domingo, 11 de octubre de 2009

Tengo, tengo, falta

Quizás usted no se lo haya puesto a pensar seriamente, pero de lo que suceda hoy dependerá buena parte de nuestra suerte como país de acá a 20 años. Pues una derrota en el match de esta noche ante Ecuador, nos hará caer en la más ignominiosa de las situaciones: no aparecer en el álbum del Mundial. Generaciones enteras de uruguayos y uruguayas se han visto socavadas por ese –para muchos– insignificante hecho, que nos ha hecho sentir menos que nuestros vecinos, hasta merecer el mote de enano llorón que tan certeramente nos supo aplicar Domingo Cavallo. Lo que sigue es un veloz racconto de los álbumes mundialistas que llenaron nuestra infancia de figuritas repetidas y arrimaditas interminables.

Pese a que no nacería hasta dos años y algo después, el álbum del Mundial del 74 llegó a mis manos en perfecto estado de conservación. Destacaba por incluir los planteles completos de los 16 equipos participantes, con el Estadio de Berlín en la tapa junto a los diferentes pabellones patrios. En algunos casos, las figuritas eran fotos retocadas con color, algo muy común en las revistas deportivas de la época. En otros, eran esmerados dibujos pintados. Grande fue mi sorpresa al ver que todos los jugadores de Zaire eran el mismo afrodescendiente en diversas poses. “Total, estos negros son todos iguales” habrá dicho el dibujante. Al final, incluía una “selección ideal” de todos los tiempos, en la que destacaba un Beckembauer gay que haría las delicias de la comunidad.

Quienes rondamos los 30 y pico, fuimos marcados por el más sensacional y uruguayo de todos los álbumes que se nos hayan podido cruzar: el del Mundial de México 86. ¿Cómo no recordar esa tapa con la pelota “Tango” dentro de la red? Era cuestión de abrirlo para enseguida comprender que se estaba ante algo realmente grosso: el 70% de las figuritas eran caricaturas de cuerpo entero, que en su mayoría no guardaban parecido alguno con los jugadores representados. Por ejemplo, el arquero de Brasil (Carlos) era un peludo-pelado de mechas amarillas, parecido al del reclame de Toldo Lux (“mire que llega, eh”). Sin embargo, su caricatura mostraba a un señor de pelo negro y más corto. Por citar otros ejemplos de desprolijidad, el plantel de México apenas si tenía una figurita, precisamente la de Hugo Sánchez (en blanco y negro, con la camiseta del Real Madrid); el arquero belga Jean Marie Pfaff, rubio y de rulitos, estaba representado por un señor morocho con pinta de almacenero; y nunca supe quién era el coreano Cha Bum Kum, pues en su figurita aparecían dos tipos con el cuerpo cortado, uno de los cuales se estaba cayendo de nuca.

Como en todo álbum que se precie, había “difíciles”. Si llegabas a que te faltaran 5, cuando ibas a sellarlo te las regalaban. La “c” y la “k” eran realmente imposibles de encontrar (el álbum, en tapa y contratapa, reunía fotos – identificadas con letras– de leyendas del fútbol mundial entre las que figuraban Atilio García y Morena, como para hacerlo aún más auto referencial; si no me equivoco, la “c” era la Copa Jules Rimet, en tanto la “k” era un húngaro de esos que andaban como balazo pero se cagaron en la final con Alemania, supongo que Kocsis). Otras dos difíciles eran las que formaban la alineación de Bélgica, que en realidad era una foto tomada en el Mundial del 82.

Cuatro años después, y ya con la multinacional “Panini” de por medio, llegó el álbum de Italia 90. Las figuritas se canjeaban con tapitas de Coca, y los sobres estaban numerados del 1 al 20, por lo que no había forma de tener figuritas repetidas. Ergo, un embole sideral. Era cuestión de embocar un cumpleaños de quince, chamuyarte al mozo para que te regalara las chapitas, y ya tenías el álbum lleno. Los dibujos artesanales habían dado paso a las perfectas fotos color de todos los jugadores, aun de aquellos –como Jorge Valdano– que se quedarían afuera del Mundial. Los países menos agraciados (como Emiratos Árabes) traían dos jugadores por figurita. Confieso que tuve cierto temor de encontrar a Uruguay en tan vergonzosa situación.

Ese álbum me dejó algunas enseñanzas importantes. Por ejemplo, Carlos Aguilera mide 1,66, Álvez 1,82, y De León 1,88.

No está de más saber cuánto mide el vicepresidente de la República, después de todo.

(Publicado en Guambia, 10/10/09).

10 comentarios:

Ce dijo...

Notable.

Creo que los únicos álbumes que completé en mi vida fueron los de Italia 90 y el de Trajes típicos del Mundo de Coca-cola. Voy a incluir eso en mi CV.

Internauta Rebelde dijo...

Yo puedo decir que el único álbum al que me prendí fue el del Campeonato Uruguayo del 2000 de la CC, en el que figuraban figuras tales como los nigerianos de Tacuarembó Momo y Tatap y el popular jugador de Frontera Rivera, Gilson Madruga, que se mandó la gran Abdón Porte (una flor para él).

Internauta Rebelde dijo...

Ah, y me olvidaba, petaculá' columna como siempre.

Andrés Reyes dijo...

Gracias, muchachos.

Recuerdo el de los trajes típicos, cómo no. Si te venía la "A", podías canjear el álbum. Si ya lo tenías, te daban 5 sobres. Negociún.

Recuerdo que la figurita de la Unión Soviética mostraba a un Tribilín cosaco, y a una bandera sin la hoz y el martillo. No fuera que los niños la vieran y le preguntaran a sus padres qué era eso tan lindo.

Bestiario dijo...

Mi recorrido en el mundo de la colección de álbumes es bastante corto, ya que muy rápido reconocí mi capacidad impresionante para recibir figuritas repetidas.

Gran columna Reyes!

Carles dijo...

Muy buena columna. Yo nunca llené un álbum ni mucho menos lo llevé a sellar. Para que servía que te lo sellen? Te regalaban algo creo no?

zorro d colonia dijo...

Buenaza tu columna,le dijo Pan al pelado Caceres,pero yo para mi,el mejor álbum por afano fue el de españa '82,como olvidar a un naranjito o al propio citronio,todo un albúm!!!

Sinca Bellos dijo...

Que triste enterarme ahora de la porqueria que eran esos albumes. Andres me arruinaste la infancia.

Igual casi completé el de San cuo cai, o como se escribiese.

Santiago dijo...

Recuerdo a Jim Leighton, golero de Esocia en el mundial del 86 y en el 98. Qué grande. Le sacaron todos los dientes con los codazos de los corners.
Otro grande era Anthony de Avila, delantero de Colombia, que para el mundial 98 tenía 35 años, inexplicablemente sigue ahora en el América de Cali. La cara de narco que tenía era inigualable, aun buscándola entre los peores clientes de la whiskeria Ronbills.

Santiago dijo...

Pd: Tengo el álbum del uruguayo 2000. Vendo las fotocopias. Por más información acercarse a mi blog.