domingo, 9 de octubre de 2011

CUENTO: Traje y capa


TRAJE Y CAPA (antes, una foto de la mina más linda del mundo)

Bajé las escaleras lo más rápido que pude, pasé rápido por el baño y, sin detenerme me puse el traje y la capa y salí a defender a la ciudad de los inocentes. Los inocentes son más terribles de lo que uno piensa, son peores que los villanos.

Los inocentes han hecho más daño a la sociedad y hay que reconocerlo, no se puede negar. Sin ir más lejos, el otro día estaban afanando a una vieja y yo estaba en la parada del bondi, la vieja me mira con cara de perro mojado y le digo:

- ¿Qué querés que haga, vieja? Que tenga capa no quiere decir que tenga que andar salvándole el pellejo a mujeres que ya tienen la fecha de caducidad impresa en el lomo como usted. ¿Por qué no llama a la policía mejor? 'Jame tranqui que voy a perder el 522.

Algunos piensan que soy violento, agresivo, que trato mal a las personas. Pero yo imparto justicia. Sin ir más lejos, el otro día le estaban pegando a un niño de primero de escuela unos de sexto, en la puerta mismo de la institución vareliana, y el gurí me miraba con cara de pingüino empetrolado y le digo:

- Hacete hombre. - Y me subo al 145. Siempre estoy esperando el ómnibus, lo que pasa.

Algunos me dicen que soy un insensible, que soy capaz de dejar llorando a una pequeña niña a la que le acaban de robar el chupetín y yo les contesto:

- Sí, tienen razón.

Por eso iba en el 145, vestido como un boludo, a cumplir mi misión nocturna. Debía pasar por lo de un noble hombre, que había solicitado mi servicio, a cuidarle la casa porque se iba al hospital a llevar a su hija enferma. Era una tarea muy noble, pero mi deber es defender al mundo de los inocentes. Entonces entré a la casa, tomé todos los objetos de valor que pude, la prendí fuego y me dí a la fuga.

Y en eso sentí unas sirenas: era la policía. ¡Me perseguían a mí! Yo no entendía por qué, si yo solo cumplo con mi deber. Por suerte justo pasó el 522 y pude tomarlo y sentirme a salvo, rumbo a casa.

¡Pero no! Tal parece que el patrullero era más rápido que el Come y lo interceptó, y ahí fue que no tuve más opción que saltar por la ventana y huir a toda velocidad por Ejido con mis super-turbinas. ¡Pero las super-turbinas no funcionaban! Ya me habían dicho que los productos de tele exel eran cualquiera. Me atrapó la policía, me metieron en cana. Yo siempre lo dije: la justicia tarda pero llega.

(NOTA: El que adivine en qué barrio vive el protagonista se gana una elaborada dedicatoria en el cuento del domingo que viene)


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3 comentarios:

Andrés Reyes dijo...

Yo creo que el superhéroe podría ser yo mismo. De hecho el 522 y el 145 pasaban por la esquina de mi casa hasta hace dos semanas, obras en Garzón mediante.

Ambos ómnibus coinciden en su recorrido varias veces, por ejemplo en Propios más o menos desde el Miguelete y hasta Sayago, y luego por Ariel hasta Carafí, que es la de la esquina de mi casa.

Andrés Reyes dijo...

El cuento creo que me gustó.

Carles dijo...

A mi me gustó mucho, ilustra una gran verdad, lo más jodido no son los culpables somos los que no hacemos nada.