Tres reconocidos hinchas de Peñarol durante el desfile gay (Amsterdam)
Es menester reconocer, que antes de escribir esta entrada, reflexionamos largo y tendido sobre el título a ponerle al país en cuestión, en el cual estuvimos del 4 al 9 de agosto. Pues si bien es cierto que todos lo conocemos como Holanda, la realidad indica que lo correcto es llamarlo Países Bajos, único nombre oficial de los muchachos de naranja.
Tecnicismos aparte, llegamos a Rotterdam, y por primera vez pagamos un camping. Declaramos cinco personas en lugar de las once que éramos, pero pagamos al fin. Un comentario aparte se merecen las carpas. Alejadas de aquellas de antaño, con interminables lonas, varillas y estacas, las carpas del siglo XXI se caracterizan porque uno las tira al piso cual bolsa de papas, y en dos segundos quedan prontas. Luego para guardarlas nuevamente toma entre 10 y 15 segundos. Maravillas de la tecnología.
Ya en la ciudad, es increíble el asunto de las ciclovías. Son como calles bastante más angostas, y a un lado de la principal, en donde las bicicletas reinan. Pero reinan reinan. Más de uno de nosotros fue casi que embestido por estos rodados por no respetarles la senda, creedores de que la ruta de las bicis era una especie de peatonal. Quizás es por este motivo que tanto neerlandés (holandés si les gusta más) anda en dos ruedas, llegando a haber, por ejemplo, un millón de bicis en Ámsterdam, una ciudad con ochocientos mil habitantes.
Ay Ámsterdam, qué ciudad. Ya de pique nos enteramos que el sábado tenía lugar el festival gay anual (foto), como todo primer sábado de agosto. Quizás por ello, es que la ciudad estaba inundada de gays, tanto en su versión masculina como femenina. Y si de algo sirvió esto fue para descubrir que no somos tan homofóbicos como pensábamos. Seguimos discriminando un poco a los putos, pero al menos comprobamos que no nos molestan, ya que estamos en condiciones de afirmar que la noche de Ámsterdam fue la mejor del viaje. ¿Por encima de Mykonos y Estambul? Que sí.
Siguiendo con la ciudad del Ajax, que dicho sea de paso no pudimos ver en acción, puesto que nos negaron la entrada como periodistas que somos, sobresalen la Zona Roja y los Coffee Shops, estos últimos desperdigados por todos los Países Bajos. Consisten en bares de venta legal de drogas, donde se respira más marihuana que oxígeno, y donde los populares porritos pierden su clásica forma en desmedro de algo parecido dentro de un tubo de ensayo. De prueba obligatoria.
En cuanto a la Zona Roja, los precios oscilan entre 30 (las gordas feas) y 50 euros (las modelos tapas de revista, cual Carla Conte). La decisión entonces era fácil para aquel dispuesto a pagar por amor.
Y así andamos, de camping en camping, de sol en lluvia (saludos para el verano que nunca vino), y pagando o colándonos cada vez que queremos usar un baño público, de un restaurant, o de donde sea. ya ampliaremos al respecto, o no.
Ahora andamos por Alemania, que tiene un solo nombre, y vamos a ver a La Vela Puerca, que por algún motivo vino a caer por estos lares. Espero sea cierto y no haya sido un efecto de las trufas de los Países Bajos... O de Holanda.
7 comentarios:
primera poronga!!!
¿Alguien dijo "traé semillas feminizadas"?
No sé ni por dónde empezar... así que pongo la poronga y listo (eso le habrás dicho a la Conte bajista)
Seguro pagaste por la de 30. Fiel a tu estilo bichero !!!!!!!!!!!!!! Abrazo
jeje qué lindo todo
Che las vueltas de la vida que me encontré con esta gente en el toque de La vela, tengo fotos y videos que lo comprueban. Yo era la pelotuda sacando fotos arriba del escenario, ¡sí, sí! Perdón a todos los que me putearon
un saludo para in
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