Como hubiese querido el Mariscal (parte 2)

"Soy oficial de policía... porque yo quiero a mi gente" decía la publicidad. Trivia: ¿cómo se llamaba la novia del policía en cuestión? ¿Eh?

Arranca el segundo tiempo. Vicente -sorteado para el antidopping- practica haciendo el clásico "4" que las espirometrías nos robó. ¡Qué tiempos aquéllos! ¿Cuáles? ¡Aquéllos!

Un generoso primer plano de las nalgas del Loco Abreu. ¿Por qué no?

Cacique prometió que hasta que Tabárez no lo cite a la selección, no se recorta las puntas. ¡Te queda divino! Listo para salir de tecladista en Comanche.

"Manya sos menso" reza la bandera, copiada a la parcialidad del Toluca. Por otra parte, cansado de ser fotógrafo, Sinca es ahora gendarme. Aquí lo vemos festejando el tercer tanto tricoparquense.

Que Jopito está divino, ya no es novedad para nadie. Pero que se levante la ropa para que unos señores le miren la cola, parece demasiado. ¡Fíjese en cómo mete ojo el chico robusto de remera negra!

Cuando menos uno podía esperarlo, llegó el empate papal, obra de Jorge Bava. Dos ágiles bellavistenses festejan. Pero lo que realmente emociona es la fineza con que fue colocado el alambre de púa para separar Olímpica de Ámsterdam. ¡Para sentirse en el primer mundo por un ratito!

Lembo dice "¡pero estamos todos locos, viejo!", mientras Burián muestra lo que pasa cuando uno no juega seguido (crece hacia los costados), y Dorrego nos mira y se ríe. ¡Qué dislate!

Pelota al área, saltan varios. Pero el Hueso, lejos de saltar, le tira un piñe a un afrodescendiente. Por otra parte, la bandera de los fuegos y el palito Pereira es formidable, hay que decirlo. ¡Lo que pueden las drogas!

"Una monedita, por el amor de Dios" parece decir el Colo Romero. ¡Qué cara de zanguango, juvenil elemento!

El 24 papal fingió haber muerto tras el encontronazo con el Cacique de los pelos lacios. Una injusticia. Pero por suerte Orfila hizo justicia por mano propia, y terminó echando al footballer auriblanco apenas tuvo oportunidad. Bien ahí, Orfi. No hagas caso a la gilada.

Nos cagamos todos ni bien vimos el Lanchile aproximándose a la torre de iluminación. Mire si llegan a tirarla, con los tiempos habituales de nuestro país, seguro que por tres o cuatro años nos quedamos sin Copa Bimbo. ¡Mala chispa me coma!

Para vos que decís que en el plantel tricolor no hay compañerismo: mirá cómo grita Lembo el gol pese a estar en el banco, mirá.

Orfi no es egoista, por lo que comparte sus secretos con su asistente, que buenas bases encajó. ¿Cordones celestes? ¿Será para combinar con el logo de Tenfield? En cualquier caso, ¡atentado al buen gusto! Dijo Orfi: "el tema es así: vos podés equivocarte, pero si al final gana el grande, no dejará de ser una anécdota de oficina. Así que hacé de cuenta que no viste el empujón del Pichón y no me rompás los huevos". Perfección hecha silbato.

Mientras Romero nos recuerda a Líber Prudente y su célebre avioncito, Bava sale despavorido. Tanta mala sangre se tradujo en machaza neumonía. ¿Neumonía o neumonia? Porque nosotros no jugamos futebol. Jugamos futebol.

Alonso protesta mano del apache papal. Pero ya se había entrado en la fase de "todo vale". Qué lindo deporte el fútbol, y qué lindo lo que se puso en la cabeza el hincha de la izquierda.

Se termina el partido, y los cuatro ídolos tricolores se retiran del field. ¡Arriesgue el nombre de los tres primeros y gane sensacionales premios! Porque el que está chupando el sudor de la casaca tiene pinta de ser el Chompi de la gente. Por otra parte, los preparativos rumbo al 2030 no dan tregua: ¡se arregló un respaldo de esas butacas durazas que solo a un milico se le puede ocurrir hacer!

No debe haber cosa mejor en la vida de un ser humano que ser elegido "jugador Yumbo" y llevarse un plato de esos de acero inoxidable que rinden bárbaro para servir el queso parrillero. De todas formas, era mejor cuando te daban un premio tangible, tipo el bolso de jugos Conaprole o el dvd que regalaba Peinado, hasta que un día le dijo al extranjero de Biguá: "what sport basketball... last yat, you win... a present for you". ¡Qué tiempos!