Fútbol pesetero

La polémica suscitada recientemente una vez conocido el llamado a servidores de café para el parlamento con sueldos superiores a los veinte mil pesos, nos lleva a meternos en el bolsillo del futbolista oriental para analizar –colocándonos en ese sitial de juez máximo que tanto nos gusta– si está bien que un lateral derecho gane más que un anestesista o un docente de idioma español.

Antes que nada, una aclaración, lo más demagógica posible: creemos que cada trabajador debe percibir el sueldo acordado en tiempo y forma, y aplaudimos los logros de la actual Mutual de Futbolistas Profesionales. Entidad presidida por Enrique Saravia, un hombre que por haber sido recio zaguero y barrabrava tricolor, nos merece el mayor de los respetos.

Sin embargo, no creemos en aquellos que afirman que nuestros jugadores son los peor pagos del mundo. Seguramente también lo serán nuestros maestros, nuestros policías, nuestros periodistas, nuestros columnistas de revistas de humor que aparecen todos los sábados con el diario, y nadie sale a rasgarse las vestiduras. Resulta claro que la acción gremial ha sido vital a la hora de lograr sueldos de miles de dólares para ágiles que terminan por no jugar ni un solo minuto. Y no me vengan con la historia de la corta vida del futbolista, porque ahí lo tienen al Mono Navarro Montoya: un par de añitos más en Tacuarembó y le da para jubilarse con todas las de la ley.

Que nuestro fútbol es pobre, lo tenemos ya bastante asumido. Basta ver los estadios de primera división, que ahora tendrán el césped verde y prolijo, pero que en su entorno siguen presentando imágenes únicas en el mundo.

Tribunas prefabricadas destartaladas, despintadas y vacías, alambrados cubiertos de enredaderas, un astillero detrás de un arco y agua donde debió haber una tribuna lateral, etc. Encima en el entretiempo de los partidos la imagen va a la cabina, donde –según trascendió– algunos rostros de los colegas de Tenfield fueron retratados por un artista alemán con el fin de decorar el tren fantasma de Düsseldorf.

Es un constante “señor no uruguayo: no se detenga jamás a ver imágenes de este fútbol pobre y carente del más mínimo rigor estético”, con el que seguimos llamados al fracaso a la hora de pretender vender las imágenes de un Rampla – Liverpool en el exterior. ¿Se imagina un operador de cable de Venezuela ofreciendo el paquete Premium en el que “por 13.000 bolívares más se lleva el canal del fútbol uruguayo, con K-Pos y la Cámara Celeste”? Yo no.

Por ende, asumida nuestra pobreza, debemos convenir que nuestros futbolistas ganan más que lo que nuestro deporte rey pareciera estar dispuesto a brindarles. Así es que suceden desgracias como las del Morro García, joven elemento que al parecer ya se mareó, y con el que el Doctor Da Silveira debería hablar hoy mismo, y acaso regalarle un motor PPA para su portón. Y a quienes me hablan de la presión a la que es sometida el jugador semana a semana, les diré: ¿qué es peor? ¿Qué una tribuna te silbe o ponga en duda tu hombría, o quedar en el medio de una pelea de diputados con una bandeja llena de cafés hirvientes a escasos metros de tu rostro, con chances ciertas de quedar peor que Niki Lauda?

Sin embargo, al parlamento se presentaron decenas de miles de personas, mientras que el llamado a aspirantes para defender la séptima división de Bella Vista, quedó desierto. Tiendo a creer que nuestros jóvenes prefieren asegurar el futuro de nuestra democracia, que el de nuestro fútbol. Máxime sabiendo que –en el peor de los casos– ya estamos clasificados al Mundial del 2030.

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(Publicado en Guambia, 18/04/09.)