El petit torneo invernal

Tribunas vacías, canchas peladas, partidos un miércoles a la una de la tarde, Nacional sin sus titulares y Peñarol con fecha libre durante todo el torneo, son los aspectos más salientes de la actual Liguilla, algo casi tan bizarro como el debate del “Juego de la Vida”, aunque mucho menos divertido. Pero esto no siempre ha sido así, joven lector y/o lectora. La Liguilla supo de épocas de esplendor, con tribunas llenas y emociones a flor de piel. Lo que sigue es una breve aunque melancólica reseña de sus páginas más gloriosas.

1974: Wanderers le pasa el trapo a Nacional.

La Liguilla, en sus primeras 15 ediciones, parecía estar hecha a la medida de Peñarol (que no solo la jugaba, sino que generalmente la ganaba) y oficiar de martirio para Nacional. A tal extremo que hasta 1990, los tricolores apenas si habían logrado conquistar una, y derrotado a Peñarol en tan solo una oportunidad, y para peor, con gol del aurinegro de corazón Carlos (el) Pato Aguilera.

El infortunio albo comenzó en la primera edición, correspondiente a la temporada de 1974, cuando un gol del Trapo Olivera clasificó al Wanderers del Maestro Tabárez y Juancito (el) Pulmón Mulethaler, dejando afuera a la entidad de los hermanos Céspedes, Scarone, Dely Valdés, Rosa, y Scotti.

1976: la noche de Jiménez.

El récord de goleada clásica liguillera lo tiene Peñarol, que por la segunda edición y precisamente el 28 de enero de 1976, batió 5 a 1 a su eterno rival, al que ya había derrotado 4 a 1 un año antes. Fue la noche consagratoria de Julio César Jiménez, que anotó el tercero, el cuarto y el quinto (este último, metiéndose con pelota y todo dentro del arco) en poco más de 15 minutos.

El arquero tricolor era Bertinat. Una persona de bien. La versión tricolor de Gonzalo Salgueiro.

1980: Peñarol afuera y Nacional campeón.

El 4 de febrero de 1980, Nacional –subcampeón de la Liguilla 79– y Peñarol –campeón uruguayo– se enfrentaron para determinar quién acompañaría a Defensor a la Libertadores. Dos goles del Cascarilla Morales (uno de tiro libre, el restante de penal) le dieron la clasificación al equipo de Mujica –que había asumido horas antes de ese partido– a una Copa que conquistaría siete meses más tarde.

El arquero mirasol era Fossati, a quien la Virgencita ya le jugaba malas pasadas.

1990: cosa de chicos.

La Liguilla correspondiente a la temporada 89 marcó un hecho sin precedentes: Nacional y Peñarol quedaron al mismo tiempo afuera de la Libertadores por primera –y hasta hoy, única– vez en la historia. Serían Progreso y Defensor los representantes orientales en el torneo que quedaría en manos del Olimpia de Luis Alberto Cubilla, un saludo para él.

El clásico con el que se abrió el torneo, el 8 de enero de 1990, pasaría a la historia como “el del gol de Pilas”, gracias al tanto con el que el zaguero mirasol Gerardo Pilas decretó el agónico empate 1 a 1, cuando Nacional parecía alzarse con la victoria merced a una linda volea de William (el) Pato Castro.

1992: la correntada Wilsonista otra vez.

Hay hombres marcados por el infortunio, que sin embargo se las arreglan para vivir una única jornada de gloria. Tal fue el caso de Wilson Núñez, laborioso puntero tricolor de principios de los 90, que el 30 de enero de 1992 y jugando ante Peñarol, anotó el gol que forzó una definición por penales que él mismo se encargó de sentenciar, al batir al polémico Fernando Harry Álvez sobre el arco de la Ámsterdam.

Sería uno de los pocos clásicos perdidos por el hoy político colorado, quien –aprovechando la situación actual de su agrupación política– alberga esperanzas de ser el próximo Ministro de Turismo y Deporte. Casi tantas como tuvo de detener el remate de Scifo en el partido ante Bélgica por la Copa del Mundo de Italia 90.

¡Te pateó de 40 metros, Harry! ¡No seas malo!

Perdón, pero lo tenía que decir. Ya me siento mucho mejor.

(Publicado en Guambia el sábado 25/07/09.)