miércoles, 3 de julio de 2013

Trabajo de hormiga


Ser padres es, en buena medida, un trabajo de hormigas. Vivimos acarreando cosas, afectos, compras, regalos, bolsos y recuerdos de un lugar a otro.
Es mucho más que ser un simple mochilero, porque la finalidad de la carga es siempre social, como la de las hormigas. Sobre nuestras estresadas espaldas pesa una gran responsabilidad: ni más ni menos que la supervivencia con felicidad de nuestros botijas.


Soy gitano
Es emblemático que lo primero que tiene que hacer uno para recibir a un botija es el bolso. Esa lista que te da el sanatorio con lo que tenés que llevar “el gran día” es una excelente metáfora de lo que será tu vida de ahí en adelante.
Ese nuevo ser que emerge traerá consigo, tal como atrae un imán a las limaduras de hierro, un mundo de cosas y cositas infinitas que sus padres deberemos acarrear por mucho tiempo.
En estos tiempos de botijas itinerantes, nuestra vida se asemeja rápidamente a la del integrante de una compañía de circo ambulante. Mochilas, viandas, mamaderas, mudas de ropa por si acaso, pañales, vasos, luncheras, triciclos, muñecas y cantimploras nos persiguen a dondequiera que vayamos.
Nos transformamos en una especie de carro alegórico de la paternidad. En torno a nosotros hay una constelación de objetos que nos secundan, un cortejo de responsabilidad materializada.
Los padres y madres que trabajan y los botijas que llenan colegios y guarderías han abonado esta nueva cultura de ser gitano, de habitar siempre un espacio de tránsito hacia una casa de fin de semana.

Taxonomía de bolsos, mochilas y afines
Lo que sigue no pretende agotar el universo de petates que rodea a cada padre, madre, abuelo o cuidador. Simplemente es un glosario obligado de posibles formas para atravesar la aduana de la paternidad.
El primer bolso. Qué momento. ¿Y todavía no armaste el bolso? Una pregunta obligada que saca de quicio al más planificado de los padres. Si es el primero, todavía pensamos que ya habrá tiempo o que falta mucho. Vaya ingenuidad. Los que transitamos por una experiencia de paternidad prematura sabemos que siempre es tarde. Aprendimos eso rápido y de la peor manera, pero qué verdad hecha bolso que nos acompañará para toda la vida.
La mochila de salir. Más rápido de lo que nos gustaría nos damos cuenta de que los bolsos maternales son muy lindos para hacer pinta, pero antes de terminar de pagar las cuotas (además son bastante caros), ya habremos optado por poner todo lo referente al botija en una mochila cómoda que habíamos archivado en el último estante del ropero. Lo más importante es que tenga buena capacidad, resistencia al peso y, sobre todo, que nos deje ambas manos libres, en particular si tenemos que controlar dos o más botijas.
La vianda. Un día a alguna mala persona que trabajaba en Covey se le ocurrió que sería buena idea diseñar una lunchera cuadrada, rígida e incómoda para vendérsela a los padres y llenarse de guita a la vez que hacía miserable la estadía en este mundo de los valientes progenitores. Antes de sucumbir a este flagelo más vale averiguar cómo se conserva la comida que llega al colegio y cuántas horas permanece sin frío. Quizás con una de esas bonitas y prácticas bolsas de neopreno alcanza, sin necesidad de complicarnos con frigobares ambulantes.
Un paseo por el parque. “Voy acá nomás”, piensa uno ingenuamente. Entonces toma una bolsa cualquiera y comienza a llenarla con lo mínimo indispensable: un vaso con agua (por si tiene sed) una pelota para jugar en la plaza, (pobrecito, vive encerrado), protector solar (está horrible el sol), repelente para los mosquitos (no sea cosa que se agarre dengue), lentes de sol, un gorrito, un paquete de galletitas, pañales, toallas y cambiador (si todavía usa), ropa interior y pantalón (si está tratando de dejarlo), cámara de fotos (cada momento es único), un par de muñecos favoritos (por si se aburre) y un camión de flete (para ir a la plaza de 15 a 15.45 hs). ¿No dan ganas de salir un rato?
Equipaje de vacaciones. Este tema merece un capítulo aparte. Antes con una esterilla, dos remeras, un par de jeans, unas chancletas, championes, jabón, toalla, cepillo y pasta de dientes estábamos prontos para recorrer el mundo. Los hijos hacen crecer exponencialmente el volumen de nuestro equipaje. Pronto nos sentiremos como el equipo de producción de un recital de Elton Johon, empujando la valija del auto para que entre todo o haciendo malabares en un COPSA con miles de bolsos y bolsitos (incluidos los botijas) ante la mirada atónita de los pasajeros. 

Subí que te llevo
No se ha diseñado todavía el transporte ideal para la familia con botijas. Todo tienen alguna contra, si no es por seguridad, es por confort o salud metal, pero sin lugar a dudas la forma más “cómoda” de trasladar a un botija es la que dura, en el mejor de los casos, nueve meses; a pesar de las molestias propias de la gravidez y la inequidad de género que implica semejante carga.
Vamos de paseo, pí-pí-pí.  Parece el medio de transporte ideal, pero no por eso carece de complejidades. Si uno quiere hacer las cosas medianamente bien, tiene que asesorarse antes que nada sobre la forma más segura de trasladar al botija sin que sufra un accidente. Antes de leerse doscientos manuales y páginas en Internet, conviene acercarse hasta la fundación Gonchi Rodríguez y pedir asesoramiento sobre qué tipo de silla es más conveniente. Más que por la edad de la critatura, uno debe guiarse por el peso de nuestro retoño y por las características del vehículo. Este es un tema para tomarse muy en serio, es la vida de nuestros botijas la que está en juego y un auto es un arma, además de un efectivo medio de transporte. Ni te digo cuando le crecen las piernitas y empieza a patear del asiento del conductor. Si se agarra un berrinche en el camino, como dice un gran instructor amigo de la casa, “baliza, detengo mi auto y espero a que se calme antes de continuar la marcha”. Qué grande José.
¡Autobus! Y sí, después de tantas horas de tv cable difícil que te tomen un ómnibus. Lo que los botijas quieren es andar en autobús. Aunque a ellos en general les encanta y les resulta una gran aventura, por lo general un padre o madre con un botija en un ómnibus es como un elefante en un bazar. Hay que moverse en bloque tratando de mantener el equilibrio con miles de cosas en las manos. Y para colmo el botija en el estado de excitación que lleva se te cambia cinco veces de asiento o, lo que es peor, se te duerme dos paradas antes de llegar. Pero qué lindo es nuestro transporte colectivo ¿Verdad amigos? Con su flota tan desigual, su errática limpieza y una frecuencia que desafía cualquier esfuerzo por informatizar los horarios y pretender que vivimos en un primer mundo vial. El trasporte colectivo, como tantas otros aspectos de nuestra ciudad, es verdaderamente hostil con los botijas.
Bandera baja. Los botijas salen en general de los colegios, escuelas y jardines entre las 17 y las 17.30 horas. Pero resulta que el cambio de guardia de los taxis arranca a eso de las 16 horas. Si nuestro trabajo nos queda a una buena distancia del colegio y optamos por este medio de transporte, nos chocaremos con esta realidad paralela y contrapuesta en la que, cuanto más necesitamos algo, menos posibilidades de acceso a eso tenemos. Aguarde en línea, estamos buscando el móvil más cercano a su ubicación (música de supermercado).
Carrito veloz. Si la distancia que tenemos que recorrer no excede las veinte cuadras, no lo dude, acuda al carrito. Es medio complicado cuando hay un hermanito o hermanita chico de por medio, ya que contamos con su buena voluntad para acompañar  la marcha del carrito con el bebé, pero no es nada que un buen entrenamiento y motivación adecuada no puedan resolver (si llegamos de día te dejo usar un rato la computadora, te dejo ver dibujitos, y chantajes por el estilo). Otra de las bondades del carrito es poder colgarle de los manguitos la mochila, las viandas, las compras para la cena, y todo lo que aguante sin quedar haciendo Willy. El que inventó la rueda con tracción a sangre estaba despegado pero mal.

Más livianos
A veces pienso en el día en que ya no tendré que cargar con tanta cosa. Pienso si se parecerá a terminar la facultad. Pienso en lo que me costó dejar de usar mochila y en cómo inventé siempre miles de excusas para volver a usarla porque sin ella me sentía demasiado liviana, desnuda, desprovista de algo sin saber bien qué. Siento que hoy estoy cargando varias veces mi propio peso pero que, con el transcurso de los años, el peso de los demás se convertirá en mi propio peso. Si por esas cosas del destino un día volviera a ser solo yo, no podría soportar tanta levedad. Así es de contradictoria la vida, el amor y la carga que se lleva con gusto.

16 comentarios:

fernando dijo...

La engalanaste Maca, excelente columna, te felicito.

PD: Soy padre de mellizos de 1 año.

Mauro M. dijo...

Estas columnas son impecables! Pero asustan como la mierda...

Macarena dijo...

Fernando, vos sí que sos crack.

La verdad, no sé qué haría con dos botijas de la misma edad.


zorro d colonia dijo...

qué flagelo las cantimploras esas,no hay una que no pierda,a no ser que uses una de la segunda guerra

zorro d colonia dijo...

excelente lo tuyo,Maca

Unknown dijo...

"...y todo lo que aguante sin quedar haciendo Willy". Mencantó.

No hay como llevarlo así. Aunque sólo sea para los primeros meses. http://bit.ly/13m0UMj

Macarena dijo...

Kurco, también están esos más hippies que se atan. Nunca tuve, pero la gente que sabe dice que es de lo mejor que hay.

zorro d colonia dijo...

Kurco,es lo más cómodo hasta que te lo sacás,ahí te das cuenta del dolor en los hombros

Macarena dijo...

Es cirto Zorro.

Con la primera que era una laucha lo disfruté pila. Mientras que con la segunda que viene medio polenteada, ya hace rato que lo abandoné.

Unknown dijo...

Para mí que va en cómo se lo ajuste uno. Si lo ajustás bien te caminás kilómetros y ni lo sentís.

Unknown dijo...

Desconozco el trapo cruzado ese que está de moda. Igual no le veo mucha seguridad.

Ce dijo...

Muy buena la columna.

Yo tengo esa tela larga que te enrollás al botija pegado al cuerpo.
Esa que efectivamente es medio hippie pero que en algunos lugares te lo cobran como si fuera un repuesto de BMW.

Macarena dijo...

Este es el trapo hippie-chic
http://www.mitai.com.uy/productos.html

Se puede ver mucho en Parque Rodó, por ejemplo, donde se lleva mucho el padre que te va en pata al almacén.

Diego Floyd dijo...

Muy buena columna Maquita querida, como siempre!

Unknown dijo...

nuevamente te haces merecedora de feliiteishons!...

y decí q yo ya empecé, q sino me da por cerrar la fabrica antes de inaugurar!

Lucho dijo...

Macarena, leerte es grandioso, no sé como carajo hacés pero tenés una calidá pa explicar las cosas que hace que al leer uno no pueda evitar sentirse plenamente identificado.

Yo no tengo auto (y aprovecho para saludar a toda esa manga de soretes del transporte colectivo) pero no paro de ver gurises sueltos en los autos, la gente realmente no se toma muy en serio el tema. Para peor tengo un par de testimonios de choques con gurises sueltos que son estremecedores.

Fernando, no podria llegar a imaginarme lo dificil que debe ser tener mellizos. Creo que luego de eso están preparados para cualquier cosa. Si tuviera, de seguro lo pondria en mi curriculum.