domingo, 21 de junio de 2015

Saquen las ambulancias al son

En un partido que resumió de manera cuasi perfecta a nuestro fútbol, Nacional derrotó 3 a 2 a Peñarol para coronarse campeón uruguayo. El partido, sabido es, no llegó a terminar debido a que algunos parciales carboneros decidieron comenzar a lanzar butacas por el aire, luego entró una ambulancia, luego se montó un escenario donde se entregó una copa que no era la real, y una larga lista de etcéteras que confirman la eterna singularidad de nuestro balompié.

Es casi un milagro que no se haya lamentado algún herido grave, y que los jugadores de ambos equipos, tan afectos en los últimos tiempos a solucionar sus diferendos a puñetazo limpio, hayan demostrado un comportamiento cuasi ejemplar. Llegó un momento en el que ambos parecían querer que el campeonato terminara, había quedado demostrado que Nacional fue más que Peñarol durante todo el año, y que Bengoechea necesitará ser un poco más osado si es que pretende emular en algo las glorias alcanzadas en sus épocas de pantalones cortos.

¿Por qué ganó Nacional?

Los dirigidos por Gutiérrez sustentaron su cuasi perfecta campaña en el Torneo Apertura en su capacidad defensiva: con Munúa en el arco (casi no cometió errores, aunque sin transmitir sensación de imbatibilidad), un Polenta que por momentos se disfrazó de Hugo De León (más gordo, sin barba y menos colorado) y un mediocampo firme con Arismendi y Porras, solo fue cuestión de tirársela a Alonso para que desnivelara. En 10 de los 15 partidos del Apertura Nacional no recibió goles, y así es muy difícil no salir campeón.


En el Clausura la historia fue distinta: el equipo pareció haber acusado el golpe de haber sido eliminado de la Libertadores por el poderoso Palestino, y al cabo de 5 fechas había perdido toda chance de salir campeón. Para peor, los refuerzos (Ribair, Bueno, Tabó, Valdés) o jugaron más o menos o lisa y llanamente no jugaron. En la vereda de enfrente, sin convencer a nadie, Peñarol logró quedarse con un deslucido Clausura de cara a una serie final que terminó siendo un único partido que ni siquiera terminó.

Para el presidente tricolor Eduardo Ache, este campeonato surge como la posibilidad real de –en caso de tener ganas– presentarse a las elecciones del próximo mes de diciembre con chances reales de lograr la reelección. La memoria del hincha es de corto plazo, suele recordar exclusivamente lo último. Una buena performance en la Copa Sudamericana que arrancará en un par de meses o hasta la prolongación de la supremacía clásica en la era “pos 5 a 0”, le permitiría al ex candidato a la vicepresidencia de la República por el Pachequismo alcanzar su cuarto mandato, siempre y cuando no prefiera “irse ganador”.

Para el mandamás carbonero, empero, el campeonato que importa es otro. La inauguración del estadio será el triunfo más ansiado por Damiani, y su posibilidad real de –a falta de victorias deportivas– quedar en la historia del club de las once estrellas, para así taparle la boca a todos los que en algún momento dudaron de su capacidad para levantar el “primer estadio FIFA” de Uruguay, si es que alguien quiere seguir usando dicha denominación tras el “Eugeniogate”.

¿Quién dijo que todo está perdido?

Solo Peñarol pudo haber empatado un partido como el del domingo pasado. Solo un equipo que hace de lo sobrenatural una de sus cualidades más respetadas puede permitirse el lujo de haber anotado dos goles tras haber cruzado la mitad de la cancha con balón medianamente dominado en no más de 3 oportunidades.

Pero claro está: ya no estamos en 1997, y por más que Aguiar se las ingenió para demostrar que cuando anda derecho puede ser una extraña mezcla de garra y calidad, Nacional terminó llevándose el partido de forma incuestionable. Claro está que en idénticas condiciones, hace 18 años Peñarol se hubiera terminado llevando el triunfo: el penal de Recoba hubiera rebotado en la unidad de Suat para luego derivar en los pies de Urretaviscaya, en lo que habría dado lugar al famoso gol de la ambulancia; o el gol de cabeza obra de un futbolista no demasiado alto a la salida de un córner hubiera sido marcado por Nández y no por Romero; o algo aún más inesperado hubiera terminado ocurriendo tarde o temprano. Pero estamos en el siglo XXI. De los últimos 16 campeonatos uruguayos, Nacional ganó 9 y Peñarol 3. Los efectos estadísticos del Quinquenio han sido revertidos.
Sin embargo, de la mano de Forlán, del nuevo estadio o de un trabajo en juveniles que parece haberse profesionalizado, la esperanza del hincha carbonero se renovará tarde o temprano. La Libertadores 2016 está a la vuelta de la esquina, y jugarla por primera vez de local y con un balón de oro en cancha será aliciente más que suficiente para despertar al león dormido.


Porque, después de todo, la alegría va por barrios, y algún día agarrará la 102 y llegará a Jacksonville.

Publicado en Brecha, 19 de junio de 2015.

3 comentarios:

faraón dijo...

Es la suere del campeón. Peckerman se llevó a Valdes y Gorga se comió a Zalayeta en dos panes.
En el 97 Nicola debería haber acompañado a Ostolaza en la sub 17 y Kanapkis no debió perder su turno en el consultorio del especialista en calvicie prematura.

faraón dijo...

Damiani no te mueras nunca.
Seguí imitando a Macri que vas bien.

Mauro M. dijo...

Bien Reyes, good for you!