AZUL
Sonó el despertador y, antes de que pasaran dos minutos, Gonzales ya estaba levantado preparándose el desayuno, vivía solo y se creía feliz: ese iba a ser otro día normal.
Cuando estuvo listo para ir a trabajar, luego de ordenar su casa como todas las mañanas, abrió la puerta y salió a la calle.
Una manada de seres azules con cabezas redondas enormes poblaba las veredas del barrio, el cielo todavía era celeste. ¿O era naranja? ¿Qué estaba pasando?
Uno de los misteriosos entes se le acercó, mientras Gonzales se daba cuenta de que eso no iba bien: había tres perros tomando café en el bar de la esquina.
- Buenos días señor Gonzales. ¡Qué lindo día! ¿No? – dijo el cabezón con voz grave pero, por raro que le pareciese que algo le causara gracia, a Gonzales se le dibujó una sonrisa.
- ¿Qué es esto? ¿Quienes son ustedes?- preguntó sorprendido luego de ver una tropa de elefantes ciclistas pasar por al lado suyo, todo aquello era muy caótico y loquísimo, pero cada vez se tornaba más interesante.
- Ese no es el problema – contestó el ser místico, que ahora flotaba unos centímetros sobre el suelo – El problema es quién sos vos.
- ¿Cómo que quién soy yo?- preguntó Gonzales anonadado, nunca se había planteado esa pregunta y, mientras veía las cabras que bailaban tango en la vereda opuesta, increpó – Mirá, o me decís quiénes son ustedes, qué es todo este circo y qué hacen estos chimpancés con mi portafolio, o me voy a ver obligado a hacer una locura…
- Nosotros, y cuando digo nosotros me refiero a todos los que se parecen a mí, somos tus deseos, tus deseos reprimidos, tus deseos más profundos – contestó ante la amenaza el cabezón azul al mismo tiempo que empezaba a sonar una musiquita circense que Gonzales no pudo identificar de dónde salía – Nosotros quisimos salir al mundo, aflorar, pero vos no nos dejaste, nos aplastaste con tu rutina, con tu obsesión por el orden. Nosotros – y se acercaron los demás – tus deseos de saltar, de correr, de reír, de amar, tuvimos que hacer fuerza para salir, todos nosotros, y explotamos así, en este caótico día.
Gonzales entendió. Había pasado toda su vida sujeto a su rutina, sin sonreir, sin soñar. Se alegró imaginándose cómo serían sus aventuras, sus locuras, si soltara su júbilo. Pero se asustó, decidió que sería mejor seguir como antes y tomó las pastillas que le trajo el enfermero.
9 comentarios:
siempre con el mismo loco ya lo lei!! vamo arriba gjoffe
Vos lo leíte, los demás no
porque no todo el mundo tiene la suerte de ser el editor de una revista tan gloriosa como "El Sótano", entonces hay que acercar el arte (o lo que intenta serlo) al pueblo para que todos lo podamos disfrutar, ¿verdad?
Qué grande los mensajes que está transmitiendo Gjoffe con sus cuentos. Qué loable. Viva Gjoffe.
Gjoffe sos un grande papá!
Gonzales, convida!
Sigue creciedno esta colurna eh!
Salú gjoffe
Que bien que está este espacio de gjoffe, felicitaciones.
Buenazo!! Soltemos a los cabezones azules que todos llevamos dentro.
Gracias a todos por el apoyo.
Todos tenemos un cabezón azul dentro de uno (o varios)
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