miércoles, 19 de junio de 2013

Al cine en barra




Siempre hay una primera vez. Un día cualquiera del mes de julio, supongamos, nos armamos de coraje, le ponemos la campera, los guantes de lana la bufanda y el gorro al botija y enfilamos para una sala de cine, sin importar cuántos casos de gripe AH1N1 anden en la vuelta.

¿Qué edad es la ideal para incursionar por primera vez con nuestro retoño o retoña en una sala de cine? Por experiencia diría que alrededor de los tres años. Sin embargo, a no desesperarse padres reincidentes, es posible ir con uno de cuatro y otro de un año. Usted dirá ¿es una locura? Y sí, un poco. Pero vale la pena, porque ir al cine es ir al cine, no importa que se venga el apagón analógico y fabriquen teles de 80 pulgadas. ¿Verdad que sí?

Estas vacaciones de julio, si no la bajan de cartel, hay que ir a ver Anina. Divina película. Fui a verla con mis dos hijas y les encantó. En la sala no volaba una mosca. Los padres estaban súper enganchados y los botijas también. Para quienes tuvimos el privilegio de disfrutar de la escuela pública, un mimo al alma, pero también un llamado de atención y un dejo de nudo en la garganta, porque la película está ambientada en un Uruguay que ya no es, con boletos capicúa, barrios tranquilos de clase media y botijas de moña azul. 



Los botijas se re identifican con el personaje de Anina Yatay Salas y sus amigos. Leí algunos comentarios acerca de lo “lenta” que es la peli en algunas partes. Pamplinas. Mantiene bien la atención, sin necesidad de provocarle convulsiones a su auditorio. Los colores no son rutilantes, muy por el contrario, es una paleta más bien apagada pero que está acorde con los colores de nuestra ciudad, con un Montevideo en tonos de gris, azul, marrón y beige, colores fieles a nuestra idiosincrasia. 

Una crítica constructiva: el libro que da origen a la película no puede estar agotado. Incluso en el mes del libro, en pleno “boom” de la película, no se hizo una reedición. Tirón de orejas para la industria editorial y un saludo para el autor que, asumo, debe estar chocho. Más allá de que cambiara de sello, ya no está más en Alfaguara, tendría que haberse previsto con tiempo que la gente iba a buscar el libro. Cierro paréntesis.

Como decía al principio, antes de irme por las ramas hasta tocar el sol, vestimos a las botijas y enfilamos para el Montevideo shopping, sin ganas porque no nos gusta esa sala, pero era el único horario que nos servía. Como la pequeña en aquel entonces no caminaba, la metimos en el carrito, sacamos las entradas luego de hacer una cola interminable, y nos mandamos a hacer la fila para la sala. Por suerte las entradas ahora vienen numeradas. Una buena idea, lo comprobamos luego, fue pedir los tres primeros asientos antes del “balconcito” donde terminan las butacas del nivel alto, para no molestar a nadie con el campamento infantil que armamos. 

Cuando nos tocó nuestro turno de ingresar a la sala, la miré a la acomodadora del Movie con cara de “capaz que no puedo pasar con el carro” y, luego de algunas negociaciones breves, logramos introducir a la botija con rodado y todo. Como la grande ya paga, tenía su butaca, pero la otra va en la falda. En algunas salas tienen unos suplementos para que queden más elevados y no los tape la persona que se siente adelante. Una gran idea. 

Al principio la botija chica se entusiasmó y hasta comió el pop de la hermana y aplaudió las canciones. Más tarde, lejos de dormirse, se puso algo inquieta. No había mucho lugar para moverse (en el poco espacio que quedaba a los pies acomodamos el carro cerrado). Sin embargo nos las ingeniamos para mantenerla ocupada jugando con un vaso vacío y una pajita, eso sí, cuidando de que no se comiera los restos de pop del piso que quedaban tirados de funciones anteriores. Así somos los orientales, tan cinéfilos como mugrientos. 

Me sorprendió cómo la botija grande nos reprendía si hablábamos durante la película. “Ya tiene incorporado los códigos del cine”, pensé, y un hilo de baba se me asomó por la comisura izquierda.

Al final hubo aplausos y una evacuación tranquila y remolona de la sala. Manuela le dijo a su hermana “qué emocionante, tu primera vez en el cine” y otra vez me vino como un chicotazo de conciencia de lo que estaba pasando: estaba contribuyendo a construir los primeros grande recuerdos de dos seres excepcionales. Es una sensación inexplicable, mezcla de responsabilidad con emoción que, por suerte, así como viene, se va.

 ¿Por qué digo que hay que ver Anina? Además de ser una bella película, los chiquilines salen de la sala tranquilos, comentando lo que vieron, pensando en las cosas que le pasaron a Anina. Esto parece algo de Perogrullo, pero con otras películas no pasa. No se trata de un estímulo inmediato y pasajero a los sentidos, ni de una historia estereotipada, calcada hasta el hartazgo. Esta película los deja pensando, que no es poco. Y nos habilita a los adultos a contarles historias sobre nuestra propia infancia, además de mostrarles una forma creativa y sensible de resolver conflictos.

Pensé que la pequeña se asustaría cuando apagaran las luces, pero luego reflexioné y la falta de luz es algo a lo que están adaptados desde el vientre materno. Dicen que los últimos meses perciben un reflejo, el sol que se cuela a través de la piel de su madre. ¿Se parecerá el útero a una sala de cine? No sé, quizás sea una analogía muy jugada, pero de lo que sí estoy segura es de que la oscuridad propicia las buenas historias y de que los monstruos no van al cine.



P.D: Feliz Día del Abuelo, para los que tienen alguno, para los que no tienen ninguno y,  por qué no, para los que tienen más de cuatro, también.


Esta columna está en contra de los “días de”, y con este en particular porque convirtió el natalicio de Artigas en El Día del Centro. ¿Alguien sabe si Artigas tuvo nietos? Capaz que tuvo y ni se enteró.

11 comentarios:

Master dijo...

¡Que estilo que tienen tus columnas!

Admirable de verdad, aparte me muestra cosas de un mundo que me es absolutamente desconocido.. Y del cual más de una vez sentí intriga (ser padre), gracias por tanto Maca.

Carles dijo...

Maca, tengo ganas de ir, pero no tengo un mocoso a mano, qué hago, ¿voy igual?, ¿me disfrazo de niño?

zorro d colonia dijo...

habrá que aventurarse y darle pa delante,aunque la gurisa tiene 3 y medio todavía no me animo,temo perder mis 120p de la entrada en 5 minutos

Lucho dijo...

Macarena es muy bueno leerte, expresiones como "estaba contribuyendo a construir los primeros grande recuerdos de dos seres excepcionales" no podrian ser mas ilustrativas y dulces de esos momentos...

Carles, cuando quieras te lo dejo baniadito y peinado en la puerta para que lo pases a buscar...

Lucho dijo...

Y de paso te digo que estaria bueno una columna sobre pelis para botijas, ya que no todas estan buenas pa que las miren.

Este invierno dicen se estrena "Rio 2", la 1 es espectacular, super recomendada, con una tematica muy buena y unas partes musicales petaculares.
Otra muy buena en esa linea es Lorax, en busca de no se que, de 2012...muy educativa
Anina la tenemo que ir a ver todavia

Nacho dijo...

Decí que Cristian vive y lucha, sino postulaba a Maca para la columna de cine. ¡Qué descripción de la película, meu deus!

Y aparte usa la palabra 'pamplinas'. No cualquiera.

Unknown dijo...

A mí me dieron mas ganas de leer otra columna de Maca que de ver la película.

Macarena dijo...

Tomo la propuesta de recomendar pelis, si nuestro columnista oficial no se ofende.

En la medida que pesque alguna interesante, que le aporte algo a la botijada, intentaré trasmitirlo de la mejor manera posible.

Gracias por los comentarios, pensé que la estaba pudriendo, bah, quizás la podrí pero no me enteré.

Me quedó larguita la columna...

Ce dijo...

Aun no fui al cine con la botija. En realidad creo que yo no voy al cine desde que nació la botija (hace casi cuatro años). Ella fue una vez con la tía a ver una película en 3D... el tema de los lentes fue complicado, y creo que no la pasó bien por eso.

En estos días va a ver Anina con el jardín, ojalá sea todo para bien.

Gran columna, en todo sentido.

Andrés Reyes dijo...

Me encantó la columna en general, y la analogía cineuterina en particular.

Si alguien quiere botijas para ver película, los alquilo baratos.

Diego Floyd dijo...

Maca mencantó!