Reflexión Mundial By Nacho

Hablaremos hoy, como dice Dolina, de lo que fue el partido por el tercer puesto. Un partido que muchos quieren eliminar de la competición. Desde esta humilde posición, quiero expresar mi deseo de que lo dejen. Imaginate si nos volvíamos después del partido con Holanda: una cagada. Nos hubiéramos perdido el quite fenomenal del Ruso Pérez (sobre el cual profundizaremos más adelante), el gol de Cavani, la posibilidad de putear, ahora con fundamentos empíricos, al golero Muslera, la comprobación de lo lechoso que estaba Fucile, el quinto gol de el Diego de los uruguayos, un jugadón con asistencia de Arévalo Ríos, etc.

El partido lo perdimos, ¡qué importa! Lo importante es que jugamos 7 partidos, igual que el campeón. Además sumamos más goles a nuestra cosecha, sumando más que el propio elenco español. Y le mostramos al mundo que podemos hacerle partido a cualquiera, incluso a las grandes potencias, incluso a una selección que le hizo 4 a Argentina, y a otra que eliminó a Brasil.

Antes de hablar del desarrollo del partido, no quiero dejar de mencionar la indumentaria que vestimos en el partido por el tercer puesto. Toditos de celeste. Parecía el Napoli, o peor, parecían unos muñequitos payasescos medios raros, pero igual a mí un cacho me gustó. Al que quiera celeste que le cueste, entonces, dos platos. O algo así.

Al comienzo del match nos vapulearon, hay que decirlo. No generábamos nada de juego, parecía que estuviéramos jugando en la altura. Todavía, para colmo, nos convierten un gol pelotudo. Schweinsteiger (es más difícil de escribir que de decir, sin duda) le pegó de afuera del área, al medio del arco, pero Muslerita dio un rebote servidísimo para que Müller, solo, convirtiera.

Pero apareció el gran Ruso Pérez. El quite que se mandó fue tan memorable como perfecto. Si no lo vieron, no puedo contárselos. Fue todo huevo, todo corazón. El pase lo recibió Suárez, que le metió otro muy preciso a Cavani para que este, mano a mano con el portero, definiera esquinado abajo. Ahí se emparejó la cosa y empezamos nosotros a crear algo más de peligro. Y fue Suárez, ¿cuándo no?, que se morfó un gol solito, mano a mano con el meta germano.

Ya en el segundo tiempo, Egidio Arévalo Ríos hizo una pared con el Mono Pereira desbordando por la derecha (no, no es joda) y metió un centro muy preciso para que Forlán, con una especie de tijera voladora, hiciera un golazo.

Y después la barbaridad del Nene. Nene, ¿quién te enseñó a salir? Todo bien, reconociste los errores, sos una gran persona, pero lo paupérrimo que salió en ese centro fue algo único. Un tal Jansen la metió de omóplato y ni lo festejó. Ni él lo podía creer.

El tercer gol teutón también fue de pedo. Fue a la salida de un corner, la guinda quedó boyando por ahí, Lugano vaya a saber uno porqué no pudo despegarse del piso y Sami Khedira cabeceó y la metió increíblemente en un ángulo. Muslera voló espectacular pero inútilmente.

Y ahí nos quedamos sin fuerzas. Fucile se mandó unos cierres fenomenales para levantar el puntaje individual, Godín se hizo el Lucio, Gargano entró flojo, y el Loco sumó un par de minutos al pedo. En realidad no fueron totalmente al pedo. Peinó una pelota en el último minuto, para que esta le cayera a Suárez y le cometieran falta. Lo ejecutó Forlán. Última jugada del match. Tiró… y… palo.

Cerrá y vamos. Cuarto puesto, cambio de camiseta, orgullo por las nubes, más elogios que críticas y a otra cosa mariposa. A ponerse el saco que hay que pasar por la zona mixta, a hablar de las bondades del proceso y a ir al aeropuerto para que el charter te deje tirado.

¡Uruguay nomá!