domingo, 30 de octubre de 2011

CUENTO: Dura la vida del robot


Dura la vida del robot

(pero antes, como no podía ser de otra manera...)

Parte1.En la ciudad del futuro no existe más el papel. Toda comunicación a distancia, ya sea temporal o espacial, se hace a través de grabaciones o escritas en frías computadoras. Los escolares y estudiantes de todas las edades cuentan desde hace años con sus lujosas laptops y es frecuente ver en la feria a los verduleros llevando la cuenta en sus palms. Se trata también del auge de las pipas, ya que no hay papel para armar. Los japoneses debieron remplazar sus clásicas casas de papel por ladrillos y chapas de zinc. Aunque esto último no le importa a nadie. Y lo peor de todo, los cuentos se escriben en celulares. Tal es el caso del presente relato que el autor está a punto de presentar. Se hace sonar a Bajo Fondo Tango Club de fondo y empieza la función.

Parte2.

Felisberx P1150, no era un androide como los demás. Él tenía un poder. Ya desde pequeño en el jardín de infantes robots, su maestra notó que Felisberx no se comportaba como los demás de su clase. En vez de hacer lo que hace un bebé robot normal, soldar clavos, clips y alfileres a las antenas de los demás robotitos, multiplicar y dividir números reales en una fracción de segundo, sacar los dedos del enchufe o andar electrocutando animales pequeños o incluso algún humano, él se sentaba en un rincón y se ponía a acariciar un alargador, le contaba chistes a los microondas o heladeras para animarlos o se ponía a ver el informativo del cuatro y se sentía mal con tanto crimen en el mundo. En fin, era un robot con sentimientos, tenía el poder de emocionarse y eso no era siempre del todo bueno.

Parte 3.

Al llegar a la adolescencia, Felisberx se enamoró de una tostadora. Pero claro, no era un amor correspondido puesto que ningún otro artefacto electrónico tenía la capacidad de amar. Entonces el problema no era solo con la tostadora, sino con todos los robots y electrodomésticos del mundo, él jamás tendría una relación amorosa, o por lo menos con alguien de su clase. Hasta que un día conoció a Kindi, una gata negra que vivía en su misma manzana y que al verlo notó algo especial en él, vio como son los gatos de perceptivos. Felisberx la invitó a tomar un poco de aceite y ella accedió, se fueron conociendo y finalmente se pusieron de novios. Se mudaron a vivir juntos y un día decidieron casarse (aunque usted no lo crea en la ciudad del futuro se permiten estas cosas).

Parte 4.

La cosa se complica a veces. Muy lindo todo lo que se dice de la ciudad del futuro y los avances en las políticas sociales que permiten a un topo casarse con un martillo neumático, pero la sociedad sigue siendo de lo más retrógrada. Y eso le tocó muy de cerca de esta novel pareja interespecífica cuando se decidieron a tener un hijo. Sabido es que las cruzas entre robots y animales son muy difíciles de encontrar y tienden a ser marginados en escuelas y clubes. Un día sonó el teléfono en la casa de Felisberx, él estaba en el trabajo entonces atendió Kindi. Era la maestra del pequeño robo-felino para pedir que se apersonara enseguida en el colegio. Cuando llegó no lo pudo creer, su hijo no había aguantado la presión y su batería se quemó. Claro que le compraron una batería nueva, pero ya no fue lo mismo.