Los Pelones (Parte I)
Los pelones de esta historia no son frutas, se trata de una tribu de nómades en pleno siglo XXI que se traslada por las penillanuras levemente onduladas del Uruguay y la Pampa Argentina.
Claro, estamos en el siglo XXI, debemos asumir, por raro que parezca, que los pelones se trasladan en 4x4 y camionetas Hummer, no en carretas tiradas por desnutridos caballos. Son nómades pero no les falta la guita, digamos que están bien colocados.
Una descripción fisonómica de los sujetos de la tribu se resume en que se trata de personas de baja estatura, que prácticamente carece de pelo sobre la cabeza.
El dios de los pelones es El Gran Durazno. La explicación es simple, es como un pelón con pelos. El máximo ritual sagrado de la tribu consiste en un simple sacrificio. El quinto hijo varón de uno de los integrantes de la tribu, nacido en luna llena, luego de una sucesión de hermanos con sexos alternados (esto es, varón, niña, varón, niña), debe ser pasado a mejor vida una noche fría de verano en que el cielo esté parcialmente nublado y haya tres toros, dos vacas, cinco patos, una rana y un periodista deportivo observando el rito. Dicen que una vez sucedió.
Los enemigos naturales de los pelones son los ciruelas, una tribu con la que en épocas ancestrales (probablemente antes de la dictadura de Terra), tuvieron un ancestro en común, que tuvo dos hijos, uno muy parecido al durazno que perdió el pelo fruto de un disgusto y otro que nació pelado y un día se atragantó y uqedó violeta. Esto último constituiría una evidencia de la teoría de herencia de los caracteres adquiridos de Lamark.
Cuenta la leyenda que el ocho de los jueguitos del Parque Rodó es su templo secreto…
CONTINUARÁ (Capaz, si se me canta)
3 comentarios:
Yo para mí.
Que bueno el cuento.
No lo leí todavía, pero me dijeron que está bueno en serio.
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