Salada la canchita: Hablemos de narración.

La película norteamericana  de bajo presupuesto "Whiplash" tuvo bastante éxito y, candidaturas mediante a los Oscars a mejor producción (que no ganó) y a mejor actor secundario (que sí), llegó rápidamente a nuestras salas. Parte de una historia muy poco original: el joven talentoso que quiere triunfar y se enfrenta a un maestro mayor tiránico y extremadamente exigente que parece intentar impedirle su ascenso, aunque al final lo termine convenciendo. Sin embargo, ha sido elogiada casi unánimente aquí y allá como un relato brillante y original.

Discrepo, pero no quiero referirme en esta columna si me gusta un film o no. Hay dos temas mucho más interesantes que se pueden discutir a partir de Whiplash o de miles de otras películas: 1) ¿Cómo apreciar un film? y 2) ¿Cuándo éste está bien relatado?. Que nadie dude que me va a quedar cortísimo el espacio.

Empecemos por el uno. Estamos en democracia y me parece bárbaro que cada uno elija los géneros y/o temas que le interesen y, en base a ello, decida cuál película le gusta y cuál no. O sea, si a tí, lector tplmpmaníaco sólo te gustan esas de autos persiguiéndose, tiros y patadas inverosímiles estás en todo tu derecho de ir y pagar tu entrada solamente cuando estrenan films de ese tipo y despreciar a los demás. Lo mismo vale si hablamos de comedias, terror, policiales o lo que fuere. Andá a ver lo que se te antoje.
 
¿Pero cómo valoramos a un film?. ¿Cómo podemos opinar con propiedad sin hacer entrar el gusto de uno?. Respuesta: no podemos. Si bien un juicio de valor o una crítica profesional son mucho más que decir: "me gustó" o "no me gustó", no hay forma de que no haya subjetividad en ese comentario que vas a hacer, aunque te llames el más prestigioso crítico del planeta.

Con las lecturas y los estudios correspondientes -más mucho traqueteo de ver y ver- uno podría terminar transformándose en un correcto cronista que pudiera evaluar y, si te pagan por ello, comunicar las virtudes y defectos de la película en cuestión, más allá de intereses, temas, coincidencias con el mensaje o simpatía por la estrella. Lo que nos lleva al segundo punto, que no deja de estar totalmente relacionado.  

Tomemos a "Whiplash" (*). Alguno ha dicho que -resumiendo, insisto en que necesitaría diez veces más espacio para desarrollar completamente el tema- elude los clisés de su historia y otros, que está potentemente narrada, lo que querría decir que está correctamente e intensamente -al mismo tiempo- narrada.

Discrepo. Para mí, todo lo que cuenta "Whiplash" (tema clásico de jazz, según el film, que no conozco y eso que creo conocerlos todos) se ve venir a cien cuadras: el joven va a triunfar, aunque tenga que hacer muchos sacrificios por el camino (que, en realidad, se limitan a que le queden sangrando las manos de vez en cuando de tanto darle (a la batería) y a borrar a su novia porque le quita tiempo para su camino a la fama, una escena particularmente perezosamente narrada. Fue mucho más trágico el día que yo dejé los dulces por la diabetes. Cierro parentésis); el profesor duro e intransigente (zorete, bah) terminará aceptando al joven baterista cuando éste se suelte y se revelará como un tipo no del todo malo. Ta, la mina al final se fue con otro, capaz que por eso es una película adulta.

El tema en cine -dicen muchos- es lo de menos. La mejor anécdota -o la más pedorra, también- puede dar lugar a una película espantosa por un lado y a una obra maestra, por otro. Lo que define el valor de un largometraje no es si al final el muchachito triunfa, si el pelado tiránico se deja convencer o si la chica vuelve con él. Acá, se narra una obsesión por triunfar y la verdad es que si el protagonista triunfa o fracasa, nos termina siendo totalmente indiferente, cuando no nos parece la obsesión de un tipo porfiado.

Insisto, hay mil formas de contar una anécdota y no le vamos andar diciendo al director cómo quedaría bien. Pero debería haberse preocupado porque nos importe la lucha del protagonista, más allá de que elija la castidad -algo no muy frecuente que digamos entre jazzistas famosos- o que rompa algún instrumento. No basta tampoco con que su antagonista se muestre humano en un (1) diálogo en un bar, después que le echaron de la escuela de música, argumentando que quiere encontrar al nuevo Charlie Parker (dicho sea de paso, no lo va a hacer nunca enseñando el jazz más adocenado y lavado posible, antítesis del que predicaba Bird).
 
No es que no haya conflictos y tensiones. El problema es que vienen y van y desaparecen (como las penas de Chiquitita de ABBA) sin hacer otra cosa que dejarnos indiferentes. Los primos son buenos estudiantes y atléticos y están ahí para hacerlo chupar al baterista y la chica para ser borrada. Podríamos apuntar varios baches narrativos, pero lo más importante es que nunca nos importa la tragedia de un estudiante de batería que parece que el único problema que tiene es que no consigue pegarle lo suficientemente rápido a dos palillos, algo que me imagino que no es la mayor complicación que debe tener un batero para triunfar.

Alguno me podrá decir que es un tipo de narración diferente y que su director Chazelle está innovando. No en este caso. El tema de cuándo es un relato atípico y cuándo es un relato mal hecho, queda para otra columna. Que también me va a quedar cortísima.  
 

(*) Ojo que va a haber spoiler a rolete. Digo, por si la querés ver.