lunes, 8 de octubre de 2012

STCG III: "La triste historia de Manuel, el caracol"


La triste historia de Manuel, el caracol



            Supe tener una mascota, de chico: un caracol llamado Manuel. Claro, yo hubiese preferido un perro, pero bueno, era lo que había. Era mucho más barato de mantener, no ladraba, no se le caía el pelo, estaba siempre en su cajita, casi era como tener pececitos, solo que en vez de pecera, caja y en vez de agua, lechuga. ¡Cómo lastraba lechuga el bicho ese!

            A decir verdad, era mucho peor que tener un perro, no era para nada demostrativo, no parecía agradecer todo lo que yo hacía por él. Sin embargo yo me sentía bien a su lado, sentía que le estaba aportando cariño a un ser vivo (de hecho era así) y que de alguna forma el destino, aunque ya desde ese entonces no creía en esas cosas, el karma o que se yo, me lo devolvería, de algún modo, todo el amor que yo le brindaba.

            Pero no. Gasterópodo ingrato, un día huyo, sin previo aviso. Una mañana me arrimé a la caja para verlo durmiendo, tremendo vago el caracol, siempre dormía hasta tarde. Yo contemplaba su caparazón, mientras él se encontraba durmiendo adentro, supongo que sentía lo que siente un padre al ver a su hijito reposando sonriente, le da un beso en la frente y piensa para si: "qué lo parió, qué bien nos ha salido". Siempre a los niños se los ve más adorables mientras duermen, siempre más que cuando están despiertos. Decía, que una mañana me arrimé a la caja y no estaba ahí. Saqué el nylon que la cubría (que tenía agujeritos para que respire, claro está, soy muy considerado, como verán) y busqué en cada rincón. Debajo de los restos de lechuga, detrás del recipiente con agua, por todos lados, una búsqueda exhaustiva, creo que me llevó treinta segundos. Si lo piensan es mucho tiempo, no solo para buscar un caracol, sino para buscar cualquier cosa dentro de una caja de zapatos (exceptuando casos extremos como buscar un alfiler en una caja llena de agujas).

            No había rastro de él. Ni siquiera había dejado una carta de despedida. Oh, pienso en eso y me sonrío: un caracol escribiendo una carta. Me lo imagino tratando de sostener el lápiz, en vano. De todos modos, podría ser un lápiz pequeñito, a escala, como él. Igualmente así y todo no tenía manos y, de haberlas tenido, sería bastante improbable que pudiera escribir en algún idioma que se pudiera llegar a entender, inglés, italiano, portugués, francés o incluso ruso. Podría haber mandado un sms. Oh, cuando me lo imagino me sonrío: un caracol montado en un celular, escribiendo un mensaje, una escena de lo más pintoresca seguramente. Pero ta, eso sí que era imposible, a principio de los noventa no era frecuente tener un celular, mucho menos tener uno para su mascota (como suelen hacer algunos opulentos propietarios de mascotas hoy en día) y, aparte, creo que no existía el GSM, no se mandaban mensajes de texto.

            Me puse a llorar, me encerré en mi cuarto y mis padres acudieron en consuelo. Golpearon la puerta, sin levantarme completamente, les abrí. se sentaron uno a cada lado y me trataron de animar diciendo que ahora Manuel viviría en un lugar mejor, con caracoles y caracolas, con mucho pasto para comer, con mucho sol para sacar los cuernos al mismo, un lugar mágico, donde probablemente viviría en comunidad, Caracolandia.

            Me dijeron también que podíamos salir al patio y conseguir otro (años después me contestaron que habían considerado hacerlo y, al día siguiente hacerme creer que había regresado porque me extrañaba). Pero no, como Manuel no existían dos, o eso creía. Me sumí en una pequeña depresión infantil que duró dos días.
           
            Una tarde sonó el timbre, mi madre me dijo que fuera a abrir, mientras yo veía cómo mi padre entraba por la ventana. Al abrir la puerta mi sorpresa fue enorme. En el piso, mirando para arriba, con cara de triste y despistada, estaba ella, mi nueva mascota, una tortuga con un moño azul sobre el caparazón. Sostenía con la boca una pequeña carta que decía: "Me llamo Ortiguita, por favor trátame bien y nunca te abandonaré. ¡Qué bien la pasamos juntos! Pero esa ya es otra historia.

FIN
(NOTA: puse una foto de un disco de Extremoduro porque me costó un ojo de la cara la entrada y quiero sentirme lo más fanático posible para justificarme mi gasto)

9 comentarios:

Seba.uy dijo...

un grande gjoffe...

no asi extremoduro, pero bueno, eso es otra historia, como la de la tortuguita...

fernandoezequiel dijo...

Soy de los 80' y sufrí el boom de los gusanos de seda como mascota(!) También una cajita con algo inmóvil dentro. Hoy pienso que en primaria había una política educativa sobre esto; una suerte de entrenamiento psicológico-militar en el cual siempre, indefectiblemente, el cariño por esa cosa espantosa que era el bicho medio metamorfoseado terminaba con el dolor de su pérdida.
Lo único bueno fue aprender que es una morera.

El editor dijo...

Eres piel morera, canto de pasión y arena.

El editor dijo...

Interesante cuento. Estaría bueno que si trabajaras en algún lugar con niños a los que quieras estimular la imaginación, se lo pudieras leer, este y otros. Para luegpo imaginar juntos otras cosas, o ilustrar el cuento, o hacer un juego respecto a caracoles, mascotas, o extraterrestres.

Pero claro, ¿de donde vas a sacar un grupo de niños ansiosos de jugar e imaginar?

Andrés Reyes dijo...

Editor: gracias por cagarnos las propuestas lúdicas tras haberte anotado y no mandado ni fotos ni videos.

Joffe: a mí me pasó eso mismo pero con el gato Toulousse, que desapareció sin dejar rastro, el muy ingrato.

Andrés Reyes dijo...

¿Cuánto te salió la entrada? Es de las pocas bandas españolas que me gusta, si no la única. Pero no sé si me gusta tanto.

Nacho dijo...

Gran banda Extremo. No pago lo que pagó Gjoffe por ir a verlos, pero gran banda.

elCofre dijo...

Reyes, te aseguro que si no sabés si te gusta mucho, no vas a pagar al entrada, así que me ahorro la respuesta (ahora que estoy ahorrando como pueda y cuanto pueda, ahorro lo que sea incluso respuestas)

elCofre dijo...

Reyes, te aseguro que si no sabés si te gusta mucho, no vas a pagar al entrada, así que me ahorro la respuesta (ahora que estoy ahorrando como pueda y cuanto pueda, ahorro lo que sea incluso respuestas)