¿Qué podía escribir yo en esta columna luego de la
contundente nota de Andrés Reyes sobre acoso infantil y juvenil? Lo único que
se me ocurrió es tratar de ensayar, entre todos y todas, algunas recetas "caseras", más allá de lo que recomiendan expertos, psicólogos y todólogos acerca del tema.
Lejos de eliminar un problema que siempre existió, pero que hoy se perfila como
grave y estructural, la idea es compartir un
conjunto de herramientas para sobrellevarlo, algo así como una política de “reducción
de los daños”. ¿Qué les parece?
¡Ahora!
Si hay algo que caracteriza a la infancia es la urgencia. De
nada sirve ponernos a pensar en soluciones “a mediano o largo plazo”. El
presente es perentorio. No quisiera escuchar nunca más el bolazo ese de que “los
niños son el futuro”. Pamplinas. Los botijas son lo más presente que tenemos y
deberían ser prioridad número uno en cualquiera de nuestras agendas (públicas,
privadas, sentimentales y laborales), siempre.
La raíz del problema
Indagando en la definición de “bullying”, lo que aparece
como sinónimo es “acoso escolar”. ¡Aha!, pensé: los botijas pasan demasiado
tiempo en la escuela. Pero resulta que también sufren de acoso quienes asisten medio horario y el tema continúa y se acentúa cuando pasan a la educación media. ¿Dónde se encuentra entonces la raíz de este problema?
Antes quizás los amigos del barrio (que no siempre coincidían exactamente con los compañeros de clase) te podían tener medio fichado como “el gordo”, “el atorrante”, “antiojito” y la cosa se complicaba, pero siempre estaba la alternativa de ir a la familia del acosador, golperarle la puerta y preguntarle cuál es el problema que los botijas no pueden solucionar sin ayuda de los adultos.
Antes quizás los amigos del barrio (que no siempre coincidían exactamente con los compañeros de clase) te podían tener medio fichado como “el gordo”, “el atorrante”, “antiojito” y la cosa se complicaba, pero siempre estaba la alternativa de ir a la familia del acosador, golperarle la puerta y preguntarle cuál es el problema que los botijas no pueden solucionar sin ayuda de los adultos.
Pero ahora vas a un cumpleaños y dejás al gurí depositado en
la puerta, sin tener muy claro quién es el adulto a cargo. Lo mismo con el
jardín, el colegio, etc. ¿Cuántos de nosotros conocemos (me refiero a tener una
relación personal, cordial o de amistad) a más de dos o tres padres de los
botijas que pasan entre cuatro y ocho horas con nuestros hijos?
Se ha inventado un nuevo concepto que es “la vida privada de los botijas” ¡Pero cómo van a tener vida privada, si son botijas! “Ellos te cuentan lo que quieren”, te dicen las maestras con orgullo. Y acá entra el temita de la confianza. La confianza para con los familiares (no tienen que ser de sangre, sino la gente familiar, más cercana) y también la confianza en sí mismos, que son dos cosas que van de la mano.
Se ha inventado un nuevo concepto que es “la vida privada de los botijas” ¡Pero cómo van a tener vida privada, si son botijas! “Ellos te cuentan lo que quieren”, te dicen las maestras con orgullo. Y acá entra el temita de la confianza. La confianza para con los familiares (no tienen que ser de sangre, sino la gente familiar, más cercana) y también la confianza en sí mismos, que son dos cosas que van de la mano.
Con ese cuento de que “tienen que ser independientes” porque
“es un mundo hostil el que les tocará vivir”, sumimos a los botijas en una
soledad pavorosa, donde piensan que tienen que poder arreglárselas “solitos”
con sus angustias, así como aprendieron a bajar las escaleras con la cola con menos de un año y cargar con una mochila que representa dos veces su propio peso.
Que alguien
les avise que ese mundo hostil lo construimos los adultos, y las
justificaciones y mecanismos para que puedan vivir en él, también. Y ellos lo harán
aun más hostil y más injusto, porque eso es lo que les estamos enseñando todos
los días, a menos que tratemos de ir cambiando un poco la cabeza con pequeños
gestos y de la única forma que realmente se aprende: con el ejemplo.
Hablemos (dijera Traverso)
“Mirá que me podés contar lo que sea, cualquier cosa, que
mamá y papá no se van a enojar”, uno esperaría decirle esto a un
preadolescente, cuando mucho, pero resulta que se lo tenés que decir así, con
esos términos, a un botija de cuatro años cuando lo ves angustiado, medio
tristón, como sin ganas de ir al jardín.
Con el tiempo uno descubre algunos truquitos que los botijas
usan en su conversación. Por ejemplo, te cuentan las cosas como si le hubiera
pasado a otro amiguito. “A fulano lo
molestan porque... bla bla bla”, y resulta que la historia te suena harto
conocida y coincide con algo que le preocupa a tu botija. También a la inversa, te cuentan algo que le pasó a otro o que le dijeron a otro como si fuera propio. Más que tratar de
descubrirle la jugada, para mí hay que seguirle la corriente hasta que
desembuche. “Y decime, a ese amiguito tuyo qué le parece que le digan eso y…
bla bla”.
A veces te desvían la mirada o dicen que les da vergüenza o
juegan con algo mientras hablan contigo. Es importante tratar de lograr el
contacto visual, aunque sea en absoluto silencio. Colocarnos a su misma altura,
para evitar el “efecto gigante”. Respirar. Enseñarles el poder de la
respiración abdominal (la misma que se usa para el yoga) para dominar las
emociones. Se puede subir y bajar los brazos a ambos lados del cuerpo o estimularlos a que se toquen la
panza y vean como se infla y se desinfla. Preguntar ¿y ahora cómo te sentís? Imaginar que
por el aire que exhalan se van las “palabras tontas” que les dicen sus amiguitos,
también eso los ayuda a calmarse.
Confianza
Algo que sí podemos hacer es reforzar su confianza ¿De qué
manera? Que la historia me juzgue como madre si estoy equivocada, pero no veo
para nada mal pedirse uno, dos o tres días de licencia en el trabajo (licencia
reglamentaria, que nos corresponde por ley) simplemente para estar con los
botijas. Quedarse con ellos y hacerle explícito el motivo: “mirá fulanito, hoy
no fui a trabajar porque no aguantaba más las ganas de pasar tiempo contigo”.
No te digo en la escuela, pero con cuatro años, si se pierde
una clase o dos de plastilina me parece que no pasa nada. Si ves que está medio
tristón o tristona, se hacen “la rata o rabona” ambos y se quedan en casa
tirados en el piso, cocinando, comiendo cosas ricas, jugando a cualquier
divague, disfrutando de un buen baño con juego incluido, quizás una siesta
reparadora abrazados ¿por qué no? Eso es como un benzetacil de confianza para
el botija.
Otra idea piola que
podemos implementar es contactar a algunos amiguitos que no sean del jardín
(amigos del barrio, hijos de compañeros de nuestros laburos que tengan su misma
edad, ex compañeros de colegio/escuela) e invitarlos a merendar el fin de
semana o un viernes, por ejemplo. Cambiar de aire siempre viene bien.
Puede ser
que incluso nuestro botija intente aprovechar la situación para tomar el lugar
del acosador y hacerle a los otros lo que no le gusta que le hagan. Perfecto.
Usted estará allí para captar el momento educativo en el aire y conversarlo in
situ.
Lamentablemente a veces los botijas “envidian” el
supuesto “lugar de privilegio” del acosador e intentan imitarlo. Está bueno que
sepan que este no es el camino a seguir, que el mundo no es dicotómico aunque a
veces así parezca, y que hay un abanico de posibilidades más allá del binomio
acosador-acosado. Enriquecer esta alternativa quizás sea la mejor forma de
empezar a romper el círculo.
*Bonus 1: "All of them palindromes. Three times a palindrome"
*Bonus 2: ¿Qué debe saber un niño de cuatro años? de Alicia Bayer, autora de este blog
*Bonus 1: "All of them palindromes. Three times a palindrome"
*Bonus 2: ¿Qué debe saber un niño de cuatro años? de Alicia Bayer, autora de este blog
12 comentarios:
Maca querida, me encantaría poder leer tu columna en este instante, pero no voy a poder.
Intentaré más tarde, ya que seguro será imperdible.
Un oasis de sensatez y buenas costumbres entre tanto degenerado.
Sinca:
Espero tener pronto mi licencia de conducir, luego de un primer fracaso con el Sr. Inspector Fachomalaonda.
¿Cuándo vuelve tu columna? ¿En cuántos idiomas te tengo que pedir que vuelvas?
Aplauso, medalla y beso para ti Maca. Preciosa columna.
Impecable, Macarena. De lectura obligatoria.
eseksional columna,Maca,una guía que no debe faltar en la crianza de nuestro botija
Ta, en serio, canten la justa: de donde sacaron a Maca? Esto es como ir al campito y conseguir el pase del próximo Forlan a cambio de una bolsa de pelotas y dos juegos de camisetas. DES PE GA DA!
En mi barrio habia un botija que me cascó un par de veces cuando yo tendría unos cinco años. Mi padre preocupado por mi falta de reacción me metió a jugar al baby fútbol con el menor infractor. En una práctica, el técnico vio que yo le tenía un poco de pánico a este botija, y me dijo algo como "en cada pelota que te choques con menganito, pegale una buena patada. No te preocupes que no te va a pasar nada". Dicho y hecho, tuve licencia para darle duro al botija que no podia reaccionar sin que el técnico lo cagara a puteadas. Al año ya nos hicimos amigos y nunca más hubieron peleas de ningún tipo. ¿Cuál es la moraleja de esto? Mande a sus hijos al baby futbol.
Esta botija no para de dar cátedra en este blog, excelente contenido!!! Dale más piola que llega hasta el sol.
Nunca tuve mayores problemas en la escuela con el Bullying, salvo cuando iba a tercero y los de 6to nos daban palo porque llovía, y mis viejos tenían tiempo conmigo, inobjetable mi niñez, fue muy buena.
Espero poder responder de igual manera a mis crios cuando los tenga...
Ah, que palabra que me costó aprender como se escribía...
Brillante columna!
Maca, la deja así de chiquita, descosida, fláccida, quita las ganas de seguir mirando fobal.
El otro día, en la columna del dire, el gran Fagalde de la gente deslizó -espero que en serio- que iba a mandar a los gurises que algún día tuviera a hacer boxeo o karate.
Seguros de que el camino no es cambiar golpe por golpe sino conocernos a nosotros mismos, afianzar nuestra personalidad, tener autocontrol, saber que lamentablemente podemos hacer daño a otros pero conocer y entender el por qué pudiendo hacerlo ELEGIMOS NO HACERLO, adquirir disciplina y a la vez divertirnos y practicar un deporte es que RECOMIENDO AMPLIAMENTE DESARROLLAR UN ARTE MARCIAL. Sea cual sea.
Y los espero de a uno, aunque no devuelva sus golpes porque como dijo el gran David Carradine prefiero colgarme de las pelotas antes de tirar una patada voladora.
Y lo hizo.
Ta, pero como que igual les podemos pedir bien poquito a los pibes no?
http://www.cronica.com.ar/diario/2013/10/02/56632-vive-con-dos-munecas-inflables-y-es-feliz.html
Nunca voy a comprender cabalmente la relación entre la calidad de una columna y la cantidad de comentarios.
Supongo que no hay relación (o sí). No lo sé.
Gracias por los inmerecidos elogios.
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