Nada como la de uno

Con esto del miedo a la muerte, he decidido encerrarme en mi cuarto y cantar enfermedad, con la gripe porcina como aliada. Incluso vinieron del ministerio a tomarme unas muestras. “Que no sea nada” me dijo el enfermero, con cara de “éste no llega al viernes”. Pero no, ciertamente estoy fingiendo.

Los 39,7º los saco justo colocando el termómetro sobre el transformador de la computadora durante dos minutos treinta y tres segundos. Cuando llamo al médico lo dejo ahí, y listo. Eso sí, me lleva a cambiar de termómetro toda vez que viene un médico, pues me lo encajo en la axila, y cuando me lo pide hago que me lo saco, pero en realidad le doy el mío, previamente calentado. Y así sucesivamente. Es lo lindo del mercurio, se mantiene en su sitio, no como estos digitales que la Ministra Muñoz nos quiere meter a prepo con el verso de que el mercurio es tóxico y qué sé yo. Patrañas.

Y acá estoy, en los únicos 4 metros cuadrados que me tienen como monarca. Quizás sean los únicos que llegue a tener durante toda mi vida, pero poco me importa. Porque los libros están ordenados en forma descendente y en degradé, porque el macaco de Darth Vader está justo en el ángulo que dibuja su sombra sobre la blanca pared, porque cuando ensucio la pared con la pelota de minibásquetbol la limpio con una goma de borrar, porque la computadora se prende y se apaga cuando yo tengo ganas, porque el televisor casi no se mueve de MTV, porque cuando se me canta tranco la puerta y hago lo que se me canta.

A propósito, ¿cómo habrán hecho las generaciones anteriores para conseguir pornografía y/o relacionarse con personas del sexo opuesto? Walter me contó que cuando era chico no había Internet, que para ver una teta había que juntar valor e ir al video club o al quiosco, que para hablar con una mina había que ir a un boliche y luchar.

Que lo parió el progreso… hoy me conecto y hablo con 25 chicas que en la puta vida me hubieran dado bola en un boliche. Internet democratiza las relaciones sociales, no hay duda. Lo único que pesa es el ingenio. Un chiste por acá, una apelación cultural por allá, y listo. ¡Y qué fácil es hacerse el inteligente con Internet! Lo único que hace falta es teclear rápido. Pero hay que apurarse, porque todos los guachos pobres estos que vienen arrastrando 6 años de escolarización con las computadoritas esas verdes, van a venir tecleando como pedo.

Es ahora o nunca.