domingo, 12 de abril de 2009

Ya no somos sub 20

Desde la lejana época de sus vueltas olímpicas, nuestro fútbol se ha caracterizado por tener algunos exponentes para quienes no existen cédulas o partidas de nacimiento. Lo que sigue pretende ser el tan justo como postergado homenaje a esos doriangrays del siglo XXI, que con sus dilatadas trayectorias nos hacen creer que aún es posible congelar el tiempo.

No suelen ser valorados, salvo excepciones. No tienen selección donde mostrarse para poder buscar la última diferencia económica, pues en el equipo del Maestro solo hay lugar para jugadores que corran (y Abreu), y además aquellos Sudamericanos Senior de fines de los 80 y principios de los 90 nunca funcionaron. Pero aún así, año a año ellos se las ingenian para renovar la ilusión de quienes los siguen en secreto, con frases tales como “físicamente estoy entero”, “la idea es seguir un par de años más” o la ya clásica “el día que me cueste levantarme a las 6 para ir a entrenar, largo todo”.

No hay nada que ejemplifique mejor el paso del tiempo que el fútbol. Durante la niñez es visto como ese espectáculo encarnado por héroes recios y lejanos, a los que uno ve en los diarios y la televisión con gesto conspicuo y pose de atleta griego. En la adolescencia, ni bien uno descubre que tendría edad para integrar la selección sub 17, nota –además de que ya ha empezado a fracasar en la vida, pues por algo no ha sido convocado– que el fútbol no es algo tan lejano después de todo. Es la fase de transición que muchos jóvenes experimentan de un modo traumático: les cuesta asimilar que tienen edad para participar de ese show al que han venido asistiendo pasivamente, en el que no parecen tener asignado rol alguno. Pero lejos de agarrarse consigo mismos, se la agarran con el fútbol, formando barras, tirando piedras y entonando cánticos de carácter soez.

Aún recuerdo el día en que vi a un jugador de primera división más joven que yo. Era Ignacio Bordad, por aquel entonces tercer arquero de Danubio, cuya ficha aparecía en la Guía del Campeonato Uruguayo de 1993. Recuerdo que la novedad me impactó. De ahí en más tendría más cuidado a la hora de insultar al lateral derecho rival, pues podría estarme insultando a mí mismo. Hoy, dieciséis años después, tengo miedo de agarrar el álbum de Sudáfrica 2010 y no encontrar ni un solo jugador más viejo que yo (amén del miedo a no encontrar ni uno solo uruguayo).

Pero la verdadera crisis sobreviene cuando aquellos juveniles que uno vio debutar en la tercera del equipo de sus amores, o en aquella recordada selección sub 15 que disputó aquel cuadrangular amistoso en Colombia, comienzan a pensar en retirarse. Ahí es donde realmente uno siente que el tiempo pasa, y que pasa de verdad. Pues para todo lo demás hay revanchas: si perdimos el campeonato hoy, capaz que ganamos el que viene; si el Cachorro Burián salió mal en un centro, capaz que en el próximo la descuelga; si esta vez no llegamos a fin de mes, seguro que el próximo lo logramos; pero si un jugador se retira, ahí sí que no hay vuelta posible.

Es casi como la muerte de un ser querido (o sin el casi, pues creo que he llegado a sentir más afecto por Julio Zoppi que el que he podido albergar por alguna tía lejana). Es algo que nos sacude al grito de “¿pero cómo se va a retirar el Bola Lima, si yo lo vi jugar en la sub 20 aquella en la que nos comimos 6 con España?” Pero se retiró nomás.

Por eso, salga desde aquí un ferviente saludo a todos aquellos futbolistas –los Darío Larrosa, Luigi Rodríguez, Loco Contreras, Mono Navarro Montoya y tantos otros– que resisten el paso del tiempo postergando indefinidamente el retiro, solo para hacernos creer que aún tenemos la vida por delante.

(Publicado en Guambia, 11/04/09.)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno Andrés.

Si queres no deprimirte, lo que podés hacer es ver Showbol... ahí Serafín y el Gaby Cedrés son los pibes del grupo xD

Johon dijo...

a mí pme pasó igual cuando festejé un gol de un jugador menor que yo, me quería morir. pero bueno, por suerte me hice socio y rompo las bolas en reuniones de grupos de presión a la directiva; ja, nosotros si qué jodemos.
PD: averigüen la edad de la novia de Serafín García, eso sí que es tratar de detener el tiempo... ojalá a mi me funcionara

Andrés Reyes dijo...

¿Es menor?

Johon dijo...

por poco no

Rafa dijo...

después está el bambino veira, que sigue siendo el mismo viejo bufarra de cuando éramos niños...