jueves, 17 de noviembre de 2011

Irlanda e Inglaterra

Los seis de Liverpool: Bambi, Mati, John, Negro, Bocha y Alf

Viernes 11 del 11 del 11 llegamos a Dublín, capital de Irlanda del Sur, procedentes de Edimburgo. Como ya explicamos oportunamente, estábamos dejando el Reino Unido por unos días para ir al país de la bandera verde blanca y naranja, que a pesar de ser más o menos lo mismo que todos los países que lo rodean (incluyendo Irlanda del Norte), por motivos en los que no ahondaremos, se escapó de la monarquía.

Y créannos que aunque en la fecha del triple chino peralta no se acabó el mundo, el low cost que nos tomamos (Ryanair en la ocasión) hizo todo lo posible para que, al menos, culmine nuestra existencia. ¿Qué es un low cost? Bueno, básicamente consiste en una compañía aérea que recorta en los pequeños y grandes detalles en los que gastan las grandes empresas, para llegar al cliente con un precio de oferta.

Olvídense de reclinar el asiento, de comer a bordo, de salir o llegar en hora, de llevar más de 15 kilos de equipaje, de tomar el vuelo en un aeropuerto céntrico, de tener un asiento asignado, y hasta de tener un piloto experiente. Y es que los aterrizajes en la experiencia ryanair, han sido de lo más traumáticos. Minutos antes de llegar a la pista, el avión comienza a moverse hacia los lados, batiendo las alas, dando la impresión de que en cualquier momento se engancha una antena o que vamos a aterrizar con el ala. Y en el momento del esperado contacto con la tierra, ¡PAF PAF PAF! Tres golpeteos con la carretera acomodan el pájaro de acero que más o menos se va enderezando y luego coge su ruta.

Y todo esto, recordémoslo, porque elegimos la opción del vuelo barato. Ese vuelo que en la portada de la página web se ofrece a 0.44 euros (no es joda), y que con diversas comisiones y tasas, absolutamente siempre queda en el entorno de los 50 euros.

Mal o bien, pero al fin de cuentas llegamos. Cuarenta minutos tarde como de costumbre, lo que nos impidió ver el primer tiempo de la celeste contra chile, pero para la segunda mitad ya estábamos en el hostel, vibrando con los goles del lui, la intrascendencia del edin, y el pique de gastón (cuando salió).

De Dublín para rescatar la vida nocturna. Todo lo que un amante de los excesos imagina: gente borracha por las calles, cadáveres en las cunetas, callejones tenebrosos con jovenzuelos orinando, drogas y rock and roll. Lamentablemente, ni viernes ni sábado estuvimos a la altura de tal acontecimiento, y hasta quizás es por ello que lo podemos contar con lujo de detalles.

Y luego lo que todos esperábamos: Liverpool. La histórica ciudad de los fab four, y del "pistolero", como se lo conoce por estas tierras al archigoleador Suárez. Pero como hasta ahora el segundo es un poco menos famoso que los anteriores, nos dedicamos sobretodo a conocer sobre los muchachos que popularizaron, entre otros éxitos, "here comes the sun".

The Cavern (foto) era el boliche donde nuestros amigos tocaron una y otra vez, superando ampliamente las 200 presentaciones. Para bien de todos, lo demolieron en la década del 70 (dicen que abajo olía a chorizo, bola, sobaco e insecticida), cuando ya ni los beatles existían. Pero por suerte hace ya bastantes años un empresario local construyó una réplica en el mismo lugar (con mejor ventilación), lo que nos permitió echar un vistazo al antro donde, si se quiere, nacieron john, paul, george, y ringo.

Al día de hoy, a juzgar por el lunes que caímos nosotros, hay un flaco que contrataron, y que se dedica cada noche, una y otra vez, a tocar las canciones de los cuatro de liverpool. Está bien, son muchas, pero al cabo de unas cuantas semanas, ¿no empieza ya a ser repetitivo? La prueba estuvo cuando en un momento, alguien del público le pidió que cantara "hotel california" a lo cual accedió sin problemas. Por lo demás, el show un lujo.

También anduvimos por el museo beatle (que alguien llame a jc porque me quedé sin sinónimos), donde aprendimos bastante de su historia, y nos dimos de cara con un hecho tan ocultado como incontrastable, el cual vamos a develar a continuación.

Corría el año 1962 y los beatles estaban por pegar el gran salto. Por ese entonces el batero no era otro que Pete Best, por lejos el más fachero de los 4. Se dice que en innumerables ocasiones Jhon y Paul (George no contaba) querían levantarse a alguna mina del público, convencidos de que su fama y parla los ayudaría.

Pero no, ahí estaba Pete. Siempre, sin excepciones, las muchachas se iban con el batero, definitivamente mucho más buen mozo que Lennon y McCartney. O sea, con algo siempre se quedaban, pero para ser los dueños musicales de la banda, ¿no merecían acaso algo más? Es decir, los tipos escribían casi todas las canciones, letra y música, le dejaban todo en bandeja a Pete. ¿Era justo entonces que éste se les quedara con los ocasionales levantes?

Sea como fuere, cortaron por lo sano, rajaron al batero carilindo, y trajeron al más feo que había a la vuelta. Ringo Star apareció con su prominente nariz, y Paul y John le empezaron a sacar punta.

Hasta el jueves que viene. Ah, supuestamente la próxima columna iba a ser desde Montevideo, pero meché entremedio unas vacaciones en Madrid, así que será desde España.

Hasta el jueves que viene, desde España nuevamente.

5 comentarios:

alf dijo...

bueno ta, me dijeron que la vuelta estaba brava y sólo quise postergarla un poquito

German Schnyder dijo...

Excelente columna como siempre.
Va una dick

Unknown dijo...

jajajaj! Sos muy gracioso Alf, hasta más que yo diría.

gordoguti dijo...

Excelente columna.
Supe disfrutar de unos vuelos en Ryanair, tenés que imprimir tu pasaje ó te cobran 40 euros para imprimirlos ellos, en el vuelo te venden de todo, están todo el tiempo ofreciéndote cosas, hasta una rifa!!

Marian dijo...

Qué grande Ryanair... un vasito de vino salía como 10 euros... en 2004. Les quería pagar con libras porque venía de Londres y no me dejaron.