viernes, 29 de mayo de 2015

Salada la canchita: ¡Tápese eso, m'ija!

Censurar es prohibir y decidir que tal película no puede verse tal como la concibieron sus creadores es un acto arbitrario por el cual alguna gente con poder cree que es lícito privar a los demás de disfrutar libremente del arte sin que nadie esté diciéndole lo que está bien y lo que está mal.

Algunos pueden argumentar -y lo han hecho permanentemente- que la libertad no puede ser nunca total y que hay que poner ciertos límites. Prohibiciones debe de haber en una sociedad, es cierto, porque uno no puede andar encajándole un cuetazo en la nuca a todo el que no le cae bien, por ejemplo, pero en el caso de una obra artística, no hay delito en ello y nadie debería ser quien para erigirse en el ser supremo que sabe qué es lo que podemos ver y qué es lo que no es conveniente. En todo caso, como dijo Bioy Casares en su momento, menudo sacrificio del pobre censor que soporta en sus proyecciones privadas todas las cochinadas de las que nos defenderá.

Al contrario de lo que uno estaría predispuesto a creer, la censura institucionalizada en Hollywood no comenzó por iniciativa de la gente más conservadora y mojigata de la sociedad, sino más bien de los sectores progresistas y liberales ni la religión que acompañó ese propósito no fue el dominante protestantismo sino el catolicismo, menos severos en los papeles. 

¿Cómo se explica ésto?. En los comienzos de la década de los 20, algunos funcionarios progresistas -o liberales, según la usanza norteamericana- habían hecho varias reformas muy trascendentes y necesarias, sobre todo en la costa Este del país. Habían creado controles sobre bares, almacenes y otros recintos donde se expendieran bebidas y alimentos para que lo vendido fuera algo medianamente decente, allí donde te encajaban lo que fuera sin ton ni son. Similares medidas se crearon en burdeles -tratando de que las empleadas fueran voluntarias y con controles médicos- y en hospitales, tiendas y negocios de todo tipo.
 
Todo el país pudo comprobar lo exitoso -y justo- de ese tipo de medidas, que favorecían mayormente a los más pobres, que eran los que más tenían que perder en una sociedad que en muchos aspectos aún parecía regirse por la ley de la selva. Al poco tiempo, los preocupados -y triunfantes- liberales se dirigieron al nuevo espectáculo que estaba proporcionando millonarias ganancias a unos pocos empresarios, nuevos ricos.

El cine se había convertido rápidamente en una sensación que atraía multitudes. La novedad de ver fotos en movimiento electrizaba a la gente y ese espectáculo tenía la ventaja de ser meramente visual, por lo cual podía ser apreciado por el gran porcentaje de ciudadanos extranjeros con poco o nulo conocimiento del inglés, a diferencia de lo que pasaba con el teatro o la lectura. 

Pero la verdad es que el cine se consumía en salas que dejaban mucho que desear en materia de comodidad o higiene, donde cada cuatro por cinco se armaba cocoa y el respeto entre los espectadores no era demasiado frecuente. Vamos a decirlo de una vez: concurría la gente más baja porque era lo más barato que había y el que tenía algún dólar no se arrimaba a esa terrajada. Las películas eran cortometrajes bastante elementales y rústicos. Cuando los espectadores fueron acompañando progresivamente la sofisticación de los argumentos -por ejemplo, Charles Chaplin y Buster Keaton creando comedias que eran mucho más que gente pegándose y pateándose el traste- se vio que se podía hacer aún más negocio construyendo salas más decentes, tratando de evitar el desprestigio y convocar a un público aún mayor a un precio relativamente barato.

En 1923 los norteamericanos concurrían en promedio tres veces por mes a las salas de cine y tan alta concurrencia (unos 90 millones de espectadores semanales) exigían un ritmo frenético de producción. Los estudios dependían de los créditos bancarios para mantener sus ganancias y el equilibrio era precario aunque los dividendos fueran enormes. 

La necesidad de adecentar el negocio se vio reforzada por una serie de escándalos entre las estrellas que poco antes habían contribuido a crear el star system. Los productores vieron que determinados actores (y actrices) llevaban gente por su nombre y atractivo y los cuidaron como producto que eran, moldéandolos con historias fantásticas difundidas por la prensa complaciente para hacerlos ídolos de la multitud. Pero cuando alguna ingenua heroína virginal falleció de sobredosis (Barbara LaMarr) y un cómico gordo fue acusado de asesinar a una chica introduciéndole botellas allá donde te conté en una orgía ("Fatty" Arbuckle), mucha gente pensó que era demasiado. 

La suma de las intenciones de quienes querían mejorar la imagen del cine con la de los consabidos comités de mojigatos de todo tipo que trinaban desde hacía tiempo por los desnudos, los adulterios, los asesinatos y las indecencias en general que se mostraban en aquellas salas a oscuras. Cada estado comenzó a tomar sus propias medidas para contentar a quienes pedían censura y los productores comprendieron que no podían permitir que cada gobernador prohibiera lo que se le cantara, generando una enorme incertidumbre en el negocio.

No es que los jefes de los estudios fueran militantes de la libertad de expresión, sino que la picardía y la violencia eran buen negocio. No querían ninguna limitación a su negocio, pero si tenían que aceptar alguna para que corrientes de opinión o religiones -y la católica se puso al frente, simplemente porque era mucho más organizada y centralizada que la protestante- no armaran escándalo, preferían que lo hiciera una única oficina y que ésta realizara una lista clara de las cosas que tenían que evitar para que los controles fueran antes de filmar y no después, con la inversión realizada. La Depresión de 1929 complicó mucho las cosas y los productores fueron mucho más cautos.

Salada la canchita, una sección que dice lo que quiere, seguirá hablando sobre el pedorro código que rigió a la industria norteamericana durante más de tres décadas y hoy te presenta El beso, la primera película (de menos de 30 segundos, la verdad) en sufrir la censura por su desenfrenado sexo explícito. Guambia que hay gente sensible que se puede ver shockeada. Más abajo hay un documental sobre el tema. To be continued... 

 

"El beso" (1899), primera película de la historia del cine que derivó en censura en varias partes del mundo. Aquí puede apreciarla pero cuídese que el nivel de erotismo no es para cualquier blandito.


"Mujeres peligrosas", un documental sobre el tema, narrado por Jane Fonda.

En las imágenes: Claudette Colbert en "Cleopatra" (1934) y Hedy Lamarr en "Extasis" (1933), dos desnudos que después, con el Código no pasaban ni en pedo. Después, "Freaks" (1931), película de terror protagonizada por auténticos fenómenos de circo (mujer pájaro, siameses, gente sin brazos y/o piernas, etc.), que fue prohibida por todos lados y fue un escándalo.

10 comentarios:

Facundo dijo...

Interesante y claro como siempre.

Con el video de El beso experimenté una erección.

Unknown dijo...

Lindo temita, se plantean contradicciones para decirlo de alguna manera, si a las mayorías luego de ver una obra o cualquier tipo de expresión se les disparara el talante discutidor y se plantearan unos buenos Debatontos (R) sería una cosa pero como dice Reyes y cito textual "Este mundo tiene demasiada violencia ya" y lo que se disparan son piñazos en el mejor de los casos o balazos de los que piensan distinto y no tienen tanta paciencia para convencer al otro o simplemente dejarla pasar.

Alvaro Fagalde dijo...

El tema de la censura seguirá un par de semanas más.

Un exito de comentarios el pasaje de la canchita a los viernes.

mike yanagita dijo...

Comparto un extraño caso de censura, en este país tan particular:

JESUCRISTO SUPERESTRELLA.
Estreno 19/08/1976 (Metro, Trocadero, Carrasco).
Público: 161.000 espectadores, tercer lugar del año 1976 en el rubro.
Curiosidad: Casi siempre ha sucedido que la censura en las películas potencia un buen suceso público posterior, y éste es otro ejemplo. El filme se iba a estrenar en el Metro el 16/04/1974, luego de un preestreno especial para autoridades policiales y de la Curia, de que el Consejo del Niño y Espectáculos Públicos de la IMM lo aprobaran sin observaciones, y de una abundante propaganda. Sin embargo, el día antes fue prohibido con pedido de secuestro de la copia por el Comando General de la Policía. Por entonces era un secreto a voces que el poderoso círculo católico que rodeaba al Presidente Bordaberry consideraba un insulto que "un Jesucristo hippie" estuviera en las pantallas; un editorial del diario La Mañana del 19/04/1974 apoyó la interdicción con cosas como "... No faltan eclesiásticos noveleros que, así como son capaces de empuñar una metralleta, también se sienten libres para manifestar su adhesión a torcidas expresiones de mal gusto... Ha sido corriente que estas versiones, pretendidamente innovadoras y audaces de la figura de Cristo, exciten una polémica inevitable que, por motivos religiosos, puede convertirse con suma facilidad en un escándalo colectivo". Cuando Bordaberry fue jubilado en junio de 1976 por las autoridades militares, el principal escollo desapareció. Y desde el próximo agosto hasta el 24 de noviembre, ahora en su "Versión original" y "Recomendada por el Círculo de Críticos Cinematográficos de Montevideo" según la prensa, JESUCRISTO SUPERSTAR se constituyó en el filme que por más tiempo permaneció en carteleras en el cine Metro desde FIESTA BRAVA (1948-49), y en el éxito más grande del género musical en nuestra ciudad. Unos años después, incluso, el buen recuerdo provocó que una versión en 70 mm. se repusiera el 29/01/1982 en el cine Ambassador.

Fuente: CINESTRENOS, Biblia cinéfila de Osvaldo Saratsola.

(Cada cual censura lo que quiere: yo cuando sea presidente voy a prohibir TODAS las películas donde salga Natalia Oreiro.)

Unknown dijo...

El problema es que la gente esta concentrada leyendo a Reyes en Brecha... :-P

Modestamente pienso que la censura en Hwd. no era más que parte de la reacción mundial de retroceso de esos años, ante el gigantesco avance que habían representado los primeros años del siglo XX.

Mauro M. dijo...

Bien Fagalde, bien.

En la actualidad creo que sólo debería revisarse el tema de las calificaciones, para que la botijada realmente vea las cosas cuando esté preparada.

zorro d colonia dijo...

Visto

LaSordaDeMierda dijo...

Creo que HBO lanzó una miniserie o algo así relacionado con la censura, cine porno de los 70, Brasil...Magnifica 70 se llama.

Danzón dijo...

En mi infancia gasté los vinilos de Jesucristo Superstar, discazos!!
Mike, no me censurés a la Natalia. Por lo menos no desde lo visual, si querés censurá las canciones...
Faga, herrrmosa columna. Sigue esforzándote.

mike yanagita dijo...

Un Jesucristo "hippie", qué horror!!!!
(Bué... una vez alguien dijo que fue el primer socialista, no sé qué es peor).

Ok, a pedido del contertulio Danzón la perdonaremos a la mamá de Merlín Atahualpa.
Le pasaremos la condena al orgullo local Daniel Hendler.
Dejaremos 1 sola película suya, total en todas deja la misma no actuación.

Saludos!