Albert Finney, el actor inglés, dice en un fragmento de “A Good Year”, la película de Ridley Scott, que “un hombre debe hacerse cargo de sus derrotas con la misma dignidad con que festeja sus victorias”.
Cuando Irmatov pitó el final del partido me quebré.
Yo que había prometido no ponerme nervioso, que había intentado convencerme de que ya estaba, que no me importaba cómo le fuera a Uruguay con Holanda, porque ya estaba satisfecho.
Cuando Irmatov pitó el final del partido me quebré.
Yo que había prometido no ponerme nervioso, que había intentado convencerme de que ya estaba, que no me importaba cómo le fuera a Uruguay con Holanda, porque ya estaba satisfecho.
Y sin embargo me dolió. Pero me dolió más por ellos que por mí. Porque estos muchachos debieron estar en la final del Mundial. Se lo merecían.
De pronto vi las caras de los jugadores, saliendo de la cancha con la frente en alto, literalmente, mirando de frente a la tribuna, a los rivales y sobretodo, mirándose de frente entre ellos.
Vi al Ruso Pérez mirando a la gente y a las cámaras con cara de “aquí estamos, de pie”, a Victorino con más cara de bronca que de tristeza y a Arévalo Ríos, recibiendo el saludo de Robben, en algo que parecía más una felicitación que una despedida.
No había llantos, ni jugadores en el piso, ni gestos desgarradores. Y no había porque ellos no lo merecían.
Ellos debían irse de la cancha así, con la mirada bien arriba.
Las declaraciones de los jugadores y el técnico, terminaron de confirmar que algo está cambiando. Sin justificaciones, sin reproches; con la misma altura con la que declararon después de la épica victoria ante Ghana.
Esta clase es distinta.
Acá no hubo eternas discusiones por los premios, no hubo peleas, los que siempre están buscando algún mínimo incidente para magnificarlo y hacernos creer que las cosas no están tan bien, no lo encontraron. Cuando quisieron hacerlo, corriendo el rumor de que Tabárez estaba peleado con Cáceres y por eso el Pelado había sido el único jugador en no pisar la cancha, el Maestro se encargó en un minuto de desactivarlo. Y nadie se atrevió a dudarlo. Porque el Maestro y su clase se ganaron esa credibilidad.
Nos demostraron que se puede llegar lejos jugando bien –para mí el de ayer fue el mejor partido de Uruguay en el Mundial-, metiendo pierna fuerte, corriendo, pero sin dramatismos ni caras largas; nos demostraron que se puede llegar lejos con alegría. Así se veía en los informes, en las notas, y hasta en el ya famoso Twitter de Forlán.
“Vinimos a una fiesta a la que no fuimos invitados”, dijo Tabárez. Y así lo vivieron y nos lo hicieron vivir, como una verdadera fiesta.
Y para nosotros, los uruguayos, para los que los mundiales fueron siempre un suplicio, éste fue La Fiesta Inolvidable.
Esta clase es distinta. Vivieron los partidos y los “recreos” con tanta responsabilidad como alegría.
Yo me crié escuchando a mi padre decir que “fútbol era el de antes”. Hoy, yo puedo contarles a mis hijos, que fútbol es esto, el de ahora. Él me habló de la jerarquía de Pedro Virgilio Rocha, yo puedo hablarles a los míos de la de Forlán; él me contó de la entereza del Pardo Abbadie, yo debo explicarles lo que sentí al ver jugar al Ruso Pérez. Él me cuenta de aquel jugador que jugó quebrado y que años después inmortalizó el Choncho Lazzarof en su “Pelota al Medio”, y yo les puedo decir a mis hijos que me enteré que Lodeiro también había jugado quebrado casi todo un partido. O que lloré de emoción durante días, al ver los informes de la televisión extranjera hablando del penal del Loco Abreu, de las atajadas de Muslera, de los goles y la atajada de Suárez.
De la jerarquía y la humildad de este grupo.
Pienso en lo que diferencia a este equipo de otros equipos uruguayos anteriores y también de otros equipos de la región.
Y pienso en Maradona y sus declaraciones antes de jugar contra Alemania, burlándose de quien luego se burlaría de él con la pelota. Y de sus justificaciones posteriores.
Y en contraposición, pienso en las declaraciones del Maestro, medidas, respetuosas, pero firmes. Respondiendo con altura, incluso cuando las preguntas no la tenían.
Y creo que no es casualidad, por algo este grupo, esta clase y su Maestro se ganaron el cariño, pero sobretodo el respeto del mundo entero.
Porque primero respetaron.
Se respetaron entre ellos, respetaron a los rivales, a los periodistas, a los hinchas que estaban en Sudáfrica y a los que estábamos acá.
Hoy estoy un poco triste y muy orgulloso. Yo que había prometido no ponerme nervioso, que había intentado convencerme de que ya estaba, que no me importaba cómo le fuera a Uruguay con Holanda, porque ya estaba satisfecho.
Y sin embargo, todavía me duele, pero sobretodo me emociona.
El sueño terminó. ¿O será que recién empieza?
(Escrito instantes después del match Holanda - Uruguay).
8 comentarios:
Estos muchachos dieron lo mejor de si, y claramente eso ha sacado lo mejor de todos los que nos involucramos en la historia, Nano, precioso texto, como dicen los ingleses, very touchy.
lindaso.
Como dicen los ingleses ENSIGN BEARER a lo ruso Perez !!!
Hermoso lo que acabo de leer
Un texto que arranca con una cita no puede ser malo, así que vi el primer párrafo y dejé de leer porque me alzancó y sobró.
Ya lo dije antes y lo volveré a repetir cuando se publique otra reflexión: esto es lo mejor que leí sobre el Mundial.
Me encantó.
Me emocionaste Nano.
Nano: nunca te vi la cara loco. Pero no sabes como te quiero!
Publicar un comentario