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LOS MUCHACHOS DE ANTES NO USABAN BALOTAGE

(*) El chiste es de Peloduro y no mío, por cierto.

(Aclaración necesaria: no soy neutral y como buena parte de los ciudadanos tengo una camiseta partidaria. Sin embargo, esta entrada no está redactada para llevar agua para un molino determinado sino que tratará de comentar lo que han hecho esas "camisetas" en televisión cuando hay períodos electorales. Si digo que un jingle me gustó no es porque yo sea de ese partido, necesariamente.)

La publicidad política tiene características iguales a cualquier otro subgénero publicitario aunque sí, es cierto, tiene algunas particularidades propias. En primerísimo lugar, lo que importa es llamar la atención del receptor, tanto en el sentido de interesarlo como de diferenciarse de ofertas similares. Incluso, más que en la publicidad "normal" es fundamental transmitir una "idea fuerza". Suena más lógico decir que un candidato (o un partido) es el cambio, la libertad, las ideas nuevas o la seguridad de seguir por el mismo camino, que decirlo de un detergente o de una bicicleta. Aunque también lo dicen de estos últimos.

Un aviso puede tener como objetivo dar a conocer un producto nuevo o mantener la recordación de uno ya consolidado. Lo mismo se puede decir cuando el producto es una lista a presentarse. ¿Pero realmente arrima votos la propaganda electoral televisiva?. ¿Puede la "caja boba" decidir una elección?. ¿Sustituirá un debate y/o una campaña publicitaria a las giras y actos?.

Se me ocurren dos ejemplos importantes -y lejanos ya en el tiempo- de publicidad aparentemente exitosa en nuestro país. En 1984 Sanguinetti ganó la presidencia con el slogan "El cambio en paz" y esa idea -acompañada por un spot impecable, dinámico y esperanzador- habría sido fundamental para que triunfara el popular (o no) cejudo. Para la siguiente elección, en cambio, la sorpresa fue la campaña -no un único aviso- de la lista 1001 donde el finado Horacio Buscaglia tocaba una corneta y decía: ¡Paradoja! señalando las contradicciones de los partidos tradicionales. La tradicional lista del Partido Comunista -que también renovó su logo curvando el diseño y agregandole colores- tuvo una sorprendente votación. Después se les derrumbó la estantería en el Este pero eso no fue culpa de la publicidad. En 1999 la lista 77 quiso hacer una campaña usando la ironía y el humor con unos dibujos animados pero la época era bastante menos politizada y además, creo que le faltó la locura de Buscaglia para impactar de la misma manera. ¿Qué tenía que ver la corneta y el look 1910 del Profesor Paradójico?. Nada, pero funcionaba.

¿Cómo debería ser una buena campaña televisiva electoral?. O mejor dicho, ¿cómo convencer al televidente que ponga nuestra lista y no la de la contra?. Más dificil aún: ¿cómo cuernos hacer para que la gente no aprete desesperada cualquier botón del control remoto cuando aparece el spot de cualquier lista, teniendo en cuenta que tenemos no sólo el carnaval más largo del mundo sino también el período electoral más demencial de la historia de la humanidad (15 meses o más)?.

No tengo la respuesta. Pero se me ocurre que los creativos que insisten con jingles gastados y "esperanzadores", tampoco. Uno podría decir que el regaetton de Bordaberry y la cumbia del Cuqui son intentos de renovación de la solemnísima cultura política uruguaya pero más bien me parecen trasnochados intentos de "ponerse al día" con lo que algunos genios publicitarios creen que es la juventud. Nada parece -cuando ya todas las cartas están sobre la mesa, por lo menos en cuanto a las internas se refiere- intentar renovar, llamar la atención, decir algo. Creo incluso que la mayoría de los avisos podrían intercambiar los nombres y seguir siendo lo mismo. No alcanzo a ver aún si es miedo a intentar otra cosa, si los contratantes se oponen o si están esperando a Octubre para poner toda la carne en el asador. Pero la rutina ha ganado la batalla en esta campaña electoral. Y creo que nadie va a decidir su voto no obligatorio guiándose por los spots que pueda ver.

En Estados Unidos está arraigada culturalmente la costumbre -en un país donde en cada elección hay sólo dos candidatos- de hacer avisos criticando con nombre y apellido al rival, presentando filmaciones de declaraciones contradictorias y promesas incumplidas, generalmente en elecciones de senadores. Sin embargo, en nuestro país los políticos suelen prohibir que gente de otras tiendas utilicen su imagen -aunque uno supone que ésta es pública- y no se acostumbra mencionar a los rivales, sino sólo referirse a uno mismo. Un hecho recordado fue en la anterior elección cuando no se permitió difundir un montaje de dichos de varios tupamaros, realizado por la gente de Sanguinetti. Aunque en este caso, más que criticar la labor gubernamental o legislativa del adversario, se pretendía apelar al terror irracional.

Pero no tenemos el hábito de confrontar realmente -por lo menos en televisión- ni en publicidad ni en debates. Pecado de todo el sistema político nacional. Lástima, creo que nos estamos perdiendo no sólo un buen espectáculo, sino incluso la posibilidad de que los distintos actores confronten ideas y propuestas.

Dicho sea de paso, me parece que por lejos el mejor jingle electoral de la época post dictadura -original y efectivo- en cuanto a lo musical es el de la lista W en 1984 ("Una mano no basta, dame las dos", "Los uruguayos Zumarán"). Pero claro, la gente vota candidatos y no premios Graffitis para los avisos.

Ahora, si queremos hacer un premio Razzie al peor aviso electoral 2009, opino que picó en punta uno de Larrañaga en que comienza cantando una mujer y termina refritando el jingle del Guapo de la elección pasada. Para decirlo en dos palabras: Es pantoso.


BONUS TRACK:
No se pierdan los programas sobre Música Popular Uruguaya en TV Nacional (canal 5, bah) los jueves a las 20 horas. Una copia de lo que hicieron los ingleses sobre el rock, sí, pero mejor copiar bien lo bueno. Y documentar lo poco estudiado.