoba, que también era manya, Recoba juega en el Bolso, como quizo jugar Zalayeta, pero compró butaca en el estadio del manya, aunque el estadio no existe, como Nacional.
Un beso.
¿Bordaberry es manya también?
Voy poniendo los huevos a hervir por las dudas...
Bo le erré a la columna, que imbécil, ahora no tiene gracia termear, ojalá me caiga un avión encima.
Master, te mando la ambulancia??
Mandala, mandala... Quería entrar a romper un rato las bolas pero hasta le erré a la columna.
Si viene con enfermeras que tengan entre 18 y 25 mejor!
El Zorro te puede mandar algo de eso, pero en general entre 18 y 25 Cm.
Ta bien Master, igual yo sigo convencido que no hay nadie más Peñarol que el propio Ache.
Sapo: veo que tenés buenos datos.
Máster: tenés razón.
Deja las drogas Master aunque sea por un dia
Andres, los videos a los que hago referencia eran los del post pasado.
Gracias!
Eva, es que no puedo dejarlas, lo intentaría, pero nadie puede estar sin dormir tanto tiempo a menos que le meta alegría química a mi cuerpo!
Sí, entendí, pero te queremos igual. ¿Por qué? Porque sos honesto.
Que grande el Master
Muy rico todo.
Lo mejor de la columna es la caricatura de (me paro) Ombu y se la habría dejado injustamente afuera de ésta entrada. Por lo demás muy jocoso todo.
Master: Es Richar y no murió Rocha.
Master andate a la puta que te pariò!
En homenaje al gordo achura,que se nos fue hace poco
Sale foto del sapo?
Del dr no,del sapo que tiene la prima del edin
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