Re embroncarse es vivir

La semana pasada me llegó el momento de la segunda renovación de libreta, trámite que, como el de la cédula, al hacerse cada diez años siempre nos depara alguna sorpresa en cuanto a los avances tecnológicos que se producen en ése tiempo y que facilitan y aceleran sensiblemente la obtención de estos documentos.

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Como buen usuario de Internet comencé haciendo la consulta en la página Web de la Intendencia, allí me ofrecían la posibilidad de reservar número por Internet explicando además detalladamente lo que necesitaba presentar al momento de hacer el trámite. Entre otras cosas la lista de Laboratorios habilitados para hacer el examen médico y los pasos que debía seguir dentro del propio edificio municipal para no sufrir contratiempos. Una maravilla.

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Munido con mi examen de laboratorio aprobado, la libreta a vencer, la Cedula de Identidad vigente, 1.000 pesos (el precio no te lo dan) y mis renovadas esperanzas en que todo iba a salir bien, arranque pa “La Meca del Curul”.

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El inicio del trámite indica, obviamente, pasar por caja, 1er piso. Hacia allí me dirigí circulando por escaleras que, a las 9 de la mañana, estaban semidesiertas, temí encontrarme con el esqueleto de algún infeliz que tratando de ubicar una oficina específica se hubiera perdido para jamás regresar a su hogar, aferrado aún a su maletín.

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Llegado al lugar encuentro departiendo amenamente a 4 o 5 señoras de las cuales por lo menos 3 eran cajeras, espero que hagan un pequeño corte en su conversación para ver si puedo mechar un “Buenos diiiaaasss” ya que estaba siendo ignorado, con todo éxito. La “chica” que estaba al frente de la caja a la que me aproximé me mira, infiero que quiere saber a que fui a molestar, le digo, vengo a pagar la renovación de la libreta amateur, me extiende la mano, de doy 1.000, me cobra 909 y me voy mientras ella volvía a retomar su anterior “tarea”. No crean que me olvidé de algo amigos, nunca me dirigió la palabra.

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Paso número 2, dirigirse al hall donde siempre se “hizo” la libreta (1er subsuelo), noté que en ésta ocasión no parecía ser de libre acceso como otrora al ver a una chica de unos 20 años, un tanto adicta a los postres (esto es pura venganza barata) sentada en un banco alto tipo barra de boliche, a la que intenté decirle con una amable sonrisa: “Buenos días, reservé hora por Internet, pagué arriba y me interesaría saber ahora como sigue esto”.

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Estaba tomando aire para empezar cuando me espeta: “Siéntese ahí que lo van a llamar”.

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Yo pude haber tenido intenciones de ofrecerle matrimonio, de venderle droga, de decirle que la conocía de toda la vida, que le chorreaba un cacho e´ membrillo en la comisura de los labios proveniente de la pasta frola que seguramente se había clavado pal desayuno, yo que se, cualquier cosa, pero la mina me encajo esa.

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La miré…. volví a hacer el intento de tomar aire, a lo que recibí la segunda andanada, entonces me senté en el lugar indicado pensando que era un salame y que no importaba si tenia un chaleco con dinamita adherido al pecho, ésta mina me iba a llamar a las 9.15. Vería que hacia entonces. (Quiebro una lanza por la señora mayor que la acompaña que si es educada).

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Paso número 3, descubrí que me llamaron puntualmente y me hicieron pasar al hall central diciéndome que me iban a llamar por mi nombre, puro software.

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Me siento junto a mis compañeros de ruta, así como nos sentamos cuando no sabemos cuanto vamos a esperar, con cara de vaca que va pal matadero. Noto inmediatamente (con la sagacidad por la que siempre he sido orgullo de mi Mamá, hay que decirlo) que nos atenderían la señora tipo Ernestina Vinagreta o un tipo que había visto las dos ocasiones previas, las únicas diferencias eran la falta de bigote y que el “escoramiento” hacia un lado se hizo más notorio en este tiempo.

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Me llamó la señora Vinagreta, me aproximo a su “oficina”, vuelvo a decir Buenoooos Diiiasss!!!. Levanta la vista, ella sí me devuelve el saludo, pero casi de favor, me miro por arriba de los lentes como diciendo éste es pelotudo o que le pasa que saluda, y me invitó, con una seña, a sentarme en la silla. Llenó los papelitos correspondientes, y me dijo que mirara hacia la cámara que tiene en su propio escritorio.

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Dejemos de lado los cánones de belleza, (tengan piedad con el escritor) salí con cara de que estaba buscando la cámara cuando ya me habían sacado la foto.

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Me derivó entonces a un espacio más pequeño que hay al lado, donde me senté junto a otros que ya esperaban la salida definitiva de la libreta y consabida finalización del trámite. Obviamente volví a poner la cara de “Vaca pal matadero” para no desentonar como recién llegado.

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Paso número 4, la libreta te la entregan a través de una ventana cuadrada, con cierre corredizo que se encargan de utilizar cada vez que entregan una tanda de documentos. No vaya a ser cosa que a alguna de las “Vacas” se le ocurra preguntar algo no?

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Unos diez minutos después, cuando íbamos por el tercer sonido de ventana abriéndose, se escucha mi nombre, me levanto y veo una mano que me extiende el documento, no podría reconocer al que me la entregó en ningún careo, obviamente no me dirigió la palabra, y en cuanto toqué la nueva libreta con mis manos llamó al otro.

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Corréte nene que te atropellan, no vés?? Le faltó decir, pero claro, no hablan.

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Todo esto en aproximadamente 30 minutos, y casi sin dirigirte la palabra, nada mejor que un buen software…… o no?