Si el censurar una actriz (o un actor) que aparezca desnuda/o o semi en un film es harto discutible, el pretender decidir sobre todos los demás qué ideas son buenas y deben ser estimuladas y cuáles no, es bastante menos defendible, tendiendo precipitadamente al hijoputismo nada inocente.
El Código fue aceptado finalmente en 1933 por los productores pero no entró en vigor realmente en forma inmediata ni completamente. No era una iniciativa del gobierno, ni era un clamor popular del que no pudieran prescindir los políticos ni los propios ejecutivos de la industria. Por el contrario, éstos eran concientes que buena parte de sus ingresos venían por el entusiasmo que sentían muchísimos espectadores por las dosis de erotismo, violencia y lujo que podían ver en las pantallas, ya que no en la vida real. Pero también tenían terror a una campaña mediática y al escándalo, por lo cual decidieron aceptar el Código, tratando de manejarlo lo mejor posible en el futuro.
Pero las numerosas asociaciones de beatos -mayoritariamente católicas- no se conformaron y pidieron siempre más censura. El excelente libro "Hollywood censurado" de Gregory D. Black documenta profusa y detalladamente -como suelen hacer los historiadores cinematográficos anglosajones- las protestas contra los estudios que pese al Código dejaban pasar "pestilentes" e "inmorales" historias que "iban a corromper las mentalidades tiernas de los chicos". No faltaron insultos varios para la condición judía y extranjera de los dueños de los grandes estudios (Zukor en Paramount, Goldwin en la MGM, Laemmle de la Universal no era judío pero sí europeo).
El puritanismo fue ganando terreno y conquistando influencia en las decisiones de producción. El Código prohibía presentar como atractivos y/o simpáticos el adulterio, el sexo fuera del matrimonio, las relaciones interraciales u homosexuales. Si había algún personaje que tuviera una actitud "desviada", tenía que convencerse de su error o terminar mal. Un buen ejemplo de lo demencial del estado de las cosas era que las parejas tenían que dormir en camas separadas, por más que estuvieran casados por civil y por iglesia. Si hasta la pobre Betty Boop fue prohibida por excesivo erotismo. En serio.
Pero también toda inquietud social y/o política fue en principio tachada de inaceptable. Entendámonos bien: no estoy hablando de un panfleto revolucionario que nos intente convencer de tirar abajo las instituciones burguesas violentamente, sino alguna historia de amor entre un muchacho sindicalista y una chica que andá a saber qué, en el entorno de un pueblo minero, pongamos por caso. Pero el Código decía nones de cuestionamientos a autoridades, policías, políticos, patrones ni poderosos en general.
Al poco tiempo de comenzar la censura contra mujeres desabrigadas, la industria -y sus tijereteadores tuvieron un duro conflicto: el género de gangsters.
El tema era de rigurosa actualidad. En varias ciudades grandes -la más recordada en ese sentido fue la hermosa Chicago- la delincuencia organizada ocupaba todos los días las primeras planas de la prensa con sus crímenes y varios de sus jefes pasaban a ser famosos. La estúpida "Ley seca" no ayudó a solucionar el tema, sino todo lo contrario.
De ahí a llevar sus historias al largometraje hay un obvio paso y la consolidación comercial del sonido -traído medio de rebote por la Warner Bros. más porque estaba fundida y le servía cualquier cosa que por convicción por ese juguete raro- permitió películas más excitantes al poderse escuchar el tableteo de las ametralladoras, los juramentos, el chillido de los neumáticos (con perdón de la palabra) de los autos corriendo a toda velocidad. El género fue una mina de oro y todos los estudios se abalanzaron a producir más filmes de gangsters. La historia del cine tiene consenso en nombrar a "Pequeño Cesar", con el rumano Edward G. Robinson (judío e izquierdista pa pior); "El enemigo público número 1", con James Cagney (yanqui) y "Scarface", con el austrohúngaro y también juda y subversivo para horror de los censores, como las tres películas que consolidaron el género definitivamente. Las tres, un enorme éxito de público.
En un largo tire y afloje, los estudios (la pequeña First National, Warner y producción independiente del loco Howard Hughes, respectivamente) consintieron en darle un final "moralizante" a los atractivos pistoleros: terminaban todos acribillados, confirmando aquello de que el crimen no paga. En el cine, claro.
Salada la canchita, una columna que te llena de plomo si te pasás de listo, hoy te trae fragmentos de las tres películas fundacionales del género, como para que paladees un poquito nomás. Por qué no están las tres completas en Youtube, lo ignoramos. Renunciá, Huidobro.
6 comentarios:
Perdón. solo para puntualizar que La estúpida "Ley seca" no es que no ayudara a solucionar el tema, es que al revés, el tema fue fabricado por la ley seca.
Así como hoy, nada ayuda mas a las mafias que la prohibición de las drogas y así es que estas financian la "lucha contra las drogas" porque la legalización les reduciría sus exorbitantes ganancias. La DEA es el mejor aliado de los narcos.
Nada mas por hoy amigos, en breve me podrán oír por M25.
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No entendí, Facu.
Muy bien Faga, muy bien.
Fue un mal chiste. Pretendía simular un comentario censurado.
Gracias, Kurqui. Fuiste a ver la pelicula sobre tu vida?
Ta, Facu. Si opinas algo que no me gusta, te lo censuramos en serio. Sabelo.
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