Primero aclarar que el nuevo día y hora fue acordado con la dirección y que nos estaremos turnando con Holden, una semana cada uno para publicar. Básicamente debido a una sequía creativa.
Evento
extraordinario
No era un día como cualquier otro,
era viernes. Y todos sabemos que los viernes no son igual a los jueves o
sábados y ni que hablar de los lunes, por ejemplo. Así que vayan haciéndose a
la idea: viernes. Última hora de la tarde, cuando el sol se iba poniendo en la
rambla, un agradable día de primavera, de los últimos en el mes de diciembre,
supongan un 19. Cuando digo "última hora de la tarde" estoy hablando
de un período de sesenta minutos que va entre las 18:57 a las 19:57. Ahora calculen
que el evento que pasaré a relatar en breves instantes duró aproximadamente
entre unos cinco y diez minutos, pero no puedo asegurar si fue más tirando
hacia las siete o hacia las ocho. En todo caso hay que considerar el cambio de
hora, así que probablemente la hora solar fuera entre las 17:57 y las 18:57.
Ahora que hago memoria, podría situar el momento en un tiempo más acotado,
pongámosle entre las 17:25 y las 18:05, hora solar o, para los orientales,
entre las 18:25 y las 19:05.
Recuerdo también que yo no esperaba
lo acontecido, no estaba preparado ni psicológicamente, ni estaba vestido de
manera adecuada para la situación que se iba a suceder. Llevaba puesto una
bermuda, de esas con muchos bolsillos, roja o verde, no recuerdo bien porque
sufro de una daltonía temporal, sucede que en el momento distingo los colores
perfectamente y pasado el tiempo se me confunden (probablemente a alguien le
interese adentrarse más en el conocimiento de mi enfermedad y pueda buscarlo en
google, la wikipedia o mismo en la chenguipedia), me he sorprendido a mi mismo
soñando que soy atropellado por un taxi o una bicicleta Ondina 2000 por creer
que he cruzado toda la vida la calle con luz roja, para terminar prometiendo
prestar más atención la próxima vez. También llevaba una musculosa blanca o
gris. De calzado lleva un par de alpargatas, de suela de yute, para nada
formal. Este detalle de que no estaba para nada formal, en realidad no es tan
relevante, no es que me hubiese sucedido que, estando en la rambla, se me apareciera
una nave espacial y que los marcianos me obligaran a entrar a un cumpleaños de
quince o a un casamiento.
Creo que no he mencionado el hecho
de que estaba acompañado. De hecho me debió haber llamado la atención que mis
dos acompañantes, una amiga que me quería mandar para la cueva y mi perro Robby
estaban vestidos con un traje de neopreno (cada uno, claro, evidentemente
resultaría muy gracioso que los dos estuvieran usando el mismo, me imagino cómo
lo harían y me retuerzo de la risa, por ejemplo con el perro subido a caballito
de ella y sacando la cabeza por arriba como si de un perro humanoide se
tratase). Capaz que por ese entonces no era muy perceptivo o que era un
zángano, directamente, de hecho quizás lo siga siendo.
Mi perro era un caniche blanco, de
pelo enrulado, como todos los caniches supongo. Era muy pequeño y siempre
estaba con ganas de jugar, a tal punto de que si yo no estaba de ánimo bajaba
hasta la planta baja y le tocaba el portero eléctrico a un vecino que también
tenía un perro pequeño, un Chihuahua si mal no recuerdo, y se ponía a ladrar,
lo que significaba que quería que su amigo bajase a jugar con él. Creo que el
perro era más inteligente que yo
Ella era una mina de estatura
promedio, con unas proporciones generosas, muy agradables y bien balanceadas (o
sea, que tenía un tremendo culo y buenas gomas, aclaro para alguna mente
masculina de comandos muy básicos de esas que pululan en este blog, aunque cabe
destacar que sutil fui en primera instancia), de cara, a decir verdad no era particularmente
bonita (a decir una verdad más sincera, era bastante fea), pero era morocha de
ojos verdes y a mi los ojos verdes me pueden. Su peinado era por demás
particular, era cómo exótico, parecía la princesa Leia. ¿Qué digo exótico? Era
espantoso. Pero era una mujer de lo más inteligente, creativa y centrada.
Además era muy simpática. La había conocido en un taller literario, allí mismo
donde me enseñaron que lo primero en un cuento, generalmente es situar bien al
lector en el contexto, aunque el coordinador siempre me decía que exageraba
much...*
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*Se
me acabó la tinta cuando estaba escribiendo esta historia, y ahora no me
acuerdo bien a qué iba, así que no les quiero inventar un final traído de los
pelos, sepan disculparme. Si en algún momento me acuerdo se lo termino de
contar.
3 comentarios:
gjoffe: Te quedó precioso. Aunque la excusa de la tinta no me parece que sea la mejor forma de cerrarlo. Igual, ahora que lo pienso 30 segundos, no se me ocurre nada mejor. En fin, gracias por el cuento.
Se me acabó la tinta, dijo Figueredo.
queremos mas detalles!
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