Cinema Soca: La pequeña Leti

Yo tenía una perra que nunca se me perdió. Eso fue así porque no tenía forma de perderse. Lamentablemente, muchos y muchas dedican una buena parte de sus vidas persiguiendo a sus mascotas. Uno sale a la calle en Montevideo y ve gente buscando a sus animales, gritándoles, suplicándoles para que retornen a su amo, a su esclavitud canina, a su vida sobre una azotea.

Imagine por un momento que usted es una de esas personas. Un día mientras riega las plantas, se da cuenta que Barilko, el pequinés que adquirió en Piedras Blancas, se ha fugado. Usted se enfurece y sale a buscar a Barilko por todo el barrio. Le grita, lo amenaza, le dice que es un perro fracasado y que nunca va a llegar a nada. Mientras usted camina por una plaza escucha el llanto de una niña de no más de tres años. La pequeña esta sola en una hamaca. Usted se queda a ver que sucede. Al principio guarda distancia, luego ya se sienta al lado de ese proyecto de ser humano y comienza a preguntarle cosas. Le pregunta por los padres, familiares, maestros y miembros de la comisión de fomento. Pero la botija no responde. Solo se limita a gritar, llorar y pedir por su madre (no la suya querido lector, sino la de la pequeña abandonada). Ahi usted evalua posibilidades. Dejarla sola es propio de una mala persona. Llevarla a la policia es lo más razonable, pero ¿qué sucede si vienen los padres? Quizás la madre tuvo que hacer una llamada importante o ir al baño o hacer alguna otra actividad. Es muy probable, piensa usted, que quien estuviera a cargo de la pequeña llamada Leti -dicho sea de paso- va a regresar muy pronto. El problema es que se pasa el tiempo, nos vamos volviendo viejos, y el billete no aparece, no aparece, no aparece. Usted recuerda incluso que uno de los tres Nélson dejó una vez a su bebé soñando un caramelo.

Después que usted decide esperar un poco más descubre una carta que sobresale de la campera de la pequeña Leti. El contenido de la misma dice: “Si usted esta leyendo esta esquela, es porque ha encontrado a mi preciada Leti. Si usted cuida de ella por unos días, le ruego discresión. Cien mil o un millón yo pagaré. No se la entregue a la policia. Recuerde que los súbitos de Bonomi nos viven extorsionando”. Luego de leer esa misiva, ¿qué haría usted? ¿Se llevaría a la botija para su casa o la dejaría allí en la hamaca para que venga un menor infractor, la meta en una lata y la mande pa Caracas? ¿ Qué culpa tiene la pequeña Leti de estar prendida en la Hamaca?

Un problema similar sucede en La Pivellina, una excelente realización austríaca de 2009 filmada en Italia con intérpretes italianos. Digo intérpretes y no actores porque la estrategía fue recrear esa situación para ver la reacción de la niña frente a la gente que la termina sacando de la plaza y la cuida hasta la eventual llegada de sus padres. Eso hace que el proceso sea bastante real y llamativo. La mujer que encuentra a la niña la cuida por varios días. Ella y su familia se ocupan de la botija día y noche. La Pivellina registra todo ese proceso.