Felisberto, el
tuerto
Uno de los tantos trabajos que tuvo
Felisberto en su vida fue el de operador de faro (nuevamente pido que alguien
me desasne al respecto de la nomenclatura aplicada a dicho oficio, se
agradecerá). Su trabajo consistía, básicamente, en accionar un interruptor, más
o menos como el hombre que trabaja en el interior del país cambiando las luces
del semáforo (posta, lo vi una vez en “En foco”), pero con la salvedad de que
lo hacía dos veces por día, una cuando oscurecía y otra cuando amanecía, a
menos que se nublara el cielo al punto de necesitar luz los barcos para ubicar
el puerto, pero esto no pasaba muy a menudo.
Está claro que los riesgos de sufrir
un accidente laboral eran mínimos. Detengámonos en ello, se pueden enumerar
fácilmente.
Primero que nada, estaba el mínimo riesgo de que, fruto de una torpeza, o fruto de una fruta, como la banana y su cáscara, cayera rodando por las escaleras. Y créanme que eran unos cuantos escalones.
Primero que nada, estaba el mínimo riesgo de que, fruto de una torpeza, o fruto de una fruta, como la banana y su cáscara, cayera rodando por las escaleras. Y créanme que eran unos cuantos escalones.
También había una mínima posibilidad
de ser electrocutado por culpa de una falla en el sistema que manejaba. O sea,
era simple, pero, como todo, podía fallar.
Incluso cabe la posibilidad de que, por alguna razón, quizás ahí también un resbalón con la cáscara de un plátano, cayera al vacío, desde la cumbre misma de faro. Y ahí sí que no contaba el cuento.
Incluso cabe la posibilidad de que, por alguna razón, quizás ahí también un resbalón con la cáscara de un plátano, cayera al vacío, desde la cumbre misma de faro. Y ahí sí que no contaba el cuento.
El hecho es que Felisberto, sufrió
un accidente laboral y perdió un ojo. Pero, aunque usted no lo crea no fue
debido a ninguna de las variables antes mencionadas,
Fue así que se suscitó el trágico
accidente:
Era una noche fría en la playa, ventosa también, las olas golpeaban con fuerza contra las rocas de la escollera. Felisberto había aprontado el mate y, no sin antes abrigarse en extremo, salió a tomar mate en la cima del faro. Todo normal, parte de la rutina.
De pronto, divisó a lo lejos una enorme roca que nunca antes había visto, lo que le llamó poderosamente la atención, puesto que lo único que hacía era mirar el mar, hacía seis años ya, y tamaño objeto no hubiera podido pasar desapercibido hasta el momento. Pero, hete aquí que al mirar nuevamente la roca se percató de que ésta (¿cuál?) era mucho más grande. Y ahí se avivó.
No se trataba de una roca sino de una gigantesca ballena que se acercaba lentamente a la costa. Felisberto estaba sorprendido. De pronto, a unos cien metros, se detuvo, aclaró su garganta y pronunció:
− Buenas noches. Disculpe, me presento, soy una ballena, un gusto saludarle.
Era una noche fría en la playa, ventosa también, las olas golpeaban con fuerza contra las rocas de la escollera. Felisberto había aprontado el mate y, no sin antes abrigarse en extremo, salió a tomar mate en la cima del faro. Todo normal, parte de la rutina.
De pronto, divisó a lo lejos una enorme roca que nunca antes había visto, lo que le llamó poderosamente la atención, puesto que lo único que hacía era mirar el mar, hacía seis años ya, y tamaño objeto no hubiera podido pasar desapercibido hasta el momento. Pero, hete aquí que al mirar nuevamente la roca se percató de que ésta (¿cuál?) era mucho más grande. Y ahí se avivó.
No se trataba de una roca sino de una gigantesca ballena que se acercaba lentamente a la costa. Felisberto estaba sorprendido. De pronto, a unos cien metros, se detuvo, aclaró su garganta y pronunció:
− Buenas noches. Disculpe, me presento, soy una ballena, un gusto saludarle.
“Opa” fue lo primero que pensó el operario del
faro, cosa que solía hacer cada vez que se veía sorprendido por algo. Esta vez
la sorpresa fue doble, así que me corrijo. Pensó “opa, opa”. Por un lado, se
sorprendió de que una ballena hablara. Y, por el otro, se sorprendió de que
hablara español o, en su defecto, que entendiera ballenio a la perfección y no
lo supiera hasta el momento. “Podría haber trabajado en Mundo Marino”, pensó.
− Un gusto, yo soy un humano − respondió
amablemente − mi nombre es Felisberto, pero me puede decir Feli, como prefiera.
Usted, como lo ha dicho, y yo lo he notado, es una ballena. Pero, ¿cuál es su
nombre?
− No puedo revelarle esa información, sepa disculparme − dijo sinceramente el gigantesco animal − ¿Le puedo pedir una cosa? − Felisberto notó que la voz de la ballena tenía un tono nasal, característico de un resfriado cetáceo − ¿No tendría un pañuelo?
− Sí, claro, pero me temo que no le servirá de mucho, debido a su tamaño. O sea, no es que la esté tratando de gorda, pero a las claras está que no puede servirle un pañuelo para humanos.
− No puedo revelarle esa información, sepa disculparme − dijo sinceramente el gigantesco animal − ¿Le puedo pedir una cosa? − Felisberto notó que la voz de la ballena tenía un tono nasal, característico de un resfriado cetáceo − ¿No tendría un pañuelo?
− Sí, claro, pero me temo que no le servirá de mucho, debido a su tamaño. O sea, no es que la esté tratando de gorda, pero a las claras está que no puede servirle un pañuelo para humanos.
− Oh, es cierto, descuide. Sucede que estoy
resfriada y… Y… Aguarde… − estaba por estornudar − ¡Hay, discúlpeme! Casi le
estornudo en la cara. Por suerte pude contener… − antes de que pudiera decir
“lo”, estornudó fuertemente, una lluvia se esparció directo hacia la punta del
faro, a una velocidad increíble.
Felisberto pudo ver que, entre leas gotas, había un
punto marrón claro, consistente, que había sido despedido con la misma
velocidad. No pudo distinguir en un primer instante de que se trataba, parpadeó
un segundo y, al abrir los ojos ya era muy tarde. Lo vio a la cara. Era
pinocho, que justo se ve que había andado mintiendo un poco de más y su
pinchuda nariz, se le clavó en un ojo.
FIN
13 comentarios:
sencillamente geniol!
Creo que GJoffe le hizo bien el parate.
A GJoffe quise decir.
Preciosa la propuesta Cofre, ojalá que no decaiga.
podría haber sido peor, para Felisberto, digo,que no se queje
Sí, capaz que justo se había agachado a recoger una moneda, dándole la espalda al cetáceo, chrisnamunizándose al instante merced a la puntiaguda nariz del niño de madera.
Y Pinocho? ah... ese es otro cuento? ta... no dije nada... Pa mi, terminó en el teatro de verano dando lástima como siempre... son destinos...
Y Pinocho? ah... ese es otro cuento? ta... no dije nada... Pa mi, terminó en el teatro de verano dando lástima como siempre... son destinos...
Kesman es Kesman, y Gjoffe no...
Para cuando la lucha en el barro con el Holden de los otros poemas?
Por otra parte, Dos poetas???
Está bien que queramos ser un blog sensible y alejarnos un poco de la imagen chabacana y berreta del Zorro de Colonia... Pero, dos poetas???... Era necesario?
Un solo Sinca, un solo Nacho, una sola Sofía... y dos poetas???
Hay lugar para todos, Pipi querido.
Si este es un blog de putos, es justo que haya muchos poetas.
Si se me permite criticar, está mucho mejor eso de ponerse a narrar y dejar de lado el insistente recurso del metalenguaje.
Qué sabre yo, por otra parte.
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