EL ORIGEN DE ORTIGUITA
Un día, una tortuga se cayó del árbol. Ya estaba madura y la ramita del tortuguero cedió. Todos sabemos qué es un tortuguero: un árbol de tortugas. ASí como el manzanero da manzanas y el naranjero naranjas, el tortuguero da tortugas. Es lógico, no se si hacía falta la aclaración.
Tardó unos minutos en salir del caparazón, estaba asustada. ¡Pobre tortuga! Póngase en su lugar, acaba de caer del árbol ya ahora tiene que valerse de usted mismo para sobrevivir. Cuando logró vencer el miedo y pudo asomar la cabeza para ver el sol que bañaba con sus rayos la copa del tortuguero donde aún estaban sus hermanas pequeñas, se dio cuenta de que no había marcha atrás, de que de ahora en más sería una tortuga independiente. Y hay que decirlo, se sintió un poco mal. Se sintió un tanto sola en la inmensidad del bosque.
Pero la historia no fue tan triste, porque minutos después cayó otra tortuga del árbol. Y no era precisamente una tortuga, era un tortugo. ¡Oh!
Al salir del caparazón, la miró a los ojos y se dio el mágico momento. El amor los tocó a los dos como un flechazo en medio de la parte ventral del caparazón (las tortugas no tienen pecho, señores).
Pasaron dos horas mirándose y finalmente él, con su seductora voz de tortugo dijo:
- Hola ¿venís siempre por acá?
- Sinceramente no, me acabo de caer del árbol como vos - contestó la tortuga un poco sonrojada cinco minutos después de realizada la pregunta.
- ¿Te invito un trago? - propuso el tortugo subiendo y bajando sus cejas lentamente.
- ¿Pero qué te pensás? ¿Que estás en un boliche? Estamos en medio del bosque ¿qué vamos a hacer acá? Tengo miedo...
- Tranquila, yo estoy aquí para protegerte - insistió el tortugo impostando la voz para parecer más sexy aún.
En eso, qué les cuento que justo un águila pasaba por ahí y observó la escena con su ojo de halcón. Sí, era un águila pero tenía un ojo de halcón, porque había tenido un problema y se hizo un transplante en el hospital de ojos con los castores cubanos.
Y, como era lógico, tenía hambre y bajó en picada hacia los dos tortolitos, tomó uno con cada para y se dio a la fuga.
El ave rapaz sobrevoló el bosque durante unos minutos hasta que, accidentalmente, dejó caer las tortugas, que justo dieron a parar en la canasta de un misterioso hombre que se encontraba de pic-nic en el prado lindero al bosque. Al principio se sobresaltó, luego miró dentro de la canasta, contempló las tortugas un instante y supo qué hacer.
Al otro día era domingo, fue a la feria de Tristán Narvaja con las tortugas, una en cada bolsillo, y las vendió. No se que fue del tortugo, pero la tortuga fue adquirida por un niño llamado Alfonso, y esa ya es otra historia.
4 comentarios:
Me preocupa un poco que el tortugo le haya tirado los galgos a la tortuga... ¿No que eran hermanos?
Me encantó esta parte:
"En eso, qué les cuento que justo un águila pasaba por ahí y observó la escena con su ojo de halcón. Sí, era un águila pero tenía un ojo de halcón, porque había tenido un problema y se hizo un transplante en el hospital de ojos con los castores cubanos".
Frapé.
La historia me hizo acordar a la recordada muerte del argentino Cuciuffo, que Ele debe recordar muy bien.
Pipi, el concepto de incesto no es conocido en el mundo de las tortugas, es otra cultura, hay que entenderlo
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