La fiesta del fútbol (parte C)

En el marco del mes de la diversidad, unos jovenzuelos colocaron una poronga en el campo durante el entretiempo. ¿Dónde iremos a parar?

Los tiempos cambian: en los 80s, los jueces eran bigotudos. Hoy, tienen alopecia. ¿Mañana los habrá de qué tipo?

Tras un primer tiempo para el olvido, Recoba se da un biabazo con su Ventolín.

 

Hay jugadores que confunden el jugar de espaldas al arco con el jugar de espaldas al esférico.

Para quienes dudaban de su existencia, apareció un exótico especímen: el arquero carbonero con dos manos.

  

Qué noble gesto de Bava y Lembo, quienes decidieron foguear al juvenil Ragusso: mientras uno le codea la espalda, el otro le aplica un rodillazo en el mentón. Tiene que salir bueno ese botija. Entretanto, el coracero relojea.

Cuenta la leyenda que desde hace una década, no se venden boletos para la Platea Olímpica, cuyas instalaciones se destinan a albergar escolares provenientes de los más recónditos parajes de la República. A juzgar por los rostros que allí se ven, Peñarol debe estar invitando a generaciones de ex alumnos.

Hueso y Vicente aprovechan para manosearse un poco. ¡Qué lindo que la gente se quiera!

"Pero no seas malo, muñaño" dice el capitán carbonero, héroe de mil batallas.

"Vas a ver el replay en Pasión y te vas a querer hacer un enema con el banderín" le dice el otrora correcto Fuji Luna.

"No habré metido un gol, pero le toqué el orto a Taborda", tiró el Cacique, que mantiene su invicto de 456 clásicos.

Termina el clásico y Peñarol festeja el empate, desatando el llanto de Jorgito Bava, otrora cuidapalos carbonero. Se fue otro clásico, amigos, amigas. Que no decaiga el espiritu.