Bien Verzeri, bien

Gracias, Óscar

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ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN EN 12 JULIO 2013

ESCRITO POR: ANDRÉS REYES

FOTO: AFP, BEHROUZ MEHRI

De la mano del impopular entrenador Juan Verzeri, y tras vencer al experimentado seleccionado juvenil iraquí, a la sub 20 de Uruguay se le presenta el desafío de entrar a la cancha a conseguir nuestro primer Mundial pos Maracaná. Quizás quepa preguntarse qué diferencia a la actual selección juvenil de sus antecesoras. ¿Serán los De Arrascaeta y Avenatti mejores que los Tejera y Darío, que los Petete y O’Neill, que los Chevanton y Forlán?

Sabido es que desde que el fútbol uruguayo entró en crisis (más o menos el 17 de julio de 1950), las selecciones juveniles fueron el chivo expiatorio de las frustraciones acumuladas por una afición malacostumbrada a victorias que comenzaban a perderse en el pasado. De otro modo no se entiende que en 1997, mientras Uruguay quedaba nuevamente fuera del Mundial de mayores, decenas de miles de personas se volcaran primero a 18 de Julio (en épocas en las que uno iba a festejar y no se volvía a su casa con un lcd de 42 pulgadas) y luego a perseguir la caravana triunfal que traía a los jovencitos celestes desde la lejana Malasia. 

Uruguay acababa de perder la final del Mundial sub 20 ante Argentina, y más allá de festejar algo que carecía de valor en sí mismo (ser segundo en un campeonato al que los europeos nunca le han dado mayor importancia), la afición salió a expresar algo mucho más profundo: el haber recuperado protagonismo, por un efímero instante, en un deporte que ya había comenzado a globalizarse y en el que parecía no haber lugar para un fútbol que se seguía jugando en estadios con más pasto en las tribunas que en la cancha. En todas partes se habló durante un ratito de Uruguay, del Nico Olivera y de Zalayeta. Y eso nos alivió momentáneamente el dolor de ya no ser.

Quedate nervioso, Obdulio. 

La crisis de la selección uruguaya se profundizó a partir de 1974, más o menos a los tres minutos del debut mundialista ante Holanda, ni bien comprendimos que los rubios de naranja jugaban a otra cosa y se movían a otra velocidad. No en vano entre 1975 y 2009 no hubo otro lugar en el universo donde el fútbol juvenil interesara tanto como en la República Oriental. Pues ningún otro país del mundo tenía tanto peso histórico para depositar sobre esas jóvenes espaldas. Era tal la atención generada, que hasta la Coca-Cola sacó una promoción denominada Tinguibol, que incluía chapitas con imágenes de los miembros de la selección juvenil de 1979. Imagine la emoción de los niños de aquella época al destapar una Fanta y descubrir al Tano Gutiérrez.
Sin embargo, 16 años después de la última gran fiebre colectiva provocada por una selección juvenil, la del ingeniero Verzeri echó a rodar un carro que lentamente se ha ido poblando, pero que en lo previo al torneo muy lejos estuvo de despertar las expectativas de otrora. 

La nueva nuestra. 

Si algo tienen las selecciones uruguayas de la era Tabárez es un patrón de juego definido y reconocible. Los equipos celestes tienen siempre menor posesión de pelota que el rival (así jueguen contra Papúa), cuentan con dos o tres volantes que corren cual si fueran víctimas de un poderoso encosto1 desde el minuto uno, como si el universo pudiese estallar si no recuperan la pelota a la brevedad, y carecen de puntero derecho. Parecen sentirse más cómodos esperando y contragolpeando que saliendo a proponer, prácticamente no pegan patadas, y rara vez ganan por más de un gol.

La selección de Verzeri es un claro ejemplo. Aunque con matices: juega más feo que la mayor (quizás porque Suárez y Cavani son mejores que el Diente y Avenatti), sus volantes corren aun más enajenadamente por el campo, y el ingeniero ha logrado un consenso que a Tabárez le ha sido imposible alcanzar: ricos y pobres, hinchas de Nacional y de Peñarol, votantes de izquierda y de derecha, coinciden en que Verzeri no sabe nada, y que debería dar un paso al costado en caso de que su alma albergue el más mínimo resabio de dignidad.2

Libertad o muerte. 

La gran diferencia con anteriores incursiones en la fase definitoria del Mundial sub 20 habrá que buscarla en el contexto. El pasado reciente de la selección mayor le ha quitado responsabilidad a nuestros botijas, que ahora salen a la cancha a hacer simplemente lo que pueden y saben, no lo que quienes los doblan en edad debieron haber hecho y no pudieron.

Por eso, si el sábado el Diente mete un gol y luego Verzeri lo saca para poner un volante de marca, y terminamos saliendo campeones, la gente se volcará a las calles específicamente a festejar este triunfo puntual, ya no a evocar grandezas pasadas.

Podríamos coincidir en que nuestros juveniles no son mejores ahora que hace 15 años, sino que tienen mejores resultados porque juegan con menos presión. Son más libres.

Quizás ése habrá sido el principal legado de Tabárez, cuando el 13 de julio de 2014 anuncie en conferencia de prensa, tras pelearse con dos periodistas extranjeros que le habrán preguntado por qué no convocó al Tanque Silva, y con la Copa del Mundo debajo del brazo, que llegó la hora de dar un paso al costado. 

1. En la umbanda se denomina así el acto mágico que deja a la víctima poseída por un espíritu malicioso o demoníaco.
2. Claro que está a un partido de convertirse en el entrañable ingeniero de las mejores ilusiones celestes.

(Publicado en Brecha, http://brecha.com.uy/index.php/sociedad/2128-gracias-oscar)