Como al parecer el tema que se quiere imponer en los últimos días en la nueva agenda progresista es el de la Fórmula 1, y aprovechando que aún estamos embebidos por la Nostalgia, me gustaría compartir con ustedes, queridos amigos tuercas que frecuentan este blog, una anécdota que abreva de estos dos asuntos. La misma se remonta a mi infancia, al recuerdo de mis primeros vínculos con tan maravillosa disciplina deportiva, a la relación con mi abuelo y al origen del hombre que soy. Espero que les guste y que sirva como empujón, o bien para contar sus anécdotas propias, o bien para apagar su computadora y/o smartphone al grito de "quién me mandó seguir este blog de mierda" y salir a disfrutar del maravilloso día de sol.
Nigel Mansell y Ayrton Senna Da Silva en sus respectivos bólidos |
Mi Fórmula 1
Cuando era gurí miraba la Fórmula
1 con mi abuelo. Él era fanático y yo me entusiasmaba bastante también. Todavía me puedo acordar de al menos una
decena de pilotos que veía en esas carreras de los tempranos noventa: Ayrton Senna,
Gerhard Berger, Nigel Mansell, Alain Prost, Nelson Piquet, Ricardo Patrese,
Jean Alesi, Michele Alboreto. Incluso creo que fueron las primeras temporadas de
Schumacher y Mika Häkkinen también.
El
abuelo Pocho fue un comerciante bastante exitoso de la ciudad de Salto, que por
ese entonces ya estaba jubilado hacía algunos años. Descendiente de tanos, pasó
su vida trayendo infinidad de productos de la Casa Amarilla en la zona de La
Boca en Buenos Aires y vendiéndolos al por mayor y menor para todo el norte del
Río Negro en su gran Casa Comercial y Almacén de Ramos Generales. Pero desde
que se jubiló prácticamente no salía de su casa. Se pasaba el día sentado,
alternando su sillón preferido frente a la tele intoxicándose con Crónica TV, con
la hamaca en el jardín del frente, viendo pasar a los vecinos y tirándole comida
a las palomas. Yo iba seguido a su casa y pasaba muchas horas sentado al lado
suyo. Demasiadas si tenemos en cuenta que sus temas de charla seguramente no
eran los más entretenidos para un niño de 8 años. Pero a mí me gustaba estar
con él. Quién sabe qué extraño vínculo extrasensorial puede existir entre nieto y abuelo para hacer
que siempre nos guste estar con ellos. No importa que tu abuelo tenga una banda
de rock y sea Mick Jagger, o que le guste hablar de las cotizaciones de las
bolsas del mundo y contar anécdotas sobre las variaciones del precio de la papa,
como era el caso del mío.
Dentro
de sus temas de interés estaba la Fórmula 1, por eso todos los domingos de
mañana yo arrancaba para su casa a ver la carrera. No sé si la veíamos en vivo,
sospecho que por las diferencias horarias la mayoría de las veces llegaba en
diferido. En esa época daba lo mismo; no había forma de enterarse antes de los
resultados.
A
mi abuelo le gustaba que apostáramos un cinco de oro al ganador de la carrera,
pero él siempre iba por el favorito. El año que Senna andaba bien, hinchaba por
Senna, pero si al año siguiente el que estaba fuerte era Williams Renault, no
tenía empacho en cambiar de escudería y apoyar incondicionalmente a Nigel Mansell,
y así todos los años. Yo me tenía que conformar con el que me cayera simpático
del resto de la grilla
Así
el abuelo iba acumulando victorias, y yo deudas de cincos de oro. Por suerte el
Pocho se apiadaba de su nieto y en un gran gesto de generosidad no me los
cobraba, pero eso sí, los anotaba religiosamente en una libreta, donde quedaba
registrada la deuda que por supuesto crecía domingo a domingo, mes a mes. Era
como que se retrotraía a su época de comerciante, años y años registrando
deudas que tarde o temprano se iban a ir saldando e iban a seguir engordando su
cuenta bancaria. Su mayor goce era saber que sus haberes crecían. Como ahora ya
estaba por fuera de la adrenalina de la actividad comercial, al menos se
complacía generando nuevos haberes ficticios en un inocente juego.
Mientras
mi deuda aumentaba, me fui acostumbrando a vivir con ella. Capaz mi abuelo lo
hacía con el propósito de entrenarme para situaciones similares que tendría que
vivir en el futuro, no sé. Él ya se murió hace algunos años y la verdad que lo
extraño. Hoy sé gobernar la angustia que me genera la deuda impagable que tengo
en el Banco Hipotecario por la compra de mi casa, porque gracias al abuelo no
es una sensación novedosa para mí. Según mi sicóloga, si logro dominar el
problemita de ludopatía que acarreo desde la niñez, voy a poder tener una vida
casi feliz.
10 comentarios:
¿Dos columnas sobre Fórmula 1 el mismo día?
Después no se quejen si nadie la pone, eh.
Facundo, muy buena anécdota. Me retrotrajo a las tardes que nos pasábamos analizando el fútbol uruguayo con mi bisabuelo.
Hablando de la F1, con mi abuelo y mi viejo hacíamos apuestas sobre quién ganaría entre Schumacher, Villeneuve, Hakkinen, Raikonen, Ralf Schumacher y toda esa generación dorada. El consumismo y la globalización nos hacía hinchar por el del Ferrari Rojo...
Acá está claro que nadie la pone. El asunto es inventarnos las excusas.
El que la ponía y la ponía bien era Ayrton que se empomaba a Xuxa, Rainha dos Baixinhos
Preciosa la amnedocta Facu.
Brishante, te felicito
Facu: mira q la mayoria no son como tu abuelo con las deudas...
Aclaremos q la canchita de dentro de un rato no tiene nada que ver con el magico mundo de la F1 ni con ponerla, sino con presidiarios franceses.
Te gusta Papillon, eh? Bandido
TENGO ALGUNOS RECUERDOS SIMILARES CON MI VIEJO. EL ERA FAN DE YUMAJER, EL MAYOR.
Y EN ESA EPOCA LAS CARRERAS LAS PASABAN SIEMPRE EL DOMINGO DE MAÑANA, AUNQUE HUBIERAN SIDO LA NOCHE ANTERIOR EN JAPON...UBERTI UN GRANDE!!
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