El Jardinero Willy cumple con la norma: nadie es profeta en su tierra
Como verán, no es jueves. Podríamos decir que nos rebelamos, que el sistema nos está absorbiendo o presionando demasiado, que nos está agotando los recursos, que las regalías son cada vez más bajas, que nos hartamos de ni siquiera llegar a unos míseros 5 comentarios en el 90% de las entradas, y cuando aparece un catalán pecho frío al cual le cayó mal la crónica, zas, metemos 29 comentarios de un saque. Podríamos decir también que el nivel de porongas últimamente ha dejado mucho que desear, y que ni siquiera la arremetida de los "bueno" ha servido para colmar nuestras expectativas de suceso.
Podríamos decir todo eso, o incluso que cambiamos el horario, pues en esta franja hay 5 veces más computadoras prendidas. Pero lo cierto es que en Edinburgo, donde estamos actualmente, y desde donde partiremos en apenas unas horas, anochece a las 16.30, por lo que a las 20 (18 hs de uruguay) ya nos tiramos en la cama a dormir una siestecita, que se extendió demasiado, y no hubo forma de despertarse para siquiera empezarla en tiempo y forma.
Dicho esto, acá estamos, como siempre, con la clásica columna de los jueves, un viernes. Si hasta en una de esas nos viene bien el cambio de día, aunque queden (en principio) menos de dos semanas de viaje, que consisten, principalmente, en rajar de acá para Dublín, luego a Liverpool, y finalmente retornar a Madrid, para volar a casa nuevamente. El problema justamente es ese, la capital española, que en una de esas nos tienta y nos atrapa algunos días más.
Y hablando de Madrid, allá caímos el miércoles 2 de noviembre. Cinco días después, no sólo habíamos conocido la fuente de la cibeles, la de neptuno, la puerta de alcalá, la plaza de españa con su monumento a cervantes, el palacio real, la puerta del sol, la gran vía, el museo del prado (por fuera), sino que también habíamos constatado, una vez más en europa, que montevideo no está tan mal. Por momentos parecía asia, con las queridas meretrices ofreciéndose por las calles, morenos queriendo comprar oro, y decenas de jóvenes invitándonos a entrar a algún boliche que los contrató para dar papelitos bajo la lluvia a quienqueira que pase por un radio de 25 metros a su alrededor.
Quizás también haya influido un poco el hecho de que en el hostel de 11 euros al que fuimos, además de los populares backpackers, de las finlandesas y noruegas de siempre, y de los roomates mutantes que nunca faltan, había una cantidad importante de argentinos, peruanos y brasileños, que se vinieron de sus respectivos países a probar suerte a la madre patria. Inentendible es cómo podrán encontrar algo de suerte que no sea mala, viendo la situación del país campeón del mundo. Más allá de eso, el hostel una pinturita, exceptuando el hecho de que si no dejás las pertenencias en un locker, quizás al otro día no te pertenezcan. Sinó pregúntenle al contador, o a su fiel amigo pinky, que una mañana hizo un recuento físico de lo que tenía en su mochila, y le dio un faltante de una computadora y un ipod.
El lunes arrancamos entonces con destino final París para devolver la camioneta. Pero antes déjenme hacerles una introducción resumida, para que entiendan el real valor de lo que están por leer. Como más o menos ya saben, teníamos en nuestra propiedad una camioneta por leasing, o para simplificar, por alquiler. Arrancamos desde París, y por eso pensamos devolverla también en la ciudad luz. Cuac, primer error. No sólo habíamos dicho en multitud de ocasiones, que era lo mismo devolverla en Bordeaux (a mitad de camino), sino que además, también la podríamos haber devuelto en la propia Madrid, pagando un sobrecosto.
Pero no. Ocho meses de viaje hacen mella en cualquiera, y el día que sacamos los pasajes para Escocia, las neuronas fueron incapaces de hacer sinapsis, así que ahí estábamos, con el pasaje en mano parís-edimburgo, pero en Madrid, a 1.300 kilómetros de nuestro destino.
Lunes de noche arrancamos a meter ruta entonces, ya que el miércoles a las 2 pm teníamos el vuelo. La primera noche un fiasco, manejamos hasta que nadie quedó apto, y paramos por ahí en alguna estación de servicio, a dormir en los asientos de la trafic, hasta el mediodía del martes. Ya de pique arrancaron las noticias: los peajes rondaban los 30 euros. Y colándose por detrás la otra: el aeropuerto de nuestro querido low cost, quedaba a 90 kilómetros del centro... Ahhhh bárbaro!! La habíamos pegado sin dudas. Es decir, ¿tan grande es París? Es como si un aeropuerto diga que queda en Montevideo, pero en verdad salen de Valdense. Está bien que se tomen su distancia para despegar y eso, pero no será mucho?
En fin, martes de tarde llegamos al centro de París, dormimos en el hostel, y pusimos el despertador al otro día bien temprano, ya que teníamos que devolver la camioneta, ir en metro a tomar un bondi que nos lleve al aeropuerto, y allí tomar el bendito avión. ¿Ahora sí todo pronto? Las bolas. miércoles 8 de la mañana, salimos a la calle, y algún gracioso nos había guinchado la camioneta. No me pregunten cómo, pero lo logramos. Salió carita la joda, es cierto, pero acá estamos, en Edimburgo, la tierra de William Wallace.
Para ilustrar al lector, Escocia, junto a Gales, Inglaterra, e Irlanda del Norte (este último ni siquiera tiene bandera) forman lo que todos conocemos como el Reino Unido, y tiene esa bandera de colores tan atractivos. Gran Bretaña es lo mismo pero sin Irlanda del Norte. E Irlanda del Sur es lo único de esta zona que queda por fuera. Supuestamente entre los integrantes del Reino Unido no bancan a los de los otros países. igual no me explico como siguen dándole bola a la reina, o compartiendo algo así como una nación.
Pero vayamos a lo nuestro, Reino Unido, más precisamente Escocia, y más precisamente aún, Edimburgo, es una ciudad muy pintoresca. Llena de iglesias puntiagudas usadas por todo tipo de comercios, un castillo increíble, sol hasta las 4.30 de la tarde, cientos de historias interesantísimas y habitantes que hablan algo parecido al inglés. Todo, menos una clara referencia al jardinero Willy. Ya te vengaremos Will.
Nos despedimos con la historia que más nos gustó, sobre todo por la simpatía que nos causaron sus personajes. Se trata de Burke y Hare, dos amigos irlandeses que se quedaban en el hostal de Margaret, una bonita lugareña de Edimburgo, y que era un poco más amiga de Burke que de Hare.
Resulta que un día, a la pobre Margaret la dejaron adentro con 4 libras, unos 640 dólares a la actualidad. Y la dejaron adentro de la mejor manera, puesto que el deudor ya era un cadáver. Los amigos irlandeses no tuvieron mejor manera para darle una mano, que ir a vender el cadáver a la universidad de medicina, por ese entonces desprovista de cuerpos para la práctica activa de la profesión.
Increíblemente, no sólo sacaron plata para pagar la deuda de la ya no pobre Margaret, sino que además, sacaron un beneficio extra de 3 libras, unos 500 dólares a la fecha. ¿Y qué hicieron? Lo que usted y yo haríamos, señor, señora, salir a matar gente por ahí, y vender los cadáveres. Empezaron con los enfermos, luego con los borrachos, y al final ya nada les importó mucho. En total se cargaron 17 fiambres, hasta que un buen día, alguien los descubrió.
Burke fue torturado, decapitado y descuartizado. Sus restos fueron enviados uno a cada punto cardinal de Escocia. Hare, que traicionó a su amigo y logró inmunidad, murió a los pocos años en algún recóndito sitio.
Hasta la semana que viene.
9 comentarios:
medido en instantes de tplmp
Eso no se hace.
che, que no decaiga. 5 comentarios en un toque:
el cuarto
el quinto.
y como hiciste para ir y no entrar en el museo del prado? les rebotaron la truchada de carné de prensa ese que llevan?
S-A-E-T-A D-E-N-T-A-A-A-A-D-A!
al museo? no entramos porque cerraba a las 8, y llegamos 3 minutos antes... una pena
Que muñecos el Burke y el Hare eh?
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