domingo, 20 de noviembre de 2011

CUENTO: Ojo a la Hoja

Ojo a la hoja

En el prado hay un árbol. Sí, ya sé, está mal, hay muchos árboles, gracias por notarlo pero estaba tratando de crear un clima y ya la cagué. Sigo.

No se trata de un árbol cualquiera, ese árbol tiene una rama (basta, no voy a repetir lo mismo). Y no es el árbol en si, ni la rama lo especial. LA rama tiene una hoja, pero no es una hoja cualquiera, es una hoja mágica que otorga a quien la toca un poder inconmensurable. Y en realidad tampoco es el poder que otorga lo importante, ni la hoja mágica como tal, sino que lo maravillosos del asunto radica en la historia de la misma.

Cuenta la leyenda que había un duende que no era como los demás: medía un metro noventa y ocho. Y todos sabemos que por más poderes de duende que uno tenga, ya si sos más alto que el colombiano Mejía, ya se complica la cosa, no podés sentirte parte de la comunidad gnómica. Los otros duendes se reían de él. Le decían que estaba más cerca de ser un gigante o incluso un árbol parlante que de ser un duende propiamente dicho. Se mofaban de él diciéndole que tuviera cuidado con el arco iris, que no fuera que se fuera a chocar la cabeza al pasar por debajo, que su dentista precisaría una escalera o que sus días terminaran mejor si se fuera a probar como pivot al Yale.

Como suele pasar, un día dijo basta. Ya no quería ser el último de la fila en la escuela, ya no quería viajar apretado en los COPSA. Entonces fue a ver al Brujo Corujo, que vivía en El Sauce. Después de hablar un rato sobre el Peñarol de Aguirre en la Libertadores, le contó su problema y el hechicero le dio la solución.

Ahora es cuando se pone reflexiva la cosa, porque las soluciones a los problemas no siempre resultan ser lo maravillosas que uno espera, a veces lo único que puede salvarle la existencia a uno es aceptarse, o por qué no decir resignarse a ser l oque uno debe ser. Lo convenció de que sería una ironía irreverente hacia los demás duendes y así pudo llevarlo acabo. Lo llevó a probarse al club de básquet de la zona.

Pero no quedó, entonces decidió transformarlo en árbol, pero justo en el momento de la transmutación puso la mano en el bolsillo para revisar el celular porque le acababa de llegar un sms.

Todo su ser se volvió árbol (no parlante, porque era más barato, le consumía menos maná) pero esa hoja no es ni más ni menos que la mano que puso en su bolsillo para sacar su teléfono.

Todo gracias a Ancel. Después no se quejen cuando reciban propagandas que no les interesan.


(NOTA: Y hoy voy a por la proeza, luego de un único comentario en el cuento pasado, de llegar a 0 comentarios.)

9 comentarios:

Vesubio dijo...

y entonces te voy a comentar para cagarte la fruta.


para mi que el sms que nunca atendió decía que lo llamaban para firmar con aguada y ahora nunca lo sabrá.

Detaquito dijo...

Comento por la misma razon que Vesu, cagarte la fruta!

pipicui dijo...

Buenas tardes.
Vengo por el aviso....
Ese de cagar la fruta...





Y otra cosa... ¿¿¿Proesa???

NicoK dijo...

PiBot ???

elCofre dijo...

¿proesa? ¿pibot?
¡qué burrada! ¿dónde leyeron eso?

Vesubio dijo...

Que actitud miliquera la de andar marcando las faltas de hortografía de la jente.

Andrés Reyes dijo...

Yo comento porque me gustó el cuento.

Andrés Reyes dijo...

Si nos vamos a poner exquisitos con las faltas, acá no se salva nadie. Putos todos.

Andrés Reyes dijo...

Para cagarle aún más la fruta, voy a comentar el cuento del domingo pasado.