Salada la canchita: La comercial es un barrio

El otro día vi la película danesa "La cacería" (Jagten, 2012, dirigida por Thomas Vinterberg, lindo muchacho). Recomendable por trama, realización y elenco, llegó a nuestra anoréxica cartelera, algo que no es muy frecuente en el cine escandinavo, ni de ninguna otra parte que no sea Estados Unidos y, en menor medida, Argentina. Conozco mucha gente que ni con una AK47 en la nuca van a ver un film danés ni finlandés ni francés ni mexicano ni, mucho menos, coreano. Allá ellos.



Las generalizaciones siempre son malas. Y no me vengan con que eso también fue una generalización, porque los espero en la esquina. Ni todo el cine de Hollywood es una bosta ni todo el cine de Hollywood es bueno. Tampoco todo el cine "internacional" (como nombran los yanquis a esa región ignota y despreciada que es el resto del planeta que no son ellos) es bueno ni todo es malo. Ni todo el cine comercial es una porquería alienante e imperialista ni todas las películas vanguardistas y "raras" son una maravilla.

Vinterberg -como repiten todas las reseñas sobre su carrera- firmó el famoso "Dogma 95" junto al más famoso Lars Von Trier y, casi enseguida, se dedicaron a no darle bola a sus prohibiciones y reglas. Algún día hablaremos del Dogma. El tipo se hizo conocido a nivel mundial por la provocadora "La celebración" de 1998 (sobre una fiesta burguesa donde el prestigioso patriarca de la familia era desnudado frente a los demás como el miserable tirano y abusador de menores que era) y después se marchó -como tantos- a los Iuesei donde hizo "Querida Wendy" (2004), que no estaba mal, pero que era inferior a lo que había realizado hasta el momento. Recuperó el nivel con la inédita entre nosotros "Submarino" (2010), de vuelta en su país natal.

"La cacería" trata de un empleado de jardín de infantes (el Mads Mikkelsen de la serie "Hannibal" o de "Casino Royale", entre tantas otras) que se ve acusado de abuso sexual por una de las niñas, no tanto por hijoputismo de la danesita sino por una serie de confusiones. No hay suspenso al respecto, el tema del film es la reacción de propios y extraños ante el tipo que es señalado con el dedo por toda la comunidad. Está muy bien actuada, los personajes son creíbles -y no unidimensionales- el tratamiento es realista. No hay villanos ni superhéroes, simplemente seres humanos.

Es una película comercial, sí. No pretende romper ningún esquema y está hecha para tener éxito y ganar festivales. También el que embotella vinos es un comerciante. Pero algunos hacen vinos con la mejor uva que pueden conseguir y otros te meten cualquier cosa que no viene ni por casualidad de una parra.

Salada la canchita seguirá con el tema.

El video de hoy es un capítulo del mítico programa televisivo "Flying circus" de los Monty Phyton. Qué tiene que ver con lo anteriormente escrito, lo ignoramos. Pero vale la pena.