jueves, 19 de mayo de 2011

Good Morning Vietnam


Bahía de Halong. Intento de suicidio luego de ver los goles que se hizo Garcés. Tras Alf iría Matías.

Cuando a uno le dicen Vietnam no le viene otra imagen a la mente que aquella guerra que supuso la primera derrota estadounidense. Y no está tan errado, ya que mucho del turismo que viene por estas tierras, es generado por tal acontecimiento.

Bueno, pero más allá del juicio totalmente carente de fundamentos e inundado de prejuicios que inaugura esta entrada, ha resultado un país bastante interesante, mas no sea por haber pasado dos días de los siete arriba de un ómnibus. Pero interesante al fin. Es que algunas cosas en Vietnam son, quizás, las excepciones que confirman aquella regla de que los estudiantes de ciencias económicas no pasan incomodidades en su viaje.

Imaginen por un minuto un ómnibus que sale de Hanoi para Hue (primeros dos destinos). La partida está marcada para las 6 de la tarde, y el arribo, 9 de la mañana del otro día: 15 horas de viaje.

Ahora sumémosle que, lejos de ser un coche cama, ya ni siquiera es como viajar en la Turil. No. Al mal nacido que diseñó ese aparato se le ocurrió que las 42 personas podían ir acostadas. ¡Fenómeno! Si no fuera porque las camas están hechas para personas de un metro y medio de estatura.

La idea va tomando forma. 15 horas acurrucado en una cama vietnamita, con el ómnibus saltando a cada pozo, y lugareños compartiendo sus olores con toda la habitación. El infierno ha de ser muy parecido, pero reconozco que lo pudimos controlar bastante bien. Bueno, casi...

Es que por algún motivo, la gente en Vietnam que se moviliza por la calle, si tiene bocina, la hace sonar. ¿Para evitar choques? ¿Para saludar? ¿Para festejar que ganó Peñarol? No lo sabemos. Pero ha de ser por todos esos motivos juntos y muchos otros, puesto que, cada 10 segundos, sin excepciones, encajan un bocinazo. Y nuestro chofer debería ser el líder de esa diabólica secta, ya que amén de la bocinada decasegundil, cada vez que se cruzaba con otro automóvil, apretaba la bocina hasta obtener respuesta de su contraparte. Ahora sí, disfrutá el viaje en bondi si sos Mandrake.

Resulta interesante ahora la tarea de ahondar un poco, ya que de bocinas hablamos, en las normas de tránsito vietnamitas. Como todo en el viaje, en los primeros países que pasaba algo extraño, pasaba y ya, pero no llegaba mucho más de ser una novedad. Pero cuando ese algo comienza a repetirse país tras país, es sano interesarse un poco y analizar cómo está funcionando.

Bajándolo a tierra, nos pasó con las prostitutas, con el regateo, y ahora toca hablar del tránsito. La palabra que mejor lo define, y que hará en vano descripciones ulteriores es "caos". Las normas no existen, los semáforos no funcionan, los señaleros están prohibidos, y las bocinas, como ya dijimos, son el lenguaje universal de las calles. Si uno quiere cruzar de vereda, simplemente lo hace. Mira primero a la izquierda, esquiva una decena de motos, luego a la derecha, esquiva algunas otras, y ya. Si dos autos vienen de frente por una calle angosta, bocina y uno se desvía para alguna entrada, para que el otro pase sin problemas. Bocina también si un enjambre de motos va muy lento enfrente para adelantarlas a la marcha, y siempre sin discusiones ni accidentes. Pues algo hay que reconocerle a estas gentes, y es que, al menos por un minuto, nos han hecho dudar de las pulcras reglas de tránsito de nuestro país. ¿Cómo es que con tantos semáforos, tantas cebras, gente cruzando por las esquinas, tanto inspector, alcoholemia y anda mais, seguimos teniendo tantos accidentes? ¿Y cómo hacen ellos pues, para, en una anarquía total, arreglárselas para que no haya accidentado alguno, ni tacheros amenazando a choferes de omnibuses por cualquier motivo? Por absurdo que parezca, al menos merecen nuestra reflexión.

Volviendo a lo nuestro, luego de Hanoi y Hue, anduvimos también por Hoian y Ho Chi Minh City. Para resaltar queda la amabilidad de los empleados en casi todos los comercios (que ni por asomo se extendía a los choferes de bondi), la comida abundante, y lo barato de las porquerías tipo remeras y souvenirs.

Como reflexión final una advertencia de cara al posible mundial de Uruguay en 2030. Jugamos un fútbol playa con unos botijas y son, al menos, mejores que un Danubio de Acevedo. Es cierto que el tornado alfonso estuvo en la red, para variar, pero así como Venezuela dejó de ser la Cenicienta, Vietnam no será Blancanieves pero que se viene se viene.

Y hablando de venirse, el 21 de mayo se acaba el mundo tal cual lo conocemos, así que aproveche y ponga esa poronga, que puede ser su última oportunidad.

11 comentarios:

alf dijo...

me estoy dando cuenta que peñarol siempre juega los jueves de noche

nanodelchuy dijo...

lo viste ahi?
o pasaban el partido de nacional el tanque?

Vidiella dijo...

loco, no podés contar que perdieron un picadito! mentinos!

Maragat dijo...

Bo, hay mala onda con Alf? por que no le comentan la columna al botija?

Yo te banco Alf.

Carles dijo...

Alf: peñaroool
pañaroool
la puta que te pario
estoy medio mamado

Carles dijo...

saludos a la gripe porcina

Bestiario dijo...

Espero alf que la estés pasando genial, que te diviertas como loco, pero que en el fondo tengas la sensación de dolor por la culpa carcomiendo tu alma, al saber que todo lo que está pasando en este bendito país es en parte tu responzabilidad.
Dicho todo esto, muy buena pintura del paisaje vietnamita.

pipicui dijo...

No puedo evitarlo, pero cuando veo o escucho VietNam me sale inmediatamente tararear Pain it Black de los Rolling...
Supongo que no era el único que veía aquella serie los viernes en el 4...

German Schnyder dijo...

Algunos la veíamos en canal 11 Telefé...
Ya dejaste de ser polémico Alfonso, eso explica la falta de comentarios, tenés que inventar algo nuevo.

Brunzo dijo...

Me encantan estas crónicas.

Pero...drogas?

alf dijo...

polémico sería hablar de albín?

drogas la verdad he visto pocas, más allá de los pintorescos mushrooms... de hecho cuando llegué a malasia había tremendo cartel que versaba sobre la pena de muerte para los traficantes

Nam, cómo no