viernes, 3 de mayo de 2013

Sobre el difunto Alberto


Soy el doctor del Prete y hoy les quiero contar una historia que me ha perturbado desde mis épocas de impúber. Cuando iba a tercer año de escuela en mi ciudad natal, cuna de grandes cultores del balompié nacional y del mismísimo José Gervasio, sucedió un episodio que hasta el día de hoy sigue afectando mis sueños. La historia involucra la muerte de un compañerito, el más pequeño de la clase por altura y edad, que se supo llamar Alberto. Así al menos lo bautizamos nosotros, porque vaya uno a saber cómo se llamaba esa criatura antes de aparecer en nuestro salón de clases.

Alberto no era una persona aunque nosotros lo tratamos como si lo fuera. Alberto era un pingüino; un pingüino emperador para ser mas preciso. O al menos así lo recuerdo. Era tan alto como un niño promedio de primer año; caminaba lento como el padre de Piero y siempre tuvo un gesto de tristeza en su pico. Alberto fue encontrado por mi maestra en las costas de la Barra del Chuy. El pobre seguramente viajó mas de 3000 kilómetros desde la desolada Antártida hasta la desolada Rocha. Un amigo de la época defendía la teoría de que Alberto quería venir originariamente para Atlantida pensando que seria igual que la Antártida pero con menos pingüinos. Ciertamente hay menos pingüinos en el afamado balneario canario. Pero ¿cómo un pingüino pudo enterarse de la existencia de Atlantida? Dicho balneario es bien conocido entre canarios pero no entre aves de mayor porte. La teoría de mi amigo era que Alberto seguramente vivía cerca de la base Artigas y allí escucho gente hablando de Atlantida. Por mucho tiempo esa fue la teoría mas creíble. Hoy ya no la creo tanto.

Los días de Alberto en la escuela fueron crueles. Si bien disfrutaba de nuestra compañía, estaba siempre triste. Pasó buena parte de su tiempo en una piscinita Ponti chica que estaba en un rincón de la clase. Siempre estaba atado de una pata a la piscina, salvo cuando tenia mucho calor y se quería meter en una heladera General Electric del año del ñaupa que habíamos equipado para su conveniencia. Cada día, uno de nosotros se encargaba de trasladar a Alberto de la piscina hacia la heladera y viceversa. Pero uno de esos días me toco a mi. Cuando abrí la heladera para llevarlo hacia la Ponti, Alberto estaba recostado a una de las paredes. Apenas podía caminar. Y yo juro que ese día Alberto me habló con la voz mas lastimosa que he oído en mi vida. Cuando fui a atarle una pata sentí salir de su pico tres veces la palabra “apana”. Se lo conté a la maestra pero ella no le dio importancia. Alberto no duró más de una hora luego de ese episodio. Al llegar a la piscina ya estaba sin vida. Años mas tarde me enteré que Apana significa muerte en idioma Yagán.

8 comentarios:

Sinca Bellos dijo...

Conmovedoras historias, la del pingüino y la del niño que se endrogaba a los 7 al punto de escuchar hablar a los pingüinos.

Después no preguntamos como llegan personas grandes a ponerse camisetas símil Racing Argentino, imitando un aviso de nike

Ce dijo...

No quiero ser malo, pero ese pingüino se suicidó. Eso no era vida.

zorro d colonia dijo...

seguramente lo decidió al ser sodomizado por el chuequito de 7 añitos

Vesubio dijo...

que final más siniestro, cristian.

Alvaro Fagalde dijo...

Era eso o terminar como el turco Abdala.

Yo hubiera hecho lo mismo.

Damiana dijo...

¿¿Y acá no va a haber previa del Clásico?? Ah no... Así no, ASí NO.

Damiana dijo...

No lo cronometré, pero creo que pasaron unos 2 minutos entre el gol en la televisión y el gol en el relato de 13a0 por internet.

Andrés Reyes dijo...

Pobre pingüinito. Toda la historia me transmitió mucha tristeza. Me encantó.