Fiebre de sábado por la noche

Hay algo que deben saber todos los padres, madres y aspirantes a serlo:

Los botijas se enferman casi siempre los fines de semana. La probabilidad es mayor a 90%. No hay estudios que lo respalden pero ¿pregúntenle a cualquier padre? Y reíte de Equipos Mori. Van algunos indicadores que rara vez fallan.

El tranquilo

Uno lo mira y piensa “la pucha, qué lindos colorcitos que tiene, cómo crece la criatura, pero mirá cómo madruró, qué tranquilito que está”. Esa es la primera señal de que algo no anda bien. ¿Su botija se porta sospechosamente bien? ¡Tómele la temperatura! Como me dice mi pediatra cuando me quejo de que la mayor tiene problemas para quedarse quieta: “no es hiperactiva, madre, está sana”. No le contesto porque es buen pediatra, pero me dan ganas de mandársela a derrochar salud a su casa un fin de semana de estos.

Cumpleaños, casamiento, bar mitzvah

No hay nada más riesgoso para la salud de nuestros hijos que un compromiso ineludible. Ni bien te calzaste las pantimedias o te acomodaste el nudo de la corbata, el botija saca un germen de debajo de la manga, de los pliegues de su pañal o de donde quiera que guarden esos recursos. Cancelamos todo, llamamos a la emergencia desesperados, y a la segunda toma de Amoxidal la botijada ya está con unas pilas bárbaras. A riesgo de quedar enemistados con todos aquellos a los que prometimos estar presentes, preferimos “que no sea nada” o sospechar una suerte de coartada siniestra en contra de nuestros momentos de esparcimiento, antes que verlos realmente enfermos.

Alérgicos a las vacaciones

¿A quién no se le enfermó de algo el botija en vacaciones? Una picadura exótica de algún insecto misterioso, una reacción a algo que comió que no podemos identificar con claridad. Una insolación, una gripe de verano y el clásico dolor de muelas. Los imprevistos no se toman vacaciones. Conviene viajar siempre muñidos de un nutrido botiquín, con un seguro de salud que nos ampare, si es que viajamos fuera de fronteras. Si vamos a un balneario, identificar el centro de salud más cercano que cuente con servicio de pediatría y tenerlo bien ubicado en el mapa. Cuanto más preparados estemos, menos probabilidades existen de que algo malo ocurra. ¿Basada en qué digo esto? Es una mezcla infalible de experiencia y superstición, pero funciona.

De memoria

Algunas cosas que conviene aprenderse de memoria o anotarse en un cartoncito y tener siempre a mano al mejor estilo “memento”: 

-El número de cédula de la criatura

-Peso actualizado (por si se le debe indicar alguna mediación de emergencia)

-Si es alérgico a algo, al yodo por ejemplo.

-El teléfono del pediatra, si es celular, mejor. No confíe en la tecnología, anóteselo en un papel que nunca se queda sin batería.

Y no se preocupe si se sorprende haciendo las cosas que hacía su madre o su abuela, como tirar las cajas y archivar los prospectos de los remedios o coleccionar jeringas y cucharitas, es completamente normal.

Lo que no puede faltar en el botiquín de toda familia precavida:

1)      Un termómetro digital. Hay unos con la punta flexible que son una maravilla, sobre todo cuando la botijada lucha por quebrar el aparato con el poder de su axila.

2)      Ibuprofeno, preferentemente en versiones infantiles. No es para medicarlo por las de uno, es para no tener que salir a las 3 am a comprar a la farmacia cuando el médico de la emergencia, haciendo gala de una década de estudios, nos indican darle la dosis correcta de ese popular remedio.

3)      Bolsa de suero en el freezer. De gran utilidad para aliviar chichones y evitar que se transformen en arcoíris multicolores. ¿Virtudes? No gotea, se usa al instante y olvídese de la incómoda cubetera y la bolsita de nylon o pañuelo. 

4)      Chupamocos. Sí, es lo que parece, y es genial. Se trata de una manguerita con dos boquillas de vidrio en los extremos. Una va en la narina del botija y el otro extremo va en los labios del abnegado padre, madre o tutor. Como les decía, es lo que parece. Es un aparato para succionarle los mocos al gurí, pero no se asusten, que midiendo bien la fuerza no hay nada qué temer.

5)      Frasquitos estériles. Para juntar cualquier tipo de fluído que nos de una pauta de lo que está aconteciendo en el organismo de nuestro querubín o querubína.

Para terminar y casi a modo de cábala, aunque suene mala onda, tengan una mochilita pronta con mudas de ropa de los padres y de los botijas. Si tiene que ir a la emergencia, llévela. Lo mejor que puede pasar es llevarla al cuete. Y a no olvidarse de colocar un juguete o papel y colores. Un box de emergencia un sábado o domingo suele ser un lugar hostil para la criatura y, aunque tenga 39 de fiebre, a la larga se aburre.





BONUS (a pedido de Master)

Con ustedes.... ¡El chupamocos!