A desfutbolizar, a desfutbolizar...

-Año 1998, muere Pacheco Areco y en la clase a la que yo iba, el comentario de un compañero mucho menor fue: -Un manya menos. No lo dijo como broma, lo dijo muy en serio. No pensaba nada más del tipo ni para defenderlo, aunque sea.

-El mes pasado voy a almorzar en una parrillada con mi mujer, coincidiendo por casualidad con el no demasiado apasionante partido mundialista de primera ronda México-Camerún. Supongo que por impericia del encargado -quien no conocería la señal “Eventos 1”- no pasaban el partido y nosotros fuimos los únicos que no protestamos enérgicamente por la no televisación, insultos y retiros incluídos.

-Al otro día de algún Uruguay frente a Brasil por eliminatorias mundialistas, recuerdo que hubo un gol anulado a los nuestros. Cuando argumenté que, en mi modesta opinión, había sido bien sancionada la anulación, alguna compañera de trabajo me preguntó: -¿Qué?. ¿Vos no hinchás por tu selección?.

Viendo a argentinos y brasileros llorar copiosamente por sus derrotas caí en la cuenta que nunca lo hice por un resultado futbolístico, teniendo sobrados motivos siendo uruguayo e hincha de Racing. No porque sea un Humprey Bogart del subdesarrollo, sino porque a pesar de seguir con entusiasmo al más popular de los deportes, haberlo jugado y mantener al día un montón de estadísticas, siento que mi vida pasa por otros aspectos bastante más importantes que un entretenimiento. Algunos dirán que me falta “pasión” o “locura” pero cuando alguien se enfrenta a mi equipo, no suelo creer que es un imbécil afeminado que juega horriblemente y no merece la menor consideración.

 

Creo que nuestras sociedades están perdiendo muchos puntos de contacto con la civilización por un motivo insólito: un juego profesional, que se sirve como espectáculo. No sólo le hemos dado muchísima más importancia en nuestras vidas de la que se merece, sino que también estamos trasladando a otras instancias más trascendentes algunas de las miserias y pequeñeces que utilizamos –mal- para intentar ganar lo que creemos que debemos ganar.

Puede parecer aceptable dentro de su folclore, que en una tribuna reclamemos agresivamente cualquier caída de nuestros delanteros como un penal que intentaremos extraerle al juez. Menos adulto suena que ese mismo tipo que insultó al “cuervo” para influenciarlo siga adelante en la oficina con su ley particular que dice que todas las infracciones en el área rival son penal a favor y las mismas en la propia, no.

No sólo miramos muy mal al propio fútbol, olvidando que los Suárez, Cavani, Neymar y Messi (y también los Carlitos Díaz, “Romario” Acuña y Taborda) trabajan para entretenernos, sino que hemos “futbolizado” a nuestra sociedad de cada día, trasladando a otros ámbitos la costumbre de odiar al que tiene otra camiseta, de pretender ganar siempre sea como sea, de creernos superiores a nuestros prójimos, de suponer que un partido o un asiento en el ómnibus o un ascenso en el trabajo pueden ganarse mordiendo sin que nos vea la cuarteta arbitral.

Nos haría muy bien desfutbolizarnos un poco o un mucho, me parece.

(Publicado en Brecha el 17/7/14)