Salada la canchita: Hombre experimental aura que dice, el tape Bergman

Hubo un tiempo en que Ingmar Bergman era el director de cine más famoso del planeta La Tierra y cada estreno suyo era esperado con grandes expectativas y comentado con entusiasmo rabioso en medios de comunicación y en bares varios. Se ha exagerado un poco con que fue descubierto por los uruguayos y que si no fuera por nosotros, hoy estaría vendiendo maní con chocolate en la Torre de los Profesionales. Falta decir que nació en Tacuarembó, nada más.

Bergman se murió de viejo en 2007, el mismo día que otro gigante del séptimo arte como Antonioni. Pero en otros tiempos -décadas del 40 y 50- era un director joven, renovador, que venía a patear tableros en el no demasiado conocido cine sueco de la época.

Al llegar los años 60, el Ingmar de la gente era apenas cuarentón, consagrado y medio cuestionado por algunos escandinavos que lo acusaban de hacer un "cine de papá". O sea, lo mismo que el propio autor de "Juventud divino tesoro" le había criticado a los que lo precedieron. Para peor, en todo el mundo -o casi- muchas cosas cambiaban, muchas autoridades se cuestionaban y muchas cabezas jóvenes querían crear un mundo diferente.

O no. Es una discusiòn que da para mucho. Bergman sabía que la política no era su fuerte y, mientras se internaba frecuentemente en clínicas psiquiátricas, su crisis existencial le hacía pelearse con Dios, dudar del sentido de nuestras vidas y del cine mismo.

Salada la canchita, una columna que no se come ninguna, hoy trae uno de los largometrajes fundamentales de uno de los cineastas más importantes de la historia. Tomá pa vos. Persona (1966) es la película más arriesgada del gran sueco. Comienza con imágenes de martirios, un guacho feísimo mirando la película, bonzos quemándose y un corto mudo incluído en la primera obra maestra suya, "El demonio nos gobierna" (1948), nunca estrenada en Uruguay (*).

Una actriz de teatro enmudece -la gran Liv Ullmann, debutante en la ocasión- y en una isla sueca de aquellas se recluye con la enfermera Bibi Andersson, en una relación única en la historia del séptimo arte. La película se corta, las dos mujeres se transforman en una (ver foto), el mundo se cae a pedazos y Bergman quiere romper todo. Y usted lo ve acá.



(*) Pero yo la vi, putos.

Un saludo a los compañeros de la salud privada en su día.