Vamos que no vamos

Resulta natural que el resurgir del fútbol uruguayo esté íntimamente emparentado con la crisis de nuestros deportes menores. La otrora ejemplar selección uruguaya de básquetbol es ahora un nido de tormentosas relaciones, que reíte del lío de Cubilla y los repatriados. Chris Namús no se cansa de inspirar lástima, y ya nadie se acuerda de prohombres del deporte oriental como Milton Wynants, Heber Viera o Pampero Sobral. Lo que sigue es una breve y liviana reflexión sobre el flaco favor que le ha hecho el Maestro Tabárez a los sportmen amateurs.

Más de una vez se ha hablado sobre nuestra necesidad intrínseca de tener una figura máxima en el mundo del deporte, muchas veces haciéndonos trampas al solitario. Fue así que nombres como los de Gustavo Trelles, Milton Wynants o la malograda Christian comenzaron a poblar las tandas publicitarias de nuestra televisión, a recibir apoyo estatal, y a ser depositarios de las frustraciones acumuladas por nuestro balompié.

Pero todos sabemos bien que hace poco más de un año, nos cambió la vida. No necesitamos más que los goles de la Rubia, la picadita de Abreu y la mano dentada de Suárez para que todo lo que no sea fútbol nos pasara a importar un rábano.

Y hoy, a la distancia, podemos ver claramente que:

• El Grupo N en el que siempre salía campeón del mundo Gustavo Trelles, no existe. Es una competencia ficticia inventada por las autoridades de Ancap del momento, en la que el piloto uruguayo corría solo, y sumaba puntos siempre y cuando lograra completar el circuito sin atropellar a nadie. Algo que dos por tres conseguía hacer.

• En el 2000, Wynants se dio la papa con yerba Armiño, y fue así que consiguió la presea plateada, aprovechando además que nadie lo conocía, y que tiene pinta de vendedor de garrapiñada (piense si no se lo imagina gritando “calentitaaaaaa” al buenazo de Milton). Cuatro años después, la yerba mate pasó a ser considerada sustancia prohibida por el Comité Olímpico Internacional, y el Milton de la gente se quedó sin piernas a la segunda vuelta.

• Jorge Lerena era lento, pero chupaba rueda con su lazarillo, que era realmente veloz.

• Chris Namús no boxea mejor que las chicas que intercambian opiniones a la salida del Tropicolonia un sábado a las 3 de la mañana.

• El fútbol playa es un deporte lento y aburrido que no le importa nadie. La vez que llegamos a la final del mundial, fue porque le metimos un gol de garrón a los argentinos, que acto seguido nos cagaron a piñas. Peor nos fue con los brasileños, que nos cagaron pero a goles.

• Decían que Heber Viera era el velocista blanco más rápido del mundo. Que es como decir que Batista supo ser el mejor pivot blanco de la NBA. O que Diego Alonso supo ser el mejor centrodelantero que llora cuando consigue un outball del mundo.

• Aquel judoka que casi nos trae una medalla en Sidney, era francés. Y le digo más: Adrián Sutil es alemán, y ambos coinciden en sentirse tan uruguayos como neocelandés se siente el Chengue Morales.

Podríamos seguir, mas tememos herir sensibilidades.

El tema es: ¿esto es bueno o esto es malo? Usted decide. Personalmente, le confieso que prefiero que se hayan terminado nuestros logros en pelota vasca, siempre y cuando Suárez la siga metiendo adentro.

(Publicado en Guambia, 14/09/11).