Indumentaria mundialista

Nuestras queridas damas que nos zarandean de un local a otro del shopping –locales que a nosotros nos parecerán exactamente iguales de tan aburridores- mientras realizan interminables comentarios sobre marcas y rebajas que no conocemos ni deseamos conocer, no pueden entender que nosotros estemos tan interesados por los detalles del cuello de la camiseta de Bosnia Herzegovina o por si el jas izquierdo de Grecia jugará con zapatos amarillos.

Al futbolero le importan esos detalles y ya no le alcanza con saber que el nuevo diseño de la camiseta de sus amores viene con las rayas más finitas. Poco a poco, términos como “cuello polo”, “solapas”, “puños” (no en el sentido tradicional de método para resolver decanatos o aguantes) o “detalles en blanco” están pasando a ser tan propios del más popular de los deportes como otrora lo fueron “moña”, “caño”, “gambeta”o “cierre y cobertura”. No parecen lejanos los tiempos en que los inadaptados de siempre entonen fervorosamente cantos insultantes contra los hinchas rivales de Adidas, Nike o Uhlsport.

Para este mundial se impone la sobriedad, en parte solicitada por la propia FIFA que prefiere a las selecciones con un único color para camiseta, pantalón y medias por razones que ignoramos totalmente. Ni siquiera los africanos –gente desprejuiciada si las hay para la indumentaria en general- parecen volver a los estrepitosos uniformes de los 90. Diseños tradicionales y oldfashioned parecen primar, con unos pequeños y poco llamativos vivos. En esta realidad, la “V” en tres tonos rojos de Alemania parece una audacia sicodélica. 

En cambio, en el calzado tiraron las chancletas. Hasta hace muy poco, nadie osaba usar zapatillas deportivas (“championes”, bah) que no fueran totalmente negras por no correr el riesgo de ser declarado como un partidario de las opciones sexuales diversas. Sin embargo, ahora hasta los generalmente grises uruguayos también juegan con el calzado rojo, amarillo (lo que los hace parecer en los planos generales televisivos como unos patos de historieta) o, peor aún, rosados oscuros o algo así. También se han impuesto los diseños bataraces y, más extraño todavía, los pares desiguales: el tamango izquierdo de un color y el derecho de otro. Los tradicionalistas duros –con Kesman a la cabeza- a los que cualquier modificación les hace temer por la hipotética venganza del fantasma de Obdulio, esperarán que Cavani erre un gol imposible o que Lugano se haga echar tontamente para exigir el retorno de la sobriedad solemne que nos hizo ganar tantas medallas de oro olímpicas.

Párrafo aparte para las hinchadas. Está bueno ir al estadio con la camiseta de sus amores y por qué no, pintarse la cara o ponerse una peluca con los colores apropiados. Incluso, no molesta ver a gente grande con un disfraz alusivo a su país o algún lente medio ridículo en aras de que un partido de fútbol importante se debe parecer mucho más a una fiesta deportiva que a la tragedia espartana tal como la vemos en el Río de la Plata. Sin embargo, probablemente no sea lo mejor para demostrar cordura las vestimentas de soldados vapuleados por Robin Hood que vistieron algunos hinchas ingleses, por no hablar de los disfraces de lámparas de bajo consumo de cuatro o cinco señoritas japonesas que no encontraron mejor forma de intentar aparecer en cámaras.

En suma, todo se arreglaría si Puma decide mantener en el próximo Mundial femenino esas camisetas pezoneras que ha suministrado para nuestra esforzada selección.

(Publicado en Brecha el 27/6/14)