Salada la canchita: Yo no soy José Feliciano

"Yo entendí "El dirigible" (José Feliciano)", rezaba uno de los graffiti más famosos en los tiempos en que la gente los leía en Montevideo. Otros que tuvieron su influencia cultural fueron "Darnauchans esteta decadente"; "Ser bisexual duplica las posibilidades de encontrar con quien salir un sábado de noche" y "Si te quiero es porque soy tu amor, tu cómplice y todo (Medina a Sanguinetti)".


Pablo Dotta había dirigido un excelente cortometraje llamado "Tahiti" en 1988. Duraba poco más de media hora -lo vi una sola vez hace casi 30 años- y constaba de varias historias cortas, que más que historias eran imágenes de un estado de ánimo generacional. Muy cinematográfico, muy logrado en la creación de climas, "Tahiti" puede ser visto -si consigo volver a verlo- como la mejor fotografía de una generación (la de Dotta y la mía también) que se encontró con el vacío de una represión que se iba y una democracia que venía y que no iba a traer todos los cambios que prometía.


No conseguí "Tahiti" pero acá están los 8 goles que le hicimos a la mencionada selección oceánica en la Copa de las Confederaciones de 2013.

Bueno, aunque sea conseguí el trailer. ¡Un trailer de un corto!

Desde 1923 hasta la década de los 90 cada largometraje uruguayo era el primero de la historia y generalmente, el último de director y productores. Si bien es razonable que un país bastante pobre y un mercado tan chico difícilmente mantenga una industria, sólo el abaratamiento de los rodajes, las ayudas desde el Estado, las coproducciones y la consolidación de una serie de empresas audiovisuales publicitarias, permitió que ya haga 20 años que tenemos una sucesión anual de estrenos nacionales.

No pasaba eso aún en 1991. El impacto de "Tahiti" le permitió a Dotta conseguir financiamiento desde México, Francia, Cuba y Estados Unidos, entre otros, para realizar un largometraje en 35 mm. Dotta tomó dos hechos distanciados en el tiempo un par de años (el suicidio de Baltasar Brum y el paso de un dirigible alemán) como símbolos de la identidad uruguaya, un país que se especializa en tener una historia inasible. 

La modelo Laura Schneider hace de periodista francesa -sin experiencia actoral y sin conocimientos del idioma- que tiene noticias sobre una posible vuelta de Juan Carlos Onetti de su exilio mientras busca -sin que una cosa parezca tener relación con la otra- las imágenes que faltan de cuando Brum se pegó un tiro, insinuando que se distrajeron viendo pasar al famoso dirigible. Luego, el inspector Carrizo (Ricardo Espalter) debe investigar el robo de unas fotos que la francesa tiene sobre el suicidio bruniano y la desaparición de un "aparatito", que la película no explica pero que parece ser una cámara, aunque Schneider tenga otra.

mirá lo que me fotocopié...

La falta de un guión sólido complica las cosas. Un escritor especializado hubiera objetado que la periodista -por más francesa que sea- se bañe delante de dos casi desconocidos o que parezca una boluda que ve a Montevideo como un circo descolorido y que sólo parece saber poner cara linda, incluso cuando la hieren. También el romance sobre el final entre ella y el quiosquero viene muy traído de los pelos.

Curiosamente, el personaje más logrado y más creíble es el de "El Moco", un infanto juvenil al parecer actuado por uno de verdad (Gonzalo Cardozo), frente a unos adultos centrados que parecen de plástico. Dotta no sabe integrar la historia del Moco con el resto, salvo cuando se encuentra fugazmente con la francesa en el Parque Rodó. 

¿qué estás oliendo, muñeco?

Hay más rarezas -el bombero borracho regando el piso, los escaladores, un chino dando un discurso sin subtítulos- y menos explicaciones de las aconsejables. Probablemente, mucha gente no tenga ni idea quienes fueron Onetti ni Brum. 

Una mano más firme -y más experiente- hubiera dado más coherencia sin perder nada de poesía. Sobre el final, con la excelente canción "La casa de al lado" y Schneider vuelta una chica uruguaya sin maquillaje, tenemos acceso a un rato de la gran película que "El dirigible" pudo ser.     

Trailer de "El dirigible"

Escena final con "La casa de al lado"

Mucha gente le exigió a "El dirigible" que fuera la película que inaugurara al cine uruguayo y, encima, un éxito más grande que "La cumparsita" y Gardel juntos. Injustamente, por cierto. Dotta -me parece- no entendió que una cosa es un corto hecho por varias escenas complementarias pero independientes y otra, muy diferente, un largo que debe tener una anécdota que se vaya desarrollando y fluya. Que una cosa es lo sugerente y otra, muy otra, lo oscuro. Varias escenas parecen estar simplemente para escandalizar a las abuelas -no solo el famoso sexo oral que Espalter le hace al gurí- diluyendo su interés y llevando la anécdota frecuentemente al puro capricho.  

El film fue un fracaso de crítica -aunque hubo muchos que la elogiaron- y de taquilla, aunque llevó casi 20.000 espectadores en un pésimo momento de la exhibición uruguaya. Dotta ha trabajado en el exterior en publicidad y solamente realizó en estos 25 años un documental.

Salada la canchita, una columna que no te deja película sin entender, hoy te trae el siguiente largometraje de Pablo Dotta. Nunca leí a Onetti (2011) explora más explícitamente el mundo de nuestro mayor (y más misterioso) escritor, volviendo sutilmente al país que quiso retratar fallidamente en "El dirigible".