Y sí
Me desperté sudando y con una extraña sensación en la cabeza: los pelos se me caían. Me miré al espejo y pensé en cada pelo que se me caía como en una idea que perdía. Cada sacudida de melena hacía caer por lo menos veinte soldados capilares… Me peiné rápida pero cuidadosamente con los dedos y corrí hacia la farmacia. Dejaba un rastro a cada zancada que daba, lo que me aliviaba al saber que a la vuelta no me iba a perder.
Llegué, despeinado y todo, y le conté al farmacéutico. El hombre calvo vestido de blanco reflexionó un instante, ceño fruncido, rascándose la pelada frívolamente, me dijo “un momento” y se retiró.
Volvió un minuto después con un frasquito de condimento y un vaso con un líquido transparente:
- Ajo y agua, a todos nos llega.
5 comentarios:
¡Que historia tan fuerte! Debieron escribir que el contenido de esta historia puede herir la sensibilidad del lector...
Es lo que corresponde en este tipo de entradas...
Me arruinaron el lunes, sientanse mal, putos.
¿Qué tema este no?
El peluquero pelado.
El nutricionista gordo.
El cuchillo de palo en la casa del herrero.
El dealer que no consume.
Los soldados capilares
justo lo que le recetaron al Sinca,que como se ve,da el tal resultado
Los pelados son todos putos.
Por suerte yo tengo terrible jopo.
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