MEJOR CAMINAR
La vida en la ciudad es dura. No es como en el balneario. Allá todo pasa tranqui, no hay ningún apuro. ¡Cómo lo extraño! Acá todo es locura, edificios, autos, gente. Mucha gente. Todos como locos, desde el más letrado legislador hasta el más humilde tachero.
La última vez que me tomé uno, se sucedió la siguiente situación:
YO: Hasta Moldavia y San Cristóbal, por favor.
TACHERO: Perfecte. ¿Por dónde agarro? ¿Por Avenida Mao o por Bulevard Albert Hoffman?
YO: No sé, es usted el que sabe, maestro.
TACHERO: Es cierto, le preguntaba por mera formaildad, si me decìa de ir por Avenida Mao lo iba a convencer de que lo mejor era ir por Bulevard Hoffman, así que vamos a ir por ahí.
YO: Usted manda, maestro.
TACHERO: ¡Deje de decirme maestro! Maestro es Tabárez y así nos fue en el 90.
YO (estuve a punto de hablar de Sudáfrica y de la copa América pero me contuve): ¡Qué salado lo del dólar, eh!
TACHERO: Usted parece que me está tomando el pelo. Me salta un tema así de la nada en vez de hablarme del partido con Paraguay y de cómo salimos airosos del mundial, como hubiese hecho cualquiera al oir el comentario retrógrado que acabo de hacer. ¡Bájese del coche!
YO: ¿Cómo dice?
TACHERO: Bájese del coche, me oyó bien.
YO: ¿Pero cómo? ¿Por eso? ¿Qué le ofendió de lo que le dije?
TACHERO: Mire, me acaba de hacer tres preguntas, me las tiró una atrás de la otra y no me dejó responderlas. Déjeme que se las conteste de a una. Abre la puerta, saca un pie, saca el otro, luego el resto del cuerpo inclinándose un poco, se incorpora afuera, cierra la puerta y listo: se bajó. Sí. No fue nada que dijo, si no lo que no dijo.
YO: No le entiendo.
TACHERO: ¡No, claro! Nadie entiende nada ahora. El otro día se subió una vieja y no sabía a dónde quería ir, se lo había olvidado fruto de su estado senil.
YO: ¿Y qué hizo?
TACHERO: Nada, la paseé un cacho, una, dos horas nomás, no me iba a abusar tampoco, y después la dejé en el mismo lugar donde la había levantado no sin antes cobrarle la suma correspondiente, le redondié para abajo, claro, tuve ese gesto. Creo que eran 852 mangos y le cobré 850, tampoco le iba a pedir propina. Choca la veterana, después miré por el retrovisor y ví que se estaba subiendo al taxi que venía atrás mío.
YO: ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
TACHERO: Nada. - saca un revolver de la guantera y me apunta - Ahora bájese del taxi y déjese de vueltas.
No pude menos que obedecer. Me bajé del taxi y me comí casi una hora bajo lluvia esperando el ómnibus. Qué asco la ciudad.
2 comentarios:
que vida de mierda la tuya
Yo hubiera hecho lo mismo que el tachero...
Solo alguien muy pelotudo puede no saber que es más rápido ir por Boulevard Hoffman.
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