Viene premio

Me cansé de no tener novia. Ya basta de adivinar que mis parientes siguen creyéndome gay. No porque yo piense que ser gay es algo malo, pues peor es robar o votar a Lamas. Pero es que como que siempre me importó el quedirán, supongo que por culpa de mi madre.

Pero mi amigo Walter, que de esto entiende quilos y quilos, sentenció: así como sin tetas no hay paraíso, sin guita no hay novia. ¿Y cómo accede un joven como yo a dinero fácil y veloz sin internarse en el mundo de la droga o -lo que es peor- de la venta de películas bajadas con el Ares?

La respuesta es la timba, pensé. Entonces fui al quiosco de Gualberto, un misterioso señor que en su viejo y despintado garage vende desde caramelos a piedras de azufre, desde chicles beldent a crema china para abrir el pecho. Le dije "el 48 a la cabeza veinte pei... o no, mejor deme un cinco de oro sorpresa". Gualberto, sabio zorro, sin levantar la vista, dijo:

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- Querido Dugui... mejor hacemos esto. En esta bolsa tengo unos 40.000 papelitos. Solo uno de ellos tiene una crucecita, los demás son simplemente blancos. Vos dame los 25 pesos a mí, y si sacás la crucecita, te pago de mi bolsillo el pozo acumulado. Así te ahorrás el viaje al canal, y tener que enfrentarte a Rodríguez Tabeira.

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Tras dudar unos segundos, porque yo no soy ningún boludo aunque lo parezca, le di la guita al Gualberto y metí la mano con entusiasmo. Saqué un papelito blanco como la ropa lavada por Gianola. Agaché la cabeza y me fui.

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A las pocas cuadras me di cuenta de que había aprendido una lección. La próxima vez le doy 35 pesos y tengo doble chance.

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Ojalá con las mujeres fuese tan fácil. Algo me dice que en mi bolsa sentimental hay muchos más papelitos, y -quizás- ninguna cruz.